El presidente de Rusia, Vladímir Putin, descartó este miércoles plantear un debate sobre la restitución de la monarquía en el país, recalcó el Kremlin en el día en que se cumple un siglo desde la abdicación del último zar, Nicolás II.
Redacción El Político
“En los últimos cinco años se le ha preguntado varias veces sobre el tema y se ha visto obligado a responder en uno u otro contexto. Putin afronta sin optimismo semejantes ideas”, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, al ser preguntado por los periodistas sobre la conveniencia de restituir la monarquía en Rusia, reseñó Efe.
Poco antes, el jefe de la anexionada Crimea, Serguéi Axiónov, aseguró que “Rusia necesita la monarquía”.
“No necesitamos una democracia como la que promueven los medios occidentales. Tenemos nuestros valores tradicionales, ortodoxos. En las condiciones actuales, en las que nos enfrentamos a un enemigo exterior, la democracia sobra. Me refiero a ese libertinaje al que muchos entienden como democracia”, dijo el líder de Crimea.
Peskov comentó que las palabras de Axiónov reflejan únicamente su opinión personal y bromeó que “no puede haber monarquía en una determinada región de Rusia”.
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Hace hoy cien años, el último monarca de la dinastía Romanov renunció al trono, después de que la Revolución de Febrero pusiera en el mismo bando a obreros, burgueses y soldados, y los manifestantes izaran una bandera roja en el palacio real, mientras cantaban la Marsellesa y coreaban la palabra “república”.
A partir de ahí, el zarismo tenía los días contados, aunque nadie imaginaba que los acontecimientos terminarían con la llegada al poder de los bolcheviques (en octubre de ese mismo año) y el fusilamiento de la familia real en 1918.
Tras la caída de la Unión Soviética, la Iglesia Ortodoxa Rusa santificó a la familia real y tanto Boris Yeltsin, el primer presidente democráticamente elegido en la historia de Rusia, como Putin, han sido partícipes del nuevo credo.
No obstante, son pocos los rusos que apoyarían la reinstauración de la monarquía y, de hecho, un tercio de la población aún valora positivamente la labor de dirigentes soviéticos como Lenin, cuyo mausoleo aún nadie ha retirado de la Plaza Roja, o Stalin.