La Asamblea Nacional de Venezuela, electa en 2015, aprobó este lunes la Reforma del Estatuto de Transición, en primera discusión, para transferir funciones ejecutivas al Poder Legislativo.
Apolinar Martínez/ El Político
En la reunión de los integrantes de la Asamblea Nacional se aprobó en primera discusión la Reforma del Estatuto de Transición. Mediante la cual se transfieren funciones ejecutivas al Poder Legislativo. En otras palabras, le resta poder a Juan Guaidó. Al tiempo que extiende la vigencia del mandato del Gobierno Interino y del Legislativo electo en 2015 (ahora con funciones de gobierno parlamentario).
Lo que ha dejado tanto resentimiento y malestar, que hasta es posible que, en la continuación del debate, el jueves, se puedan tomar medidas que contradigan lo acordado en la primera discusión.
Baste para apreciar lo duro de la situación, que contrarios a la decisión de extender el mandato, se encuentran figuras opositoras como María Corina Machado, Julio Borges y Henrique Capriles Radonski.
Debe señalarse, sin embargo, que dirigentes como Leopoldo López, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales o Andrés Velásquez están de acuerdo con lo aprobado.
Mientras que expertos constitucionalistas cuestionan el estatuto aprobado por establecer un gobierno parlamentarista. Algo que contraviene lo establecido en la Carta Magna.
¿Acelerar la transición?
La situación de Venezuela, particularmente la económica, con su carga de pobreza, es insostenible y requiere de una sacudida institucional. La tarea en el campo opositor es saber cómo encontrar a quien dirigirá ese combate.
Juan Guaidó, María Corina Machado, Julio Borges, Leopoldo López o Henrique Capriles pueden tener condiciones y aspiraciones para dirigir la transición, pero deben ser los ciudadanos quienes tengan la última palabra.
Las élites por buenas que sean, no siempre tienen la verdad.
Los desacuerdos en el seno de la oposición parecen indicar que para lograr la transición se requiere algo más.
Quizás haya que mirar al pasado. El Pacto de Punto Fijo es un ejemplo a estudiar, que no necesariamente para copiar.
Punto Fijo, una lección de la historia
El llamado “Pacto de Punto Fijo” se firmó el 31 de octubre de 1958. Fue la respuesta que tres líderes, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, encontraron para responder a diez años de la terrible dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Era la concreción de una reunión previamente realizada en Nueva York. En la que los tres líderes, tras muchos años de controversias y discusiones, coincidieron para enrumbar al país por el camino de la transición democrática.
En él los partidos Acción Democrática, COPEI y URD, se comprometieron a restablecer la Democracia y la institucionalidad. Así como darle altura al debate electoral y respetar el resultado de las elecciones.
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba tenían merecimientos par ser presidentes. Pero fue el pueblo, en elecciones libres, quien lo decidió.
El Pacto de Punto Fijo se cumplió a perfección durante el régimen de Rómulo Betancourt (1959-1964). Al gabinete se incorporaron adecos, copeyanos y urredistas.
URD se retiró del gobierno y del pacto en 1962. Quedaron solos AD y Copei, hasta el final del período.
Luego, en el gobierno de Raúl Leoni en 1.964, se aplicó el llamado Gobierno de Ancha Base para integrar el gabinete.
Con sus fortalezas y debilidades el Pacto de Punto Fijo permitió a los líderes de ese entonces dejar de lado sus egos y puntos de desencuentro, para afincarse en el objetivo en el que todos coincidían: Establecer una sólida democracia en Venezuela.
Una lección que los liderazgos actuales parecieran no haber aprendido…por ahora.