Concretar un impuesto para las empresas tecnológicas y el mercado que se nutre de estas, es un tema que se viene discutiendo desde hace ya un tiempo. Desde el mes de julio, 120 naciones que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), acordaron un impuesto mínimo mundial.
El Político
Esto trajo de inmediato el rechazo de las empresas tecnológicas y de los grandes monopolios de la comunicación por internet, pero no hay "vuelta atrás".
Sin embargo, incluso con un acuerdo, un régimen fiscal mundial no pasa de ser cualquier cosa menos un acuerdo que efectivamente esté en vigor.
En muchos países democráticos, los cambios fiscales solo pueden realizarse mediante la tramitación de una nueva legislación.
Por lo tanto, de momento este acuerdo es principalmente un gesto simbólico y puede que nunca llegue a materializarse.
Para los entendidos, la decisión supone un gran paso hacia la reforma del sistema fiscal mundial, ya que el acuerdo pretende:
1. Establecer un tipo impositivo mínimo mundial para las empresas del 15%.
En caso de que el impuesto mínimo mundial se adoptara y aplicara en todos los países, lo cual será muy difícil, acabaría con la existencia de los paraísos fiscales (países con impuestos de sociedades comparativamente más bajos que atraen a algunas empresas multinacionales por su exención fiscal).
Muchos inversores están empezando a preocuparse por el impacto que el aumento de los costes podría tener en los precios de las acciones de las multinacionales afectadas, muchas de las cuales son tecnológicas o similares.
Posibilidad remota del impuesto mínimo mundial
Un impuesto sobre sociedades mínimo mundial requiere una adopción casi unánime para ser efectivo. Basta con que un par de países poco cooperativos y de baja tributación lo rechacen para que el acuerdo caiga en saco roto.
Además, cualquier impuesto mínimo mundial probablemente tardaría años en promulgarse, una razón importante por la que creemos que los mercados de renta variable, los cuales descuentan escenarios futuros, no estén demasiado preocupados por un acuerdo que se aventura lejano en el tiempo.
Algunos países con tributos muy favorables, como Hungría (9 %), no han firmado el acuerdo de la OCDE.
El hecho de que Francia, Japón y Alemania hayan aceptado el impuesto mínimo mundial no es especialmente relevante, ya que sus tipos impositivos están por encima del mínimo propuesto.
Impuesto: Más desacuerdos que acuerdos
Los países más pequeños que utilizan tipos impositivos más bajos para atraer a las empresas son los más importantes. El desacuerdo de Hungría también podría tener efectos de gran alcance a nivel de la Unión Europea (UE).
Los cambios fiscales de la UE requieren la ratificación de los 27 Estados miembros para ser adoptados, por lo que con el rechazo de solo un país se podrá vetar el acuerdo.
Aunque es probable que Bruselas y los demás miembros de la UE presionen a los disidentes, alcanzar un acuerdo unánime será probablemente difícil. Sin la cooperación de la UE, la propuesta de la OCDE pierde gran parte de su fuerza.
También es obvio que algunos países podrían retirarse del acuerdo si se produce un estancamiento político en los gobiernos nacionales, lo que debilitaría aún más el acuerdo.
Por ejemplo, si Irlanda se rinde a la presión de la UE e intenta cambiar su ley del impuesto de sociedades, necesitará una mayoría en el Parlamento.
Dado que el gobierno que preside es una coalición de tres partidos con solo 83 de los 160 escaños del Dáil Éireann (cámara baja), bastaría con un puñado de opositores para echar por tierra cualquier legislación.
Por no mencionar que muchos otros países europeos tienen gobiernos de coalición débiles que pueden tener dificultades para aprobar leyes controvertidas, por lo que el bloqueo podría obligar a cualquiera de estos países a abandonar el acuerdo antes de que se materialice.
¿Y en cuánto tiempo se aprobaría el impuesto?
Un impuesto sobre los servicios digitales no es tan malo
Muchos países se quejan desde hace tiempo de que las empresas tecnológicas y similares se lucran con las transacciones con sus ciudadanos y canalizan los ingresos fiscales hacia países de baja tributación.
El componente del impuesto sobre los servicios digitales del acuerdo de la OCDE pretende trasladar algunos derechos fiscales de los países de origen de las grandes empresas multinacionales a los países donde obtienen sus beneficios.
Aunque un impuesto sobre los servicios digitales podría generar un modesto efecto negativo sobre los beneficios de algunos gigantes tecnológicos, puede que no sea del todo malo para estas empresas.
En la actualidad, las multinacionales tecnológicas y afines deben cumplir con diversas normativas fiscales en los países en los que operan, lo que resulta increíblemente complicado y caro.
Un impuesto mundial sobre los servicios digitales podría ser mucho más fácil y barato de aplicar para estas empresas que un mosaico de impuestos individuales sobre los servicios digitales en diferentes países.