México asume la bandera de la violencia contra la mujer, pero a las mujeres las matan en todas partes del mundo, desde a la joven que asesinan a pedradas porque se enamoró de un hombre distinto al que determinaron sus padres, hasta la mujer que reclama al marido borracho porque gastó el dinero que ella esperaba para la leche del bebé. La muerte de las mujeres es un drama que alza la voz.
El Político
"Más del 80% de las muertes en violencia de género se producen en el contexto de una eventual ruptura de la pareja a instancias de una mujer, una esclava, que quiere romper sus ligaduras y reencontrarse con su identidad arrebatada. Por eso las matan.", expresa Andrés Montero Gómez, especializado en sociología de la violencia de género.
Desde el Palacio Nacional en México una mujer muestra una hoja que dice "Ya basta. Vivimos con miedo", durante el funeral de una niña de siete años cuyo cuerpo fue encontrado durante el fin de semana con signos de tortura, en el municipio de Tlahuac.
Concentradas frente al Palacio Nacional, en el zócalo de la Ciudad de México, para exigir justicia en los recientes asesinatos de mujeres acontecidos en el país y criticar las medidas tomadas por Andrés Manuel López Obrador y las autoridades.
Coincidiendo con el comienzo de la conferencia matutina del presidente de México López Obrador, en ese mismo recinto, las mujeres pintaron al menos unos 80 metros de la fachada "Tienes el poder, eres el presidente, demuestra que te importamos", gritó una de las manifestantes pidiendo a las autoridades que cuiden a las mujeres porque las "están matando".
A las pocas horas de conocerse el crimen, en el momento de mayor indignación, durante su conferencia de prensa diaria, López Obrador achacó lo sucedido a la moral individualista y al pensamiento conservador. Una respuesta reduccionista que ha irritado todavía más a una sociedad que cada día traspasa un nuevo lítmite. “Si hubieran sido sus hijos, si les hubieran arrebatado a ellos lo que más querían, ya le digo que hubieran movido cielo, mar y tierra. Pero nosotros, los pobres, no tenemos quien nos ayude”, le responde Malena Antón, unas horas antes del entierro de su hija Fátima.
En menos de una semana, México ha asistido a dos crímenes especialmente sádicos contra las mujeres. El viernes pasado, Ingrid Escamilla, de 25 años, fue asesinada por su pareja, quien confesó en un vídeo brutal filtrado por las autoridades la saña con la que había acabado con su vida. Las fotos del cuerpo de la joven aparecieron en las páginas de los medios de comunicación locales.
La socióloga y antropóloga del Conacyt Patricia Ravelo Blancas alerta un grado de descomposición social vinculado con la violencia extrema del crimen organizado, pero que se reproduce cada vez más en otros campos y que tiene que ver también con las ruptura de lazos sociales, afectivos y culturales provocada por la pobreza, la impunidad y la desigualdad.
Criticaron las propuestas del presidente como la llamada Cartilla Moral -un texto que recoge un conjunto de valores universales y ha sido distribuido, entre otros, por organizaciones religiosas, consideran que esto no va a acabar con la violencia hacia la mujer, en un país que registró 1 006 feminicidioen 2019.
Otra de las manifestantes leyó un manifiesto, que entre otros puntos, denunciaba: "Es inaceptable que el Gobierno actúeresponsabilizando a victimas y a sus familias por la violencia que viven".
Durante la protesta, un grupo de mujeres intentó reventar una ventana, si bien lo que predominó fueron los cánticos contrarios al presidente y pidiendo justicia y protección.
"No a la Policía, me cuidan mis amigas", era una de sus proclamas. "Violan mujeres, protegen monumentos", entonaron pocos después. Una de las manifestantes explicó a medios que las mujeres viven "con miedo todo el tiempo" en el país y que están "enojadas" con las autoridades. Especialmente con la jefe de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, porque pese a ser mujer no las defiende, dijo la joven.
Este lunes, México amaneció con la noticia del brutal asesinato de una niña de 7 años en la Ciudad de México, cuyo cuerpo fue hallado dentro de una bolsa en el sur de la capital. Hacia el final de la concentración, las mujeres cantaron "Un violador en tu camino" apuntando hacia el Palacio Nacional y quemaron las pancartas que llevaban y el reciente decálogo propuesto por el mandatario para proteger a las mujeres.
Es un problema mundial
NO se trata de un ataque de celos, o de el cumplimiento de normas religiosas o sociales
A tenor del diagnóstico que hace el Observatorio Estatal de Violencia de Género, las muertes de mujeres por sus parejas masculinas ascienden progresivamente desde principios de esta década, con una mínima reducción en 2005 que inmediatamente repunta al año siguiente.
El pico máximo de las muertes desde entonces hasta la actualidad permanece por debajo de las cifras de la primera parte de la década (de hecho, representa un 11% menos). Lo positivo es que cada mujer menos que muere es una vida que se salva, pero lo negativo continúa siendo que se producen los asesinatos. Quien asesina no es extranjero o nacional, sino hombre. Quien muere, mujer.
Así lo explica Andrés Montero Gómez, Director del Instituto de Psicología de la Violencia
"Los femicidios son crímenes por convicción, igual que lo es el terrorismo. El asesino tiene la convicción de que es necesario matar. Es difícil de aceptar, pero quizás más de comprender y sobre todo de interiorizar para muchas personas, que la violencia hacia las mujeres tenga relación con el género, es decir, que maten a mujeres por el hecho de serlo. Por ello se ha denominado violencia de género a este tipo de violencia, entendiendo el género, según las ciencias sociales, como la construcción mental que asigna funciones y roles personales e interpersonales diferenciados en función del sexo".
