La profunda decepción que supusieron los resultados de las elecciones generales mantiene aún a Podemos sumido en la tristeza. Máxime, cuando en estas semanas está quedando patente la notoria pérdida de influencia de la formación de Pablo Iglesias en la vida política. El partido se encuentra atrapado en un estado de permanente espera mientras que sus principales rivales acaparan todos los focos por su papel en la investidura. La buena noticia para Podemos es que mientras aguarda a que se sucedan los acontecimientos para entrar en juego -sobre todo si el PSOE acabase perdiendo el pulso para anunciar una abstención-, el adelanto de las elecciones vascas y gallegas al 25 de septiembre le ofrece una oportunidad de oro para recuperar la sonrisa y el protagonismo. Pueden ser unas elecciones como terapia contra la depresión.
«Las campañas nos sientan bien». Esta frase la han repetido una y otra vez los principales portavoces de Podemos en las sucesivas citas electorales. Y lo cierto es que, al margen de cuál fuera luego el resultado, siempre les han servido para inyectar grandes dosis de optimismo y vitalidad a la organización. Es una realidad que Podemos es el partido que hoy por hoy celebra los actos más multitudinarios en campaña y que sus mítines tienen una carga de energía genuina. Entre otros factores, porque su militancia está más movilizada que las demás. Otra cosa es su electorado, que al ser muy diverso, opera con otras variables que van más allá de apelar a la épica o las emociones. Como se vio el 26-J, donde fue determinante la gestión de Iglesias en las negociaciones con el PSOE o el pacto con Izquierda Unida.
«Las campañas nos sientan bien», es la convicción general en el partido
Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, las elecciones vascas y gallegas se presentan como una gran oportunidad para Podemos para salir del letargo y regresar a la primera línea. Sobre todo, porque son dos comunidades autónomas donde el partido de Iglesias y sus socios cuentan con perspectivas realmente optimistas. No hasta el punto de disputar la victoria al PNV de Iñigo Urkullu o al PP de Alberto Núñez-Feijóo, pero sí como para tratar de dar una nueva batalla por el sorpasso al PSOE, en esa perpetua pelea entre los dos por la hegemonía de la izquierda.
Lea nota completa en El Mundo