La homosexualidd y la pederastia como prácticas propagadas entre sacerdotes católicos ha salido del closet y el papa Francisco ha decidido asumir las investigaciones y afrontar las consecuencias. El Vaticano publicó una investigación de 450 páginas sobre el exarzobispo de Washington, Theodore McCarrick, quien fue expulsado de la Iglesia por el papa Francisco por casos de abusos a menores.
El Político
La investigación tuvo una duración de dos años y señala que los dos anteriores pontífices, Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron informados reiteradamente sobre las denuncias de actor lascivos ydejaron pasar los rumores sobre el religioso pues "fueron mal informados o no tenían pruebas certeras de esos abusos".
Entre tanto el documento señala que el papa Francisco conocía "solo de oídas" que McCarrick tenía un "comportamiento inmoral con adultos". Es por eso que el informe señala que durante muchos años hubo mala información por parte de obispos y asesores hacia los pontífices y eso impidió lograr más avances en contra de los abusos.
Según el documento, algunos obispos sí alertaron que McCarrick tenía comportamientos abusivos con jóvenes y además llegaron cartas anónimas, pero cuando les pidieron informes completos y pruebas detalladas, nunca las proporcionaron, especialmente durante el período de Juan Pablo II.
Francisco lo expulsó
Por esa razón el arzobispo seguía en la Iglesia hasta que Francisco lo expulsó. Pero además Benedicto le habría ordenado tener un bajo perfil y el sacerdote nunca cumplió con esa petición.
La Conferencia Episcopal debatirá el informe
días antes de que se celebre la Conferencia Episcopal Católica de Estados Unidos, la Santa Sede publicó el informe sobre la investigación relacionada con el ascenso al poder del ex cardenal Theodore E. McCarrick. Elaborado por la Secretaría de Estado por mandato del Papa Francisco, incluiye todo el conocimiento institucional y el proceso de toma de decisiones de 1930 a 2017 relacionados con McCarrick.
No quedaban dudas
El ex purpurado fue expulsado de la Iglesia en febrero de 2019. No cabían dudas de la certeza de las acusaciones: abusó de niños en toda su carrera de más de sesenta años como clérigo y que también de seminaristas. Pocos escándalos han sacudido a la Iglesia Católica como los abusos sexuales de McCarrick.
Por mucho tiempo fue uno de los obispos más importantes y populares de Estados Unidos. Después de las acusaciones de sus víctimas en los medios de comunicación, su expulsión y enjuiciamiento solo quedó una pregunta sin contestar: ¿Cómo pudo ascender en la jerarquía eclesiástica si tantos otros conocían de sus abusos y mala conducta?
En 2019, el cardenal Sean P. O’Malley le expuso al secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, que los sacerdotes y el pueblo estadounidense estaban ansiosos de saber cómo McCarrick pudo llegar a obispo y cardenal. “¿Qué se conocía de sus aberraciones y desde cuándo”.
El silencio y el encubrimiento deben acabar
Dentro de la Iglesia ha prevalecido por demasiado tiempo el encubrimiento, que es una forma de complicidad, de guardar silencio para no perjudicar la institución. Los depredadores se han visto protegidos por la ley tácita del secreto y el silencio son la primera línea de defensa del perpetrador. Si el secreto falla, el pederasta ataca la credibilidad de la víctima. Si no puede callarla, intenta que nadie escuche. Si no, es hora de olvidar el pasado y seguir adelante, de echarle tierra al asunto.
McCarrick fue un exitoso recaudador de fondos para la Iglesia. Supo ganarse el respeto de líderes políticos y religiosos, y muy a menudo desempeñó un papel diplomático no oficial para el Vaticano. Comenzó su carrera de abusador infantil a principios de la década de los años setenta, cuando era sacerdote en Nueva York. Los católicos menos ortodoxos lo veían como un moderado en los asuntos eclesiásticos y un firme partidario de la doctrina social católica. Un ejecutor de la encíclica de León XIII, Rerun novarum. Al perder el miedo a McCarrick se caen las defensas.
Acusado por una víctima en 2017
Ese año, una víctima se presentó por primera vez a solicitar asistencia del Programa de Compensación y Reconciliación de la arquidiócesis de Nueva York. La arquidiócesis lo informó al Vaticano y el Papa le ordenó a Thimothy Dolan que investigara. Sin mucha burocracia ni papeleo McCarrick fue excluido de la actividad pública. No podía oficiar misas y ningún otro ministerio público. Luego fue obligado a dimitir del Colegio Cardenalicio y en febrero de 2019 fue destituido del estado clerical. Degradado.
