Cuando Abiy Ahmed, galardonado con el Nobel de la Paz, fue nombrado primer ministro de Etiopía hace año y medio no había un solo tuk-tuk (motocarro) y una esquina en prácticamente todo el país que no tuviera una pegatina con su cara. Era el soplo de aire fresco que necesitaba un gigante como Etiopía.
El Político
El Comité Nobel de Noruega ha reconocido este viernes sus esfuerzos por alcanzar la paz y la cooperación internacional y su iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con Eritrea.
Abiy trajo promesas de apertura, democratización y reconciliación y tradujo -algunas- en realidades: un Gobierno paritario, una mujer como presidenta, sacar a partidos opositores de la lista de grupos terroristas, o la paz tras 20 años de guerra con la vecina Eritrea, entre otras.
Tal era el nivel de entusiasmo que supuso para un país teñido desde hace años con un Parlamento monocolor y líderes de decisiones autocráticas, que medios internacionales como la revista "The Economist" empezaron de hablar de "Abiymanía".
Sus detractores creen, no obstante, que lo de este joven de la etnia oromo es un lavado de cara que esconde pocas soluciones a problemas de raíz de la segunda nación más poblada de África (más de 100 millones de habitantes), como las tensiones étnicas, que lo han colocado como el país con más nuevos desplazados del mundo, y la falta de federalismo.
Origen humilde y multiétnico
Con 43 años, es probablemente el líder político con más educación del país, y en su currículum cuenta con un doctorado, experiencia militar y la creación de la Agencia de Seguridad de Redes de Información (INSA), servicio de espionaje del país africano.
El primer ministro etíope nació el 15 de agosto de 1976 en Agaro, un área rica en recursos naturales y café -el producto estrella de la exportación etíope- de la región de Oromia (suroeste), donde vive el grupo étnico más grande del país, los oromos.
Creció en una familia multicultural formada por una madre amara -el otro gran grupo étnico del país- de religión cristiana ortodoxa y un padre oromo musulmán.
Abiy Ahmed "creció durmiendo en el suelo" en una casa que no tenía ni electricidad ni agua corriente. "Íbamos al río a recoger agua", dijo en una entrevista en septiembre con la radio Shepher FM. Y añadió que no conoció la electricidad y el asfaltado hasta que cumplió 10 años.
Casado y con tres hijas, Abiy habla con fluidez, además de inglés y amárico (principales lenguas del país), oromo y trigriña.
Fueron estas raíces mestizas, unidas a su juventud y el carisma de un líder que se ha ganado la opinión internacional, el signo que trajo esperanza a la población, que lo consideraba la persona que podía liderar la anhelada unidad nacional después de años de protestas constantes de oromos y amaras.
Las tensiones, después de que fuese nombrado primer ministro el 2 de abril de 2018, siguen ahí, ya que, a pesar de algunos buenos gestos como las amnistías a presos políticos, Ahmed ha sufrido diversos ataques para acabar con su vida, golpe de estado, orquestado por un antiguo general de brigada en la región de Amara.
La esperanza del Cuerno de África
En su corta legislatura, Abiy también ha destacado como hábil diplomático en un país que alberga la sede de la Unión Africana, y puede atribuirse el haber mediado en dos grandes contenciosos internacionales: el último acuerdo de paz en Sudán del Sur y la transición pacífica en Sudán tras la caída de Omar al Bashir.
A pesar del reconocimiento internacional, los expertos son menos optimistas: "Abiy ha tenido algunos éxitos en términos de política exterior, pero ha habido esta forma de optimismo equivocado desde el exterior, de que puede transformar el Cuerno de África", dijo James Barnett, un experto en África oriental en el grupo de expertos del American Enterprise Institute.
"El Cuerno es volátil, dudo que un solo líder pueda deshacer décadas de desconfianza y luchas de poder".
Además, sus logros se han visto nubladas por algunas críticas y por el hecho de que Etiopía fue en 2018 el país con más nuevos desplazados del mundo, crisis que dejan latente los problemas multiétnicos de una nación a la que Abiy quiso traer la paz. Y la sequía y el hambre en la región, que siguen siendo causando estragos.
Fuente: Reuters