Aunque resulte irónico, una de las personas más entusiastas con la implementación del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc es un francés, quien también ha sido uno de los responsables de los avances. Se trata de Jean Arnault, jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia.
Arnault conoce la arquitectura del Acuerdo como pocos, ha sido testigo de excepción. Tiene la responsabilidad de constatar que lo plasmado en el Acuerdo se cumpla y aunque sabe que se han presentado disidencias, considera que no es un porcentaje relevante, pues se trata, por ahora, de máximo 250 hombres de 10.000 que tiene las Farc. Por eso, afirma que no estamos cerca de una reavivación del conflicto.
¿Cree que se logrará la dejación total de armas por parte de las Farc de acuerdo con el calendario?
“Hemos aprendido a no comprometernos con fechas. Si llegamos al 100 % de la entrega de armas el 20 o el 25 de junio, no tiene mayor impacto para nosotros. Creo que hay una voluntad clara de no traicionar las expectativas. Las Farc insisten en que se trata de compromisos recíprocos y el Gobierno tiene que asumir su responsabilidad sobre la seguridad física, socioeconómica y jurídica de la guerrilla. En ese tema siempre hay tensiones y reclamos. Pero, en breve plazo, tendremos una dejación completa de armas”.
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¿Afecta la imagen del proceso los anuncios que no se cumplen?
“Es dañino, pero no es nuevo. Durante la negociación la apuesta por fechas topes ha sido permanente, pero nunca se respetaron, finalmente ya nos acostumbramos. En la fase final de la dejación de armas no dudo que puede haber incumplimientos, estoy de acuerdo que fijarse plazos y no respetarlos, no es precisamente la mejor forma de ganar credibilidad. Recuerdo el 23 de marzo de 2016, como fecha para finalizar la negociación, no se cumplió y eso generó una especie de crisis. Pero, con relación al acuerdo del 29 de mayo, que trató la entrega de armas, se va cumplir. La fecha es lo menos importante”.
El Acuerdo plantea fundir armas y construir monumentos ¿Es posible que se empleen para aclarar delitos o para trazabilidad de tráfico de armas?
“El Acuerdo es sobre la destrucción del armamento, no sobre la utilización de estas para fines investigativos o judiciales. Prevé que se inutilicen y luego hay un planteamiento sobre la creación de monumentos. Nosotros lo que hacemos es verificar. No es claro su destino final (qué clase de monumentos), pero la perspectiva de la inutilización y conversión en algo más está a punto de darse, estamos hablando de semanas”.
¿Con la búsqueda y destrucción de caletas el desarme llegará al 100 %?
“Estamos viendo en las Farc una intención de acelerar el desmantelamiento de las caletas. Los retos logísticos y de seguridad son inmensos. En el caso de Tumaco, por ejemplo, hay presencia de grupos armados. Este proceso de extracción de caletas se llevará a cabo bajo la verificación de la ONU hasta el primero de septiembre y, desde ese momento, pasará a ser responsabilidad de la Fuerza Pública. Es un tema inusual en los procesos de paz, por lo general, la neutralización de las caletas es una responsabilidad del Estado. Este es un proceso que involucra a la Fuerza Pública, por sus particularidades (grupos armados, minas y economías ilegales). Vamos a llegar al 100 % de la entrega de las armas el primero de septiembre. Pienso que la discusión para las Farc es más por un tema de dignidad, es más digna la búsqueda por parte de ellos, que la alternativa de la Fuerza Pública”.
Esto plantea que Fuerza Pública y Farc tendrán que trabajar de forma conjunta, en el pasado esto hubiera sido imposible…
“Habría sido inconcebible el proceso de preconcentración de 7.000 hombres de las Farc si no hubiera existido una capacidad de cooperación con la Fuerza Pública. Esto es excepcional. Hay una colaboración constante que da la certeza a la verificación de la finalización del conflicto. Creo que esta convicción es una de las principales garantías de no repetición”.
¿Es normal la cercanía y el respeto que se ve entre la Fuerza Pública y los guerrilleros?
“Lo es en procesos exitosos. La necesidad de un diálogo directo entre beligerantes es fundamental. Es peligroso firmar un acuerdo de paz sin la convicción, de ambas partes, de que la guerra ha terminado. Si esto no se da, los procesos son extremadamente frágiles. De repente, se puede aprovechar el cese para sacar la ventaja estratégica que no se logró durante el conflicto. La razón por la cual avanzamos hacia la dejación de armas, es por la convicción de los beligerantes de que ya ha terminado la guerra”.
Viene una segunda misión, la de reinserción. ¿Están listos para la verificación?
“El presidente Santos hizo la solicitud hace apenas unos días, pero, el despliegue actual, en las 29 zonas veredales, nos permite tener una visión clara de los avances. Recuerde que no se trata solo de la construcción de un campamento, también se está garantizando salud, alimentación y cuidado, en términos de seguridad. Si el Consejo (de la UNU) decide a favor de este mandato. Estamos en capacidad de empezar desde ya”.
En el Congreso y en la Corte se han presentado algunos tropiezos
¿es un mal síntoma?
Si miramos los procesos de paz desde una perspectiva global, cuando los compromisos están fuera del Ejecutivo entran en una zona complicada. El tema es la capacidad de que la agenda legislativa desemboque en una arquitectura bastante impresionante de decisiones en temas jurídicos y seguridad física y socioeconómica. Tanto el Congreso, como el Presidente, desde el ámbito de los decretos, han desarrollado una actividad impresionante. Lo que observamos no es la posibilidad de socavar el proceso, por el contrario, nos parece que el Congreso ha acompañado la agenda.
¿Será suficiente con los tres años de acompañamiento?
“Lo importante no es el plazo, tenemos que acompañar el proceso y dar confianza. Dar la garantía que, para bien o para mal, está asociada con la presencia de un organismo internacional imparcial. Tenemos cierta fobia a un patrón que se ha dado en otros países y es que las Naciones Unidas entra y tiende a quedarse por diferentes razones. El éxito es salir con la satisfacción de que los elementos de consolidación de la paz están en su lugar, de que esto ha terminado. Ahí nos iremos satisfechos”.
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