El Papa Francisco autorizó la declaración como santos de Antonio, Cristóbal y Juan, conocidos como los niños mártires de Tlaxcala, asesinados “en odio a la fe” entre 1527 y 1529.
De acuerdo a la sala de prensa del Vaticano, el pontífice aprobó las recomendaciones de un grupo de cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos, quienes votaron a favor de la canonización de los adolescentes.
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La aprobación tuvo lugar durante una audiencia que concedió Jorge Mario Bergoglio al prefecto de esa congregación vaticana, el cardenal Angelo Amato, este viernes.
Así, el Papa dio luz verde para que los jóvenes indígenas sean elevados al honor de los altares, pero aún falta que el mismo Francisco determine cuándo y dónde se llevará a cabo la ceremonia de canonización, durante un próximo Consistorio ordinario (reunión con cardenales).
De gran veneración popular, Antonio, Cristóbal y Juan son consideradores los primeros mártires de todo el Continente Americano; se convirtieron al cristianismo tras ser evangelizados por los frailes franciscanos y dominicos.
Los misioneros franciscanos llegaron a México-Tenochtitlán en 1524, tres o cuatro años de su muerte, dividiéndose en cuatro regiones: México, Texcoco, Huetzingo y Tlaxcala.
Cristóbal, llamado también con el diminutivo “Cristobalito”, nació en Atlihuetzia (Tlaxcala) entre 1514 y 1515; era el hijo predilecto y heredero del cacique Acxotecatl. Asistió a la escuela de los misioneros franciscanos.
Tras una discusión, el muchacho comenzó a romper los ídolos paganos de su padre y este último urdió un plan para asesinarlo: lo molió a golpes y luego lo tiró a un fuego. Aunque su madre lo salvó, murió unos días después. Todo ocurrió en 1527, Cristóbal tenía 13 años.
Antonio y Juan nacieron entre 1516 y 1517 en Tizatlán (Tlaxcala). Antonio era nieto y heredero de un cacique local, mientras Juan era su servidor; ambos asistían a la escuela de los franciscanos.
Ellos decidieron acompañar a unos frailes en una expedición a Oaxaca, para fungir como intérpretes ante otros indígenas. En Cuauhtinchán, Puebla, fueron atacados por algunos lugareños mientras recogían los ídolos de barro.
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Primero golpearon con palos a Juan, quien murió al momento. Antonio fue apaleado hasta perder la vida tras reclamarle a los asesinos. Sus cuerpos fueron tirados en un terreno cerca de Tecalco, pero fueron recuperados y trasferidos a Tepeaca, donde recibieron cristiana sepultura.
Los tres niños mártires de Tlaxcala fueron declarados beatos por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México, el 6 de mayo de 1990.
Con información de EFE y El Sol de México