Cuando Jesús Eduardo Rodríguez ya no pudo encontrar su medicamento para el VIH en Venezuela, un país donde todo escasea, desde el pollo hasta las aspirinas, recurrió a Google hace aproximadamente un mes en busca de esperanza. Lo que encontró fueron historias sobre un médico brasileño que usa una planta llamada suriana, o guásimo, para tratar a sus pacientes con VIH.
Sin otras opciones, Rodríguez comenzó a automedicarse con guásimo. Compra las hojas de color verde oscuro en el mercado, las mezcla con agua en una licuadora y bebe la mezcla picante tres veces al día.
“Desde que comencé a tomarlo, me he sentido mejor”, dijo Rodríguez, de 50 años, quien en el 2013 fue diagnosticado con el virus de la inmunodeficiencia humana, que puede producir el sida. “Tal vez este es el remedio que Dios me envió después de todas mis oraciones”.
Que Rodríguez y otros como él estén recurriendo desesperadamente a la medicina casera es una señal más de cuán grave se ha vuelto la crisis económica de Venezuela. A pesar de que la nación sudamericana tiene enormes yacimientos de petróleo, décadas de mala administración y corrupción han destruido un sistema de salud que solía ser la envidia de la región.
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— El Político (@elpoliticonews) July 24, 2018
Ahora, incluso medicamentos básicos como los antibióticos y la insulina pueden ser difícil o imposibles de encontrar. Los médicos están huyendo en masa para escapar de la hiperinflación y el hambre. Los que se quedan dicen que están paralizados por constantes carencias. Los trabajadores de la salud en diferentes partes del país se han declarado en huelga más de 580 veces este año exigiendo aumentos salariales, pero también cosas básicas como vendajes, analgésicos y agua potable.
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