La escalada del autoritarismo de Nicolás Maduro ha llevado a Venezuela a límites que parecían imposibles de superar. A tenor de lo que ha ocurrido en el último año y medio, no da la impresión de que la situación vaya a revertir. La oposición ha vuelto a recuperar la fuerza en la calle que había perdido en octubre, pese a la violenta represión a la que ha sido sometida en los últimos días.
Mientras, la comunidad internacional ha intensificado su presión sobre el régimen chavista. En el caso de América Latina, México ha decidido dar un paso al frente y asumir el liderazgo de la región ante la crisis del país sudamericano. Una actitud hasta ahora inusual, que supone cambio sustancial en la política exterior mexicana en la última década.
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México lidera al grupo de 14 países de la región –todos a excepción de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y el bloque caribeño que, desde hace tiempo, ha mostrado su preocupación por el deterioro de Venezuela. Argentina, con la llegada de Macri a la presidencia, encabezó en un primer momento esa corriente, que acompañaron, entre otros, Perú, Chile, Colombia, Brasil y México, bajo cuyo liderazgo, y ante las últimas decisiones del régimen de Maduro, ha elevado el tono. El último comunicado conjunto, por primera vez, reclamaba la liberación de los presos políticos, fijar un calendario electoral y que “se reconozca la legitimidad de las decisiones de la Asamblea Nacional”.
“No podemos y no debemos seguir siendo indiferentes, se trata de una violación sistemática a los principios de la democracia”, aseguró recientemente el canciller, Luis Videgaray, la declaración más rotunda de la diplomacia mexicana hasta la fecha, que propició que su homóloga venezolana, Delcy Rodríguez, le tachase de “servil”. Otro gesto llegó esta semana.
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El presidente, Enrique Peña Nieto, recibió a Lilian Tintori. El mandatario era uno de los pocos dirigentes mundiales que aún no había recibido a la esposa del preso político Leopoldo López. Entre los principales presidentes latinoamericanos, solo Juan Manuel Santos (Colombia) y Michelle Bachelet (Chile) han rehusado esa reunión. Más allá del contenido, el simbolismo de este tipo de encuentros suele ser considerados como una afrenta por el Gobierno de Nicolás Maduro.
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