Dos hombres, dos militares, forman parte de los pilares sobre los que se cimienta la estructura que levantó Nicolás Maduro, con el objeto de atornillarse en el poder.
El Político
Vladimir Padrino López, actual ministro de la Defensa, e Iván Rafael Hernández Dala, jefe de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), son los generales de confianza del dictador chavista.
Ambos cursaron estudios en la Academia Militar de Venezuela (hoy Universidad Militar Bolivariana). Ambos forman parte del Ejército, un brazo que, junto a la Armada, la Fuerza Aérea, la Milicia y la Guardia Nacional, integra las Fuerzas Armadas venezolanas.
Padrino López actúa como puente entre Maduro y los integrantes del mundo castrense. El enlace es necesario, pues el líder chavista proviene del mundo civil y no del gremio militar.
Al no portar charreteras ni condecoraciones, Maduro no tiene la ascendencia que sí llegó a exhibir Hugo Chávez. El fallecido presidente venezolano alcanzó el rango de teniente coronel. Su influencia entre los hombres de verde oliva era indiscutible.
Iván Rafael Hernández Dala es, por su parte, el responsable de mantener a raya a los soldados y civiles, cuyos pensamientos y planes puedan contrariar los intereses de la “revolución bolivariana”.
Desde la DGCIM, el general es quien instruye las detenciones arbitrarias de supuestos enemigos del chavismo. También avala su encarcelamiento en celdas de tortura, sus maltratos y vejaciones, así como las declaraciones bajo coacción de muchos de ellos.
Hernández Dala, quien también dirige la Guardia de Honor Presidencial (el cuerpo castrense que está a cargo de la seguridad de Maduro), utiliza a tres colegas de alto rango como sus ejecutores.
El general Rafael Antonio Franco, el coronel Hannover Esteban Guerrero y el teniente coronel Alexander Enrique Granko Arteaga son los encargados de cumplir con las desapariciones forzadas, arrestos ilegales y demás violaciones que se ordenan en línea descendente.