El médico laico latinoamericano José Gregorio Hernández, beatificado en plena pandemia (abril de 2021), ha sido puesto este miércoles 13 de septiembre por el Papa Francisco en la Audiencia general como “testigo apasionado del anuncio del Evangelio”, en su ciclo de catequesis sobre “La pasión por la evangelización, el celo apostólico del creyente”, que comenzó en enero.
El Político
El Papa ha manifestado que “verdaderamente la caridad fue la estrella polar que orientó la existencia del beato José Gregorio: persona buena y solar, de carácter alegre, estaba dotado de una fuerte inteligencia; se hizo médico, profesor universitario y científico”, aseguró el medio católico Omnes.
“Pero sobre todo”, ha añadido, “fue un doctor cercano a los más débiles, tanto para ser conocido en la patria como “el médico de los pobres”. A la riqueza del dinero prefirió la del Evangelio, gastando su existencia para socorrer a los necesitados. En los pobres, en los enfermos, en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús. Y el éxito que nunca buscó en el mundo lo recibió, y sigue recibiéndolo, de la gente, que lo llama “santo del pueblo”, “apóstol de la caridad”, “misionero de la esperanza”.
El Santo Padre ha subrayado asimismo que el beato José Gregorio, cuya fiesta litúrgica se celebra el 26 de octubre, “nos estimula también en el compromiso delante de las grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy. Muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal”.
“Pero el cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a ensuciarse las manos, sobre todo, como nos ha dicho san Pablo, a rezar (1 Tm 2,1-4), y después a comprometerse no en chismorreos, sino a promover el bien, a construir la paz y la justicia en la verdad”, ha dicho el Papa, “También esto es celo apostólico, es anuncio del Evangelio, es bienaventuranza cristiana: ‘bienaventurados los que trabajan por la paz’ (Mt 5,9)”.
Promover el bien como José Gregorio
El Romano Pontífice ha destacado que José Gregorio era un hombre humilde, gentil y disponible. Pero “su fragilidad física no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más esencial. Este es el celo apostólico: no sigue las propias aspiraciones, sino la disponibilidad a los diseños de Dios. Llegó así a acoger la medicina como un sacerdocio: ‘el sacerdocio del dolor humano’. ¡Qué importante es no padecer pasivamente las cosas, sino, como dice la Escritura, hacer cada cosa con buen ánimo, para servir al Señor!”, ha subrayado el Papa.
Y al preguntarse de dónde le venía a José Gregorio este entusiasmo y este celo, el Santo Padre se ha respondido: “De una certeza y de una fuerza. La certeza era la gracia de Dios. Él era el primero en sentir la necesidad de gracia, mendicante de Dios. Por tanto, le venía natural cuidar de quien mendigaba en las calles y tenía necesidad extrema del amor que él recibía gratuitamente cada día de Jesús. Y esta es la fuerza a la que recurría: la intimidad con Dios”,
El beato venezolano “era un hombre de oración: cotidianamente participaba en la misa y recitaba el rosario. En la misa unía a la ofrenda de Jesús todo lo que vivía: llevaba a los enfermos y a los pobres que ayudaba, a sus estudiantes, las investigaciones que emprendía, los problemas que tenía en el corazón. Y en contacto con Jesús, que se ofrece en el altar por todos, José Gregorio se sentía llamado a ofrecer su vida por la paz. No podía tener para sí esa paz que tenía en el corazón recibiendo la Eucaristía”.
Con información de Omnes