Por años circularon rumores sobre que McCarrick dormía con seminaristas de la Inmaculada Concepción en la Universidad de Seton Hall, en Nueva Jersey. Entonces era obispo en Metuchen (1981-86) y arzobispo en Newark (1986-2000).
En 1994, una mujer le expresó al nuncio papal en Washington, Agostino Cacciavillan, su preocupación por la conducta del arzobispo de Newark, Theodore McCarrick. En el año 2000, antes de que lo designaran cardenal, el reverendo Boniface Ramsey, profesor del seminario, le escribió al nuncio Gabriel Montalvo Higuera las quejas que había escuchado de los seminaristas. La carta fue enviada a Leonardi Sandri, ahora cardenal. No pasó nada.
A partir de 2005, la Arquidiócesis de Newark y las diócesis de Metuchen y Trenton llegaron a acuerdos financieros con ex seminaristas que acusaban a McCarrick de abuso sexual. Una manera de comprar el silencio de las víctimas. McCarrick se retiró al cumplir 75 años de edad, pero siguió recogiendo dinero y presionando a los seminaristas para que durmieran en su cama en la casa de playa que tenía en Nueva Jersey.
En 2018, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos se preparaba a votar una serie de medidas relacionadas con el escándalo sexual del excardenal MacCarrick. Un código de conducta para los obispos y la creación de una comisión dirigida por laicos para recibir quejas sobre pederastia, pero llegó un mensaje del Vaticano. Bloqueó la votación “para tener tiempo de consultar sobre el ministerio y la disciplina de los obispos”.
La carta la escribió y firmó el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Además de algunos tecnicismos, alegaba que se pospusiera la votación hasta después de la cumbre mundial sobre la prevención del abuso sexual por parte de clérigos. Legalmente, no necesitaban la aprobación del Vaticano.
En la cumbre, el Papa no planteó nada radical ni distinto o contrario a las medidas que iban a aprobar los obispos estadounidenses. Salvo la sugerencia de aumentar a 16 años la edad mínima para contraer matrimonio, en los 21 puntos de reflexión que presentó, Francisco dejó a los obispos absoluta libertad para elaborar un vademécum que guíe los pasos que se deben seguir desde el momento que aparece una denuncia de abuso y se informa a las autoridades civiles y eclesiásticas. El sumo pontífice insistió en los protocolos para encarar lo casos, no para esconderlos o encubrirlo, e instó a dictaminar que los obispos y sacerdotes culpables de abuso sexual de menores abandonen el ministerio público.
Los cardenales Raymond Burke y Walter Brandmüller, publicaron una carta abierta a los participantes en la cumbre antiabusos. Fue demoledor “La plaga homosexual se ha extendido dentro de la Iglesia, promovida por redes organizadas y protegida por un clima de complicidad y una conspiración de silencio. Se desea ignorar este hecho y nos preguntamos si los obispos convocados al encuentro también guardarán silencio”, clamaron Burke y Brandmüller,
En agosto de 2018 la Corte Suprema de Pensilvania encendió todas las alarmas. Publicó un informe de 1.300 páginas en el que señalaba que unos 300 sacerdotes católicos eran responsables del abuso sexual de más de 1.000 menores de edad en 6 diócesis de ese estado. Las víctimas fueron en su mayoría varones, aunque también hubo menores, adolescentes y preadolescentes de sexo femenino. “Algunos fueron manipulados con alcohol o pornografía, algunos fueron violados oralmente, algunas vaginalmente, algunos analmente y a algunos les hicieron masturbar a sus agresores o fueron manoseados por ellos», indica.
Encubrimiento sistemático de la Iglesia
El fiscal general del estado, Josh Shapiro, declaró que el reporte detallaba un encubrimiento sistemático por altos cargos de la Iglesia en Pensilvania y en el Vaticano durante casi 70 años de abusos que aborda la investigación. «Los sacerdotes estaban violando niños y niñas y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada. Lo escondieron todo por décadas», afirmó.
Uno de los señalados por encubrimiento fue el arzobispo de Washington DC, el cardenal Donald Wuerl. Se defendió diciendo que había actuado con diligencia, había mostrado preocupación por los sobrevivientes y que trató de evitar futuros actos de abuso. A las 48 horas, de conocerse los relatos escalofriantes de cientos de niños abusados por sacerdotes depredadores, la Santa Sede condenó lo hechos criminales y moralmente reprobables; y de manera inequívoca, el abuso sexual de menores.
