Los cambios políticos de Nicaragua en 2024 dependerán tanto de las consecuencias internas y externas de la radicalización dictatorial, así como de la forma en que la comunidad internacional redefina su política y relación con el régimen Ortega Murillo. La situación económica proyecta un crecimiento moderado, pero sin un “boom” o distribución de la riqueza, que se mantiene concentrada en la cúpula cleptocrática. Las contradicciones internas dentro del régimen y la presión externa serán los factores que definan posibles reformas o hasta rupturas en el país.
Por Manuel Orozco / El Confidencial
La presión internacional irá afectando a Nicaragua (en acelerar o postergar la transición) y tiene que ver con tres grandes realidades, la global, las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y las dinámicas de América Latina y el Caribe.
El complejo entorno global
El deseo por un orden internacional pacífico está consumiendo las mentes de la gente y el mundo en un momento en que la geopolítica está asumiendo un rol predominante. El mundo concuerda que la cooperación solo es exitosa en democracia y sin cooperación no habrá estabilidad internacional.
Pero los retos globales están afectando a todos los países y tienen muchas aristas, tales como el cambio climático, la modernización económica y tecnológica equitativa, la solución pacífica a controversias como las de Israel-Gaza, Rusia-Ucrania, Nagorno-Karabakh, China-Taiwán, Siria, Corea del Norte, Sudán, Irán, Sudáfrica, y los golpes militares en África.
Para Estados Unidos, Europa como para otras democracias y organismos internacionales el balance de poder no se define en el campo de batalla, sino mediante negociaciones y concesiones en las que el cumplimiento de cualquier acuerdo está atado a presiones e incentivos que terminan produciendo beneficios mutuos. Sin embargo, la amenaza que representan estos coincide con una lucha hacia un reordenamiento geopolítico global, que puede incluir el uso de la fuerza.
La lucha por un orden político más justo se ha hecho más cuesta arriba de tal forma que los líderes democráticos están divididos entre cohabitar con dictaduras con modelos económicos desiguales, o hacer uso de herramientas de presión para promover la institucionalidad democrática junto con soluciones a conflictos sin entrar en la confrontación violenta.
Después de la pandemia y con la salida de las fuerzas extranjeras de Afganistán, el uso de las armas y la violencia ha retornado, con países y sociedades que oscilan entre el aislacionismo o la integración global. Lo que prevalecerá en 2024 es una reconsideración sobre cómo dar una respuesta proporcional en restaurar la estabilidad política, en medio de la incertidumbre de 40 elecciones presidenciales, una economía más competitiva e ‘inteligente’, y con países bajo la presión del avance tecnológico como motor de la productividad.
Muchos gobiernos tendrán que ceder, mientras otros se resisten a aflojar sus privilegios, como se observa en la polarización hondureña entre las élites populistas de Zelaya y las élites económicas tradicionales.
Nicaragua es de los pocos países que están optando por mantener un modelo autoritario en la oscuridad y el autoaislamiento. Una perspectiva es ‘wait it out’, esperar a que la dictadura se autodestruya. Hay certeza entre los expertos y tomadores de decisión que el tipo de régimen y los extremos a los que va estará concluyendo en una revuelta interna que pueda ser precipitada por un detonante en el corto plazo. La otra perspectiva es ejercer una presión de baja intensidad para provocar el desgaste de forma más acelerada. Este 2024 es decisivo sobre la opción que tome el mundo sobre Nicaragua.
El enigma de las elecciones presidenciales en Estados Unidos
De las cuarenta elecciones en el mundo, las presidenciales de Estados Unidos tienen a todos con los pelos de punta. La contienda entre Joe Biden y lo más probable Donald Trump, es cerrada, polarizada, e incierta.
La popularidad de Biden ha caído, especialmente en temas de migración e internacionales, pero en general, su credibilidad ha disminuido tanto en su capacidad ejecutora como en su condición física. La oposición republicana ha hecho lo posible para detener la agenda y el trabajo ejecutivo del presidente, al punto de votar por su impeachment. Biden se ha mantenido por encima del 40% de aprobación.
Trump, por otro lado, enfrenta cuatro juicios en su contra que oscilan entre fraude tributario, interferencia en las elecciones anteriores, y manipulación de documentos secretos. Su popularidad no es alta, pero es estable, mantenida en torno al 40% del electorado.
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