El año 2023 arrancó en Venezuela de forma al parecer muy favorable para el chavismo. La población permanecía descontenta pero desmovilizada. Frustrada con una dirigencia opositora incapaz de presentar una estrategia para el cambio de gobierno. El interés en la política es cada vez menor.
Alejandro Armas/El Político
Mientras tanto, esa dirigencia opositora estaba, y sigue estando, concentrada en una guerra interna, con acusaciones, entre facciones, de traición y corrupción. Este conflicto sepultó aun más la confianza del público en ellos.
Pero antes de que llegara la mitad de enero, surgió una movida incómoda para el gobierno: protestas del gremio de docentes de escuelas y universidades públicas, hastiados de los bajísimos salarios que les paga el Estado. ¿Representa este ciclo de protestas perseverantes un problema grave para el chavismo? Veamos.
Entre bloqueos e intimidación
Lo primero que hay que decir, y por eso se habla de “protestas perseverantes”, es que las mismas no comenzaron realmente este año. Ya a mediados 2022, los maestros tomaron las calles para reclamar mejoras laborales. Sin embargo, el gobierno solo cumplió algunas de sus exigencias. Luego, la inflación alta a finales de 2022 redujo aun más su poder de compra.
Entre ambas, estas manifestaciones son tal vez las más grandes que ha visto Venezuela desde el estallido social y antigubernamental de 2017.
Este lunes, los educadores marcharon en varias ciudades y pueblos del país. Su protesta en Caracas iba a realizarse frente a la sede del Ministerio de Educación. Pero las autoridades cerraron las vías aledañas e impidieron a los manifestantes llegar a este lugar.
Mucho más importante aún fue la presencia, reportada por medios locales, de los llamados “colectivos” chavistas en las inmediaciones del ministerio. Es decir, de grupos de civiles conocidos por ejercer funciones parapoliciales de represión. Como en ocasiones previas, su propósito sería intimidatorio. En fin, entre bloqueos e intimidación, el gobierno logró evitar que los docentes se manifestaran con la contundencia geográfica que esperaban. La protesta se hizo a varios kilómetros del ministerio.
Ignorar, mientras puedan
La presencia de los “colectivos” es señal de que las manifestaciones están incomodando al gobierno. De lo contrario, Miraflores no vería necesario recurrir a estos grupos parapoliciales para infundir temor entre los descontentos.
Y es que el chavismo no puede ceder ante las demandas de los docentes sin un reacomodo total de su sistema de economía política. El aumento salarial reclamado por los educadores de seguro sería exigido igualmente por el resto de la administración pública, si fuera acatado. Pero los recursos del Estado no alcanzan para eso. No sin reducir enormemente la distribución de fondos entre los factores armados que mantienen al chavismo en el poder, entiéndase.
Pero esto no quiere decir que el chavismo esté en un dilema existencial. Hasta ahora, ha logrado ignorar el grueso del reclamo de los docentes, sin que las protestas se le salgan del control. Para eso precisamente sería el despliegue de “colectivos”: una acción preventiva.
Para que las protestas de maestros se conviertan en un dolor de cabeza más grande para el gobierno, tendrían que sumárseles otros actores, tanto políticos como de la sociedad civil. Eso hasta ahora no ha ocurrido. Al menos no en la escala suficiente