El fiscal Shapiro manifestó que los funcionarios de la Iglesia en sus informes a sus superiores describían de manera rutinaria y deliberada las denuncias de abusos como juegos bruscos, peleas y conductas inapropiadas. “Y en verdad eran abuso sexual infantil, incluida la violación”, subrayó.
En el comunicado, que emitió dos días después de que saliera a la luz pública el informe de la Corte Suprema de Pensilvania, el Vaticano decía sentir «vergüenza y dolor». Admitía que la Iglesia debía “aprender duras lecciones de su pasado y debería haber asunción de responsabilidad tanto por parte de los abusadores como por parte quienes los permitieron».
El cardenal Donald Wuerl no fue juzgado por su obvio encubrimiento. El 12 de octubre de 2018 el papa Francisco le aceptó la renuncia. Todavía Wikipedia lo mantiene en su página como un cardenal y arzobispo emérito de Washington DC. Se celebra su carta pastoral El desafío del racismo hoy, que emitió en noviembre de 2017, pero pocos le reprochan su encubrimiento en su diócesis a los depredadores sexuales, especialmente a su predecesor Theodore E. McCarrick. El arzobispo Carlo Maria Vigano, exembajador del Vaticano en Estados Unidos, dijo que Wuerl era muy conscientes de los continuos abusos cometidos por McCarrick, a quien Francisco le quitó la birreta.
Con cheques tapaba sus pecados
En diciembre de 2019, el Washington Post publicó que el destituido Theodore McCarrick envió cheques por más de 600.000 dólares desde 2001 a más de 100 clérigos en Roma, a burócratas del Vaticano, a asesores papales y a Juan Pablo II y Benedicto XVI, a funcionarios que estaban directamente relacionados en la evaluación de los reclamos de mala conducta contra el purpurado de Washington.
El «Fondo Especial del Arzobispo» le permitía recaudar dinero de donantes católicos adinerados y gastarlo como quisiera, con poca supervisión. McCarrick, que fue un legendario recaudador de fondos para la Iglesia, envió de 2001 a 2005 a Juan Pablo II un total de 90.000 dólares. Benedicto XVI recibió 291.000 dólares, la mayor parte un solo cheque por $ 250,000 un mes después de ser designado como sucesor de Juan Pablo II. Oficialmente se ha dicho que ese dinero fue encausado por ambos pontífices para obras de caridad. El vocero del cardenal Leonardo Sandri, quien recibió 6.500 dólares, manifestó que esos “regalos” no influyeron en las decisiones del prelado.
Reiteradamente denunciado
En sus 50 años de carrera, McCarrick fue una de las figuras más relevantes de la Iglesia Católica estadounidense. Pero dentro de la Iglesia su conducta alarmaba tanto a sus compañeros de hábito que se atrevieron a denunciarlo a sus superiores. Uno fue el reverendo Boniface Ramsey, que fue profesor en el Seminario de la Inmaculada Concepción en la arquidiócesis de Newark, la cual dirigió McCarrick por más de una década, y llamó al nuncio apostólico Gabriel Montalvo para sonar la alarma cuando se anunció que McCarrick sería el arzobispo de Washington. Le dijo que rutinariamente McCarrick llevaba a estudiantes del seminario a su casa de playa en Nueva Jersey y los presionaba para que durmieran con él en su cama. Ramsey no estaba al tanto de contactos sexuales, pero consideraba una conducta inapropiada.
Montalvo le dijo que lo pusiera por escrito para enviarlo al Vaticano. La respuesta llegó seis años después y la firmaba el cardenal Leonard Sandri, el que recibió 6.500 dólares de McCarrick. Simplemente le agradecía la información enviada. En esos días tanto Sandri, como Montalvo y el secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, recibían cheques de McCarrick.
El obispo emérito Paul Bootkoski llamó y le escribió al nuncio Montalvo para enterarlo de que dos ex seminaristas acusaban a McCarrick de conducta sexual inapropiada. Lo funcionarios de la Diócesis de Metuchen consideraron la reclamación tan significativa que habían pagado en secreto un acuerdo de 80.000 dólares a uno y otros 100.000 dólares al segundo seminarista.
En 2006, al cumplir 75 años de edad, McCarrick dejó el puesto de arzobispo de la capital estadounidense con una reputación intacta, pero siguió actuando en los asuntos eclesiástico y se le permitió seguir manejando el fondo especial. A finales de año el arzobispo Carlo María Viganò envió un memorándum a Sandri y al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, en el cual exigía que McCarrick fue sancionado. Nunca le respondieron. El predador tenía medios financieros para influir en las decisiones y garantizar el silencio, el encubrimiento. Mientras Viganò enviaba cartas que nadie respondía, McCarrick enviaba cheques que eran bien correspondidos. La ausencia de medidas era total.
