Cuando la líder ultranacionalista Marine Le Pen volvió a ser derrotada por el presidente Emmanuel Macron en las elecciones francesas de este año, el establishment político europeo dio un suspiro de alivio. Ahora vuelve a estar ansioso, pero por el resultado electoral en Italia ayer.
Alejandro Armas/El Político
El partido populista conservador Hermanos de Italia fue por amplio margen la fuerza más votada, y junto con otras organizaciones de derecha, está en posición para formar un nuevo gobierno. De esa forma su líder, Giorgia Meloni, sería la primera mujer en asumir el cargo de primer ministro italiano.
Existe el temor de que su radicalismo la lleve a transformar el sistema político de su país, en dirección autoritaria, y a debilitar los mecanismos de integración europea. ¿Son estos temores fundados? ¿Qué más nos dicen estas elecciones? Veamos.
Hartazgo continuo
Hermanos de Italia (FdI, por sus siglas en italiano), otrora un partido marginal, tuvo en pocos meses un ascenso espectacular que ahora lo llevó a obtener 26,2% del sufragio. En segundo lugar quedó el centroizquierdista Partido Democrático, con 19,1%. Le sigue el Movimiento 5 Estrellas, de vaga definición ideológica y un discurso anti elites que dejó de servirle cuando llegó al poder en 2018. Consiguió 15,4% del escrutinio, menos de la mitad de lo logrado hace cuatro años.
También tuvieron pérdidas notables los aliados de FdI. El partido centroderechista Forza Italia, del ex primer ministro Silvio Berlusconi, bajó a 8,1%. La Lega Nord, encabezada por Matteo Salvini y que comparte con FdI una inclinación hacia la derecha nacionalista dura, cayó a 8,8%.
A diferencia de FdI, tanto Forza Italia como la Lega son parte del gobierno saliente del primer ministro Mario Draghi, cuya coalición diversa pero frágil colapsó hace unos meses. De cara a las nuevas elecciones, ambos partidos decidieron unirse a Meloni en una nueva alianza. Su retroceso comicial se explica en el hartazgo de muchos italianos con un statu quo del cual fueron parte al participar en gobiernos anteriores.
De hecho, las pérdidas de los partidos que formaron el gobierno de Draghi (o ganancia mínima, en el caso del Partido Democrático) indican que ese descontento sigue. Tal como cuando el Movimiento 5 Estrellas se volvió el partido dominante en 2018. Ahora el outsider que supo canalizar las molestias es FdI.
Con sus escaños en la Cámara de Diputados juntos, FdI, la Lega y Forza Italia tienen suficiente para formar gobierno. Ahora habrá negociaciones para el reparto de cuotas de poder. Pero como el partido de Meloni es el que más curules obtuvo, por amplio margen, es ella quien tiene mayor oportunidad de ser la jefe del gobierno.
Elementos moderadores
Sin renunciar a sus posturas conservadoras y nativistas, FdI, acaso para hacerse más potable a los votables, recientemente ha tratado de desvincularse de sus orígenes neofascistas. La propia Meloni, que en el pasado admiraba abiertamente al dictador fascista Benito Mussolini, ahora lo denuncia.
Sin embargo, eso no significa que Meloni no tenga aspiraciones de cambio radical. Durante su campaña indicó que, de contar con los medios, reformaría la Constitución para dar más poder al Ejecutivo. Pero no contará con esos medios. Su coalición, aunque mayoritaria, no llega a los dos tercios de la Cámara de Diputados necesarios para cambiar la Carta Magna.
Otro giro de Meloni está en su opinión sobre la Unión Europea, un blanco común de los partidos de derecha populista como el suyo en el Viejo Continente. Antes abogó por una ruptura total con el bloque. Ahora dice que no lo juzga conveniente. De todas formas, su oposición a varias de las tendencias dominantes en el seno de la UE, sobre todo en materia migratoria, pudiera entorpecer el funcionamiento del ente multilateral. Además, su triunfo es un aliento para movimientos euroescépticos en otros países. FdI sería el primero de dicha índole en controlar una economía grande en el seno de la UE.
Por otro lado, la dependencia de la muy endeudada economía italiana de fondos de ayuda de la UE debería obligar a Meloni a pensarlo bien antes de atacar mucho al bloque. Forza Italia, que no es anti UE y cuyo apoyo es necesario para mantener la coalición en pie, pudiera dejarla si hay muchos problemas en ese ámbito. Es más, al ser el elemento más templado de la alianza, Forza Italia acaso sea el factor moderador en varios aspectos…
Excepto por la guerra en Ucrania. Mientras que los líderes de Forza Italia y la Lega han expresado en el pasado simpatías con el presidente ruso Vladimir Putin y son reacios a las sanciones a Rusia. En cambio, desde que comenzó la invasión rusa, Meloni ha sido una decidida defensora de la resistencia ucraniana, comprometida con proveer armas a Kiev si de ella dependiera. En ese sentido, Estados Unidos y los demás aliados de Ucrania tendrían que apostarle a que Meloni, y no sus socios, sea quien decida.