Si algo ilustró la polarización, animosidad y caos, en tiempos de pandemia, fue el primer debate presidencial en Cleveland, Ohio. Un Trump que se saltó los tiempos de silencio, un Biden lento aunque constante y un moderador que no pudo poner orden. Es decir, un debate en el que no se cumplieron las reglas de turnos, tiempos, tópicos y conductas. En resumen: un caos, totalmente consecuente con el año en el que ocurre.
Fernando Nunez-Noda – El Político
Fue en esencia un debate de caracteres, no de tópicos. Trump aplicó el mismo tratamiento que usó con Hillary Clinton, el bullying, es decir la interrupción permanente del otro debatiente. En muchos casos no se oyó en absoluto lo que dijo Biden, ambas voces se combinaban en una sola bulla De hecho, Trump contabilizó al menos 30 interrupciones y Biden, por estrategia o decisión propia, no hizo otro tanto con su contrincante.
Biden se anotó dos puntos en este caos. Primero, fue el menos responsable del tal hanky panky, más bien una víctima. Segundo, había dudas sobre la suficiencia del contrincante para llevar adelante el debate, su condición mental, distracciones y lagunas preocupaban a sus seguidores. Pero tuvo una ejecución que superó las expectativas (quizá porque no eran muy altas), mantuvo el ritmo y dejó el mensaje (cuando se pudo escuchar).
El moderador Chris Wallace no logró mantener el orden. Trump lo atropelló también y su voz fue otra que se montó en la disonancias de tres conversaciones distintas, simultáneas, en vivo y directo. En buena medida, Wallace tuvo que tomar un rol de “tercer debatiente” contra el presidente, de modo que dividió la atención del ataque trumpista entre Bidel y él mismo.
Sobre tópicos conversaremos en otros artículos. Pero vale decir que se mencionaron:
- El caso de Hunter Biden en Ucrania. Biden se defendió bien. Lo cortó en seco.
- El apuro por confirmar a Amy Coney Barret para la Corte Suprema y no postergar el evento para el próximo período presidencial. Trump dio argumentos convincentes y liquidó el asunto a su favor.
- La crisis del COVID-19, Biden atacó con datos y Trump jugó defensa. El primero tuvo mejores argumentos con la salud pública que aquél con la necesidad de mantener la economía activa.
- Sobre la recuperación económica hubo una especie de empate técnico, pero no porque se equipararan los argumentos, sino porque se desoyeron por igual. En todo caso, el manejo pasado y futuro de la economía para la recuperación dentro de la crisis del COVID-19 fue el punto central y si hubo una ligera ventaja, sería de Biden que no carga el bajón económico de 2020.
- Sobre raza y violencias en las ciudades también hubo una especie de empate, ambos se refugiaron en sus respectivos castillos (Trump: Ley y Orden vs Biden: Justicia Social).
- Sobre integridad de la elección, Biden fue más contundente en defender el sistema y despejar dudas sobre el voto por correo. Trump quiso sembrar dudas, pero su propia bulla dispersó el mensaje.
En fin, un caos, dos estilos diametralmente opuestos, un “incumbent” que no respeta las reglas y un retador quizá demasiado suave para el rival, pero que demolió las predicciones de un hombre casi en estado catatónico.
Lo anterior es una apreciación personal y rápida, posterior al debate mismo. En El Político haremos diversos análisis sobre este primer debate y los subsiguientes. Esperamos que el desacomodo del inicial no se repita, aunque es algo improbable porque eso significaría que, ansiosos de tener una post-pandemia, quizá al final comprendamos que el caos será la “nueva normalidad”.