Todo fue un mal sueño. Aquellos días en los que Podemos se presentaba en un empate técnico con el PP no fueron más que una ensoñación. Las conclusiones que la formación extrae de los diferentes estudios realizados tras el fiasco electoral apuntan a que la contienda estaba perdida antes de empezar y que la desmovilización que le llevó a perder más de un millón de votos se produjo antes de la campaña y antes incluso del pacto con Izquierda Unida.
Tanto el informe del secretario político, Íñigo Errejón, como el estudio demoscópico de Carolina Bescansa, concluyen que esa desmovilización se debió a la gestión del trabajo parlamentario desde el mes de enero. Durante todo el día de ayer Podemos debatió en la reunión del Consejo Ciudadano las consecuencias del fiasco electoral, con ánimo de pasar página a una de las etapas más complicadas de la formación.
Esa enmienda a los meses de trabajo parlamentario apunta directamente a la gestión de Pablo Iglesias, aunque la formación ha blindado la cuestión de su liderazgo. Incluso el propio líder pidió en su discurso no caer en la «fetichización» de estos informes. En su intervención Iglesias no planteó atisbo de autocrítica, e incluso llegar a asegurar que en ocasiones fueron «víctimas de nuestra propia lucidez».
Pero el informe de Errejón destaca que existió una «disonancia» entre el tono de la campaña (muy optimista y con «la sonrisa de un país» como lema) y el empleado durante los meses en que se abordaron las gestiones de la formación de Gobierno (con Iglesias reclamando la vicepresidencia a Sánchez y luego votando contra su investidura o el polémico discurso de la cal viva).
Las conclusiones del informe de Errejón reconocen que la formación «subestimó» el peso del trabajo institucional. Y ese es el reto que se marca ahora la formación: «ser a la vez sexys y generar un discurso solvente» para llegar mejor a una parte de la población que «necesita tener certezas» y que quiere que Podemos pase «por el filtro de lo institucional». Es lo que el número dos del partido define como inventar «sentidos políticos nuevos» y «dejar de ser un vehículo frenético que corre y corre» abandonando la forma de la máquina de guerra electoral: del asedio al cerco: «No se ha cerrado el proceso de cambio español, pero se ha ralentizado», señalaban ayer desde el equipo de Errejón.
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