Es el 27 de mayo de 2001 y unas 40 personas se reúnen en una casucha en el número 246 de la Cañada Real de Valdemingómez, a las afueras de Madrid. Las mujeres se quedan dentro de la casa; los hombres, bajo una carpa, celebran un bautizo. Ha nacido Ousama, el tercer hijo de Mustapha Maymouni, inquilino de la casa, albañil, marroquí y muy religioso. En esa celebración rezan juntos quienes formarán parte del núcleo de los atentados del 11-M, tres años después.
Así fue, según el relato de varios testigos que consta en el sumario del 11-M, el tenebroso bautizo del madrileño Ousama Maymouni Amara en suelo español. Y si su vida empezó con la predicación de la muerte, continuó por la misma senda.
Porque cuando el niño apenas tenía dos años, su padre fue detenido en Marruecos por su vinculación con el atentado contra la embajada española en Casablanca, que dejó 45 muertos. Y cuando cumplió los tres, su tío el Tunecino, considerado el cabecilla del 11-M, se suicidó en un piso de Leganés tras dejar 192 fallecidos. Hoy, cumplidos los 15, el pequeño Ousama es uno de los 20 menores españoles que las Fuerzas de Seguridad han detectado en las filas del autodenominado Estado Islámico (IS) o Daesh.
Los investigadores antiterroristas incluyen en este número a aquellos niños que han nacido en España, a aquellos que llegaron muy pequeños con sus padres y han desarrollado la mayor parte de su vida aquí y a quienes, por el motivo que sea, tienen fuertes vínculos con nuestro país. A esa lista añaden los seis niños que han nacido en Siria después de que sus padres decidieran vivir en el territorio en guerra dominado por el Daesh. En total, 26 menores españoles.
El criterio por el que unos y otros forman parte de un mismo grupo es claro: todos ellos son motivo de alarma, porque si no mueren al combatir y eligen regresar a su país de origen para atentar, decidirán volver a España.
La mayor parte de los menores desplazados al Estado Islámico parecen haber nacido con el destino escrito a sangre y fuego desde la cuna. El Daesh está enormemente orgulloso de una generación occidental que no alberga ninguna duda sobre la dureza de la yihad porque no conoce otra cosa. Es muy difícil huir de una infancia en la que, desde los dos años, tus padres te impelen a repetir el mantra de que "Alá es Grande y el Estado Islámico permanece", como ocurría con el hijo de Fouad Bouchihan, detenido esta semana en Barcelona y que se comunicaba a través de las redes sociales con el adolescente Ousama.
Con información de El Mundo de España