Con el fin de escapar de una realidad insostenible y de buscar mejores condiciones de vida, más de 12 mil científicos han emigrado de Venezuela
El Político
En otros tiempos, solía hablarse de fuga de cerebros para referirse al capital intelectual que los países, generalmente menos desarrollados, perdían en favor de naciones del primer mundo.
Sin embargo, en un mundo globalizado, la movilidad de los científicos se convirtió en algo común y deseable, que permitía expandir las perspectivas y dotar de la anhelada diversidad y multiculturalidad a los centros de ciencia, reportó Cienciaaldiave.
Vía de escape para realidades insostenibles
Pero lo cierto es que en esos contingentes de cerebros en movimiento han quedado camuflados, y quizás ocultos, académicos e investigadores que, más que oportunidades de realización, buscaban una vía de escape para realidades insostenibles.
Basta pensar en el emblemático caso de Albert Einstein, cuyo traslado a Estados Unidos fue inducido por el inminente ascenso del nazismo.
Científicos de países en conflicto
Una realidad similar experimentan científicos de países en conflicto o sumidos en emergencias humanitarias, una situación que está siendo abordada en una serie de cuatro foros virtuales sobre Ciencia en el exilio, promovidos por la Unesco, la Academia Mundial de Ciencias, el International Science Council y la Interacademy Partnertship.
El segundo de estos encuentros, que tuvo lugar este miércoles 28 de julio, se tituló Prolongada situación de Desplazamiento: Afganistán, Siria, Venezuela y Yemen, y revisó las precarias condiciones en las que los investigadores de estos países sobreviven y las estrategias y oportunidades que han buscado para continuar haciendo ciencia dentro y fuera de las fronteras de sus naciones de origen.
Crisis migratoria en Venezuela
A la cabeza de estas crisis migratorias se encuentra Venezuela, un país que habrá expulsado a 10 millones de personas para 2023, de cumplirse las tendencias que avizoran el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y el Fondo Monetario Internacional.
Se trata de un número espoleado por la más alta hiperinflación del mundo, acompañada de un salario mínimo insignificante, equivalente a apenas 1,89 dólares en junio de 2021.
“El colapso económico es la mayor fuerza que empuja el desplazamiento, junto con una democracia fallida, la persecución política, la conflictividad social y la disminución de seguridad social”, señaló la ex presidenta de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, Gioconda San Blas.
En ese contexto, los investigadores devengan sueldos afectados por esa “escala ridícula”, agregó.
“Por ejemplo, mi ingreso mensual como investigadora emérita del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas es de apenas 30 dólares por mes”.
Los científicos se ven obligados, en esa situación, a ingeniárselas para sobrevivir, aceptando un segundo trabajo o recurriendo a los ahorros que lograron reunir cuando el país estaba en otras circunstancias.
Más de 80%, vive por debajo de la línea de pobreza en Venezuela
Sin embargo, la gran mayoría de la población, más de 80%, vive por debajo de la línea de pobreza, lo que ha obligado a emigrar a más de 5,6 millones de personas en los últimos seis años, cuando escaló la crisis que venía incubándose desde la década anterior.
Las cifras de la debacle científica venezolana no pueden ser más dramáticas: 12.000 profesionales de la ciencia y la tecnología, 30.000 médicos y 50.000 ingenieros y arquitectos han abandonado el país.
“Aproximadamente 88% de los estudiantes universitarios expresan su deseo de vivir afuera, 50% del staff académico y 30% de los investigadores se han ido, 77% de los laboratorios están paralizados o abandonados”, agregó San Blas.
Dispersos por el mundo
Zainab Nazari, de Afganistán; Saja Al Zoubi, de Siria, y Hasan Maridi y Ghana Al-Naqeb, de Yemen fueron los científicos encargados de mostrar el impacto que los conflictos de sus países de origen han tenido en el incremento del número de investigadores en el exilio en todo el mundo y cuáles podrían ser opciones posibles para evitar la pérdida de personal altamente capacitado.
Nazari, cuyo trayecto vital la ha llevado a Irán y a Turquía, donde actualmente es candidata a PhD en la Universidad Bogazici, enfatizó que hay estudiantes brillantes y con potencial en las universidades de Kabul, pero poca infraestructura, inestabilidad educativa y pocas probabilidades de retorno de científicos que han emigrado, al menos en este momento.
Recomendaciones para la comunidad internacional
Algunas de sus recomendaciones para la comunidad internacional, incluyeron reconocer y conectar a los investigadores en el exilio alrededor del mundo, apoyar sus esfuerzos de formación e investigación y fortalecer las opciones de educación en línea que puedan compensar la falta de seguridad.
El conflicto de Yemen, que condujo a uno de los más cruentos desastres humanitarios de la última década, no detuvo a Maridi, quien obtuvo un PhD en Física en la Universidad del Cairo en 2014, en su intento por proseguir su carrera científica en su país.
Cuando comenzó la guerra, el 26 de marzo de 2015, la Universidad de Taiz, donde enseñaba, cerró sus puertas, y su salario, equivalente a 90 dólares mensuales, fue suspendido. “Mis sueños y proyectos se redujeron a una meta simple, que era poder mantener a mi familia”.
Sin embargo, el trabajo que encontró, como profesor en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Hodeida, donde ganaba unos 100 dólares mensuales, estaba lejos de ayudarlo en esa meta.
“Imaginen ir a una universidad a 60 kilómetros de distancia, sin desayuno ni dinero para transporte, y tener que pararse allí todos los días a hablar por 6 horas sin comer”.
Su familia vivió en una habitación sin camas, agua ni electricidad por dos años.
Red que intercambia información y oportunidades
Gracias a una beca que obtuvo del Fondo de Rescate Académico del Instituto de Educación Internacional pudo trasladarse a la Universidad Filadeldia en Jordania.
Poder regresar a la investigación y las publicaciones científicas le permitió obtener una bolsa de investigación en la Universidad de Warsaw, en Polonia, que finalizará a mediados de 2022.
Junto con otros científicos yemenís en exilio, ha logrado articular una red que intercambia información y oportunidades.
Sin embargo, las posibilidades de retorno son remotas, así que los esfuerzos internacionales deberían continuar apoyando a los científicos en el exilio, dice, en particular con un tema álgido del que pocos hablan: el acceso a visas de residencias que otorguen la necesaria paz que necesitan ellos y sus familias para seguir contribuyendo al avance del conocimiento.