El PP y el equipo de Mariano Rajoy concluyeron, tras el primer espejismo de su aplaudida intervención con sorna en el debate de la votación negativa de su investidura, que nada ha cambiado para mejor para sus intereses. Contaban con voto negativo del PSOE, pero la dura intervención de Pedro Sánchez cerró cualquier “resquicio a una rectificación en breve”. El PP solo confía en una improbable rebelión interna en el PSOE para evitar otras elecciones en diciembre.
El propio Rajoy se confesó de entrada en su primera réplica a Sánchez algo sorprendido por el tono tan agresivo y nada condescendiente con el que le volvió a tratar el secretario general del PSOE, el partido al que necesita para que su investidura salga adelante de forma activa o indirecta con su abstención. El martes, en su discurso programático, Rajoy ya evitó aludirle directamente hasta cuando le ofreció cinco pactos de Estado y otros dos sectoriales. No fue casual. Pretendía guardar las formas parlamentarias para poder pedirle en algún momento su apoyo, aunque solo fuese para desbloquear el arranque de la legislatura.
Sánchez, ayer, no quiso llamar a engaño a nadie, ni en el PP, ni en los medios de comunicación ni en la opinión pública ni mucho menos en las propias filas de su partido. El no que le volvió a espetar a Rajoy fue más sonoro que nunca en estos ocho meses de bloqueo político del país. Sánchez aceptó que España requiere un Gobierno con urgencia pero no uno malo, ni , menos aún, uno presidido por Rajoy, al que enmendó en todo y especialmente por sus recortes e ineficacia en la gestión del Ejecutivo y por la corrupción en su partido.
Rajoy volvió a ser cogido por sorpresa en la virulencia de ese ataque y quiso esgrimir a continuación que había querido ser deferente y más cuidadoso en sus expresiones que otras veces en sus debates parlamentarios. “No abuse”, le llegó a advertir.
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Luego tiró de ironía gallega, algo que le agrada particularmente y que recaba muchos aplausos en sus filas y en sus bases, y constató ante Sánchez que si la candidatura popular era tan mala como para no permitir ni una mísera charla, la opción que encabeza el líder del PSOE debía ser “pésima” al obtener 52 escaños y casi dos millones y medio de votos menos en las últimas elecciones.
Rajoy reiteró su argumento de que, tras ganar dos veces las elecciones, aumentar su distancia de las demás fuerzas y dejar pasar unos meses cruciales para la economía y el empleo en España, ahora es mucho más necesario que nunca un Gobierno de su partido, con el apoyo externo de Ciudadanos y Coalición Canaria. Y requirió del PSOE simplemente que no lo bloquee. Corroboró así que la gran coalición que en su día ansió es imposible y acabó por pedir únicamente que se le deje gobernar para no tener que repetir por tercera vez unas elecciones en menos de un año.
El PP, que el martes se marchó del Congreso algo alicaído por el tono cansino y de trámite del discurso de su candidato, recuperó ayer el pulso ante los vanos pero agudos sarcasmos de Rajoy. Pero en el patio y los pasillos del Congreso los diputados populares y miembros del Gobierno se preguntaban frustrados: “¿Y ahora qué?”. Y se respondían casi de forma unánime: “Nada, todo está igual de parado o incluso peor”.
La mayoría de los dirigentes populares consultados convenían tras la sesión que Rajoy saldrá esta semana del Congreso derrotado en su intento de investidura y con los puentes de conexión aún más destrozados con Sánchez. Algunos dirigentes del PP y de su equipo, la minoría, aún quieren creer en una poco probable corrección del rechazo de Sánchez si el PSOE sufre un batacazo en las próximas elecciones autonómicas tanto en Galicia como en el País Vasco, que se da por hecho. En las filas socialistas se augura también un mal dato en ambas citas electorales, pero se esgrime que Sánchez ya ha demostrado que es rocoso en sus convicciones y que una rectificación a las expresiones proferidas ayer se puede considerar imposible.
Extraño ambiente
La mayoría de los populares prefieren especular con el extraño ambiente de tensión y presiones que observan en el PSOE. Escuchan en privado opiniones de diputados, senadores o dirigentes territoriales socialistas y quieren pensar que en algún momento las trasladarán a un foro u órgano oficial de ese partido y estallará el conflicto larvado. Pero en el PP expresan ese deseo con la misma intención con que escrutan a determinados parlamentarios del grupo socialista que aplauden poco o nada las alocuciones de su líder. Quieren ver más divisiones y crisis en el PSOE y en el entorno de Sánchez de las que se conocen realmente. Y conceden que es casi inviable que ningún relevante dirigente socialista se vaya a atrever a demandar ahora en público que los diputados del PSOE permitan la investidura de Rajoy, desautoricen así brutalmente a Sánchez, provoquen su caída y se proclame a continuación aspirante a dirigir ese partido. En la cúpula actual del PSOE suscriben totalmente ese análisis.
Con información de El País