En los años que la Iglesia preparaba el informe llegaron otros cientos de acusaciones sobre actos inadecuados del excardenal. El Vaticano en 2018 cuando anunció la elaboración del reporte declaró “que ya no se puede tolerar ni el abuso sexual ni su encubrimiento”.
La encíclica que invita a redescubrir al prójimo
El 4 de octubre pasado, Francisco apuntó su posición política ante un mundo en plena pandemia de la COVID-19.En 8 capítulos y 287 puntos, Francisco interpela a quien lo lee con 41 preguntas y detalla un programa de vida en el que intenta alumbrar el camino concreto a recorrer para quienes quieren construir un mundo más justo y fraterno desde lo cotidiano, la política y las instituciones. Ese mundo más justo y fraterno significa una Iglesia libre de predadores sexuales y de encubrimientos, de referencias humillantes a las víctimas y de castigos apropiados. Un robusto no al silencio.
Con Francisco en el papado ha habido menos miedo de hacer la denuncia y llevar a los tribunales a los responsables de abusos sexuales y a sus encubridores. Hay confianza en la tolerancia cero. Pero se resiente la credibilidad, aflora la desconfianza, cuando dentro de la jerarquía se promociona a encubridores de casos de pederastia o a acusados de perpetrarla.
El cardenal australiano George Pell, que fue enjuiciado y apresado por el abuso sexual de cinco niños y quedó absuelto después de que la Secretaría de Estado transfiriera a una cuenta en Australia la cantidad de 700.000 dólares. También señalan al cardenal chileno chileno Francisco Javier Cardenal Errázuriz Ossa, acusado de haber encubierto al expárroco pederasta Fernando Karadima. Y extraña que el arzobispo español Francisco Javier Martínez no haya sido apartado de su cargo a pesar de que se ha negado en repetidas ocasiones a colaborar con la Justicia de España en la investigación de 10 sacerdotes y 2 seglares acusados de abusos sexuales a menores.
Francisco enfrenta la situación
La Conferencia Episcopal será sin duda muy activa. Gerard O’Connell, vaticanista de la publicación jesuita America Magazine, considera que poco se puede sostener la acusación de que Francisco ha hecho poco o nada contra la pederastia en el clero. “Se pretende ignorar casi por completo importantes iniciativas eclesiásticas y legales, que ha tomado para reforzar la política de ‘tolerancia cero’ para erradicar el abuso sexual», apuntó. Pero sigue el silencio imponiéndose.
El informe presentado señala a los obispos y funcionarios que encubrieron a McCarrick y se sabrá cuán desacertada fue la carta de once páginas del exarzobispo italiano Carlo Maria Viganò en la que acusaba a Francisco de encubrir abusos sexuales dentro de la Iglesia. Además, Viganò ha declarado a la prensa que en 2013 le habló personalmente a Francisco sobre la conducta impropia del cardenal McCarrick, a quien Benedicto XVI había prohibido oficiar misas en público, vivir en un seminario y viajar para dictar conferencias. “El 23 de junio de 2013 el papa supo que McCarrick era un depredador en serie”, subrayó.
Fue entonces cuando el nombre del cardenal canadiense Marc Ouellet adquirió gran relevancia. Salió a la palestra pública para calificar de monstruosidad que Viganò acusara a Francisco de complicidad en encubrir abusos sexuales. Ouellet dijo que era increíble desde cualquier punto de vista que se acusara al papa «haber encubierto con conocimiento total a este supuesto depredador sexual y ser, por tanto, cómplice en la corrupción que se está extendiendo por la Iglesia».
"La Iglesia permitió los abusos de un cura durante años".
Este fue el demoledor titular con el que el equipo de investigación del diario The Boston Globe acusó en el año 2002 a la Arquidiócesis de Boston y a su máxima autoridad, el arzobispo Bernard Law, de encubrir los abusos sexuales a niños por parte de uno de sus curas.
Aunque en un principio el diario apuntaba a un solo responsable, la investigación culminó en una serie de historias que acusaban a la iglesia de Boston de encubrir los abusos de decenas de sacerdotes pedófilos entre 1984 y 2002.
Ver en el político
La Dama del Cardenal: insólita historia de corrupción vaticana
Los pecados financieros de El Vaticano
¿Frenazo? El Vaticano aclara las palabras del Papa sobre uniones de homosexuales