Según el Observatorio, muchos hombres, asesinan a mujeres simplemente por el hecho de ser mujeres.
¿Estamos diciendo que las matan por el hecho de ser mujeres pero que el asesino ni siquiera ha reflexionado sobre ello cuando comete el crimen?
De hecho, es justamente así. La violencia de género es un crimen por convicción. El agresor aplica la violencia para mantener el comportamiento de la mujer dentro de unos parámetros que responden, exclusivamente, a la voluntad del hombre. De esta manera, el agresor está convencido de su legitimación para utilizar la violencia con el fin de lograr que la mujer se comporte conforme a un orden determinado. En eso, los agresores de mujeres no se diferencian de ninguno de los dictadores totalitarios que han asolado la historia de la Humanidad.
El agresor de género es un dictador que impone su voluntad por medio de violencia en el marco interpersonal de una relación de pareja. La sociedad, tal como la hemos construido, está sustentada en códigos de dominio masculin0 sobre la subordinación femenina.
A medida que el progreso ha ido avanzando, nos hemos ido liberando de discriminaciones y esclavitudes. La revolución francesa puso de manifiesto el fin de las esclavitudes de clase, la americana el fin de las esclavitudes de raza y la feminista el fin de la esclavitud de género. Ahora tenemos otras esclavitudes más globales, como la económica, la geoestratégica, pero las democracias han declarado abolidas legalmente aquellas otras tradicionales.
Sin embargo, por muy legalmente que se hayan subvertido ciertas esclavitudes, los códigos sociales continúan transmitiéndose de generación a generación.
La igualdad de ley existe, pero todavía tenemos techos, de cristal o de hormigón, que obstaculizan la equidad de acceso y representación entre hombres y mujeres. Esos techos están construidos con nuestros prejuicios, con nuestros modelos mentales, con nuestras formas de entender el mundo. Y estos productos mentales continúan heredándose. La familia es donde se practica la primera y más fuerte socialización. Afortunadamente, la transmisión de códigos de géneros es paulatinamente menos marcada en dominancia masculina en la sociedad de hoy, pero la decadencia del modelo hegemónico de masculinidad es lenta, costará muchas décadas y desigualdades todavía y, ante todo, exige que todos y todas lo tengamos claro, claro que existe y claro que queremos cambiarlo.
" El rol que asigna el modelo a los hombres en función de su sexo es dominar y a las mujeres, ser dominadas. Eso es así a grandes rasgos, sin entrar en tonalidades. Si estamos de acuerdo en que la sociedad continúa construyéndose en masculino pero que hay una revolución constante y sostenida hacia la igualdad de género, podremos continuar con el razonamiento que subyace a la violencia de género".
Hay hombres, los agresores de mujeres, que socializados como los demás en el código masculino dominante, entienden que su pareja tiene no sólo que comportarse de una manera determinada, sino que ’ser’ de una manera muy determinada. La violencia de género es el instrumento del agresor para anular la personalidad de la mujer y conformar un nuevo ser, una nueva identidad, sometida y subordinada a los deseos de ese hombre concreto.
En la medida en que la mujer opina, siente, razona, se conduce, se comporta, se expresa o se emociona desviándose del patrón de personalidad que el agresor considera debe ser el adecuado para ’su mujer’, el hombre utilizará la violencia.
Unos agresores harán uso intensivo de la violencia psicológica, otros la combinarán con violencia física y sexual, pero todos los que la ejercen lo harán con el objetivo de ’reconducir’ la personalidad e identidad de la mujer hacia parámetros de conveniencia masculina. El hombre, en un marco de violencia de género, es el tirano que se cree con legitimidad para someter a la mujer.
¿De dónde procede esa legitimidad?
Es autoconcedida, desde luego, pero además ese hombre agresor la entiende conferida por la sociedad, que hace décadas de forma explícita y en la actualidad más tácitamente le ha educado en la convicción de que, en cierto modo, tiene derecho a imponerse a ’su’ mujer, a exigir que ella se comporte como ’debe’ hacerlo una mujer.
Al final, pues, el hombre agresor no ejerce su violencia hacia la mujer en la conciencia literal de que lo hace porque ella es una mujer, sino en la convicción de que tiene derecho a someterla, a corregirla como persona, porque tiene superioridad moral sobre ella. Tal vez, si nos imaginamos la configuración de ese derecho tradicional y hegemónico en la mente del agresor, estaremos en mejores condiciones de entender la secuencia de violencia que conduce al asesinato.
El asesino mata a la mujer cuando no puede someterla
El asesinato de la mujer en violencia de género representa el fracaso del agresor para someterla. En realidad y paradójicamente el agresor no desearía llegar al asesinato, no querría, sino que, en función del código moral que ha establecido para respaldar su conducta autolegitimada de violencia, se ve obligado a llegar a esa solución final.
La realidad de muchas mujeres es mucho más trágica y dura de lo que incluso imaginamos. Lo que prefería el violento sería continuar ejerciendo su tiranía y tortura sobre la mujer durante toda la vida. El agresor llega hasta el asesinato porque la mujer quiere ser libre, tener la libertad que nos hemos dado en las imperfectas democracias tras innumerables sacrificios y revoluciones.
El Comercio, Observatorio de Igualdad de Género
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