La imputación de delitos al expresidente estadounidense Donald Trump desató una nueva tormenta política en ese país. Casi con unanimidad, el Partido Republicano, tanto a nivel de elites como de base, denunció la medida judicial con furia.
Alejandro Armas/El Político
Quizá era inevitable. Ocurre en un contexto de altísima polarización en Estados Unidos, de la cual las acciones de Trump han sido tanto consecuencia como causa. Además, es la primera vez en que un exmandatario norteamericano afronta señalamientos delictivos formales.
Pero, más allá de la presunción de inocencia que cualquiera pueda tener con respecto a Trump, muchos de sus partidarios denuncian una "persecución política" en su contra. ¿Tiene sentido esta narrativa? Veamos.
Un cúmulo de procesos
Hay varios argumentos con los que los creyentes de esta tesis la defienden. Para empezar, el fiscal de Nueva York que tomó la medida sin precedentes de imputar a Trump es un militante del Partido Demócrata. Además, la teoría legal sobre la que descansa la acusación no ha sido puesta a prueba antes y, más allá de la identidad del imputado, genera mucha controversia.
Sucede además que este no es el único proceso abierto contra Trump. Pronto, el ex jefe de Estado pudiera ser también imputado por una corte de Georgia. En el estado sureño, se le acusa de haber tratado de presionar a funcionarios electorales para que reviertan su derrota ante el ganador, Joe Biden.
También el Departamento de Justicia investiga a Trump por la retención de documentos confidenciales en su residencia privada. Un Departamento de Justicia subordinado a la Casa Blanca (aunque actúa con autonomía) que ocupa Biden, quien al confirmar su intención de competir en las presidenciales de 2024, se erige otra voz como rival de Trump, quien también buscará un segundo mandato.
Todo esto acumulado sobre las pesquisas que ya hubo durante la presidencia de Trump, como la de los vínculos de su campaña con Rusia. También los dos intentos de someterlo a juicio político y a destitución por el Congreso, ambos fallidos. Esto ha creado entre muchos seguidores de Trump la impresión de que los demócratas trataron de apartar a Trump del poder a toda costa. Y que ahora, con la imputación, buscan inhabilitarlo para que no regrese a la Casa Blanca.
El fomento al opositor radical
Pero en realidad, es difícil de creer que el Partido Demócrata está maniobrando para negarle a Trump el derecho a competir nuevamente por la presidencia. No necesariamente por pureza ética, sino porque lo más probable es que dicho partido quiera que Trump sea el candidato una vez más.
Ciertamente, el expresidente es el favorito en las primarias del Partido Republicano y cuenta con la devoción de buena parte de la base de dicha organización. Pero al mismo tiempo, la casi totalidad del resto de los votantes siente por él una aversión inmensa. De manera que Trump tendría grandes dificultades atrayendo el voto independiente, esencial para ganar los comicios definitivos.
De hecho, en las elecciones parlamentarias y legislativas del año pasado, los demócratas hicieron algo bastante llamativo. Durante las primarias republicanas para esos comicios, gastaron millones de dólares promoviendo a los aspirantes más radicales y cercanos a Trump. Su expectativa era que, en la elección definitiva, serían más fáciles de vencer, por su extremismo… Y así fue.
Ni siquiera es seguro que, de ser puesto tras las rejas, Trump quede inhabilitado para competir por la presidencia. En 1920, el dirigente socialista Eugene Debs fue candidato a la Casa Blanca desde una celda. A lo que, tal vez, los demócratas sí aspiren, es que el escándalo consolide la popularidad de Trump en la base republicana, asegurando así que derrote a sus rivales en las primarias… Para luego caer en la elección final.