Las elecciones regionales y municipales que se llevaron a cabo en Venezuela hace una semana tuvieron una novedad. Por primera vez en muchos años, el chavismo permitió una misión de observación electoral independiente. Antes de eso, los comicios venezolanos “en revolución” solo contaban con la presencia de “acompañantes”. Es decir, extranjeros afines al chavismo que rutinariamente aprobaban el proceso, pese a los vicios evidentes.
La Unión Europea envió la misión de observación. La semana pasada, este equipo emitió su informe preliminar. El mismo es un compendio de los defectos y arbitrariedades que por años han caracterizado a las elecciones en Venezuela luego del ascenso del chavismo. Pero como estos vicios ya habían sido documentados extensamente desde adentro de la propia Venezuela, es improbable que el informe genere un cambio sustancial en la política de Europa al país sudamericano.
Tampoco luce probable que el reporte de la UE cambie para bien las condiciones electorales en Venezuela. Antes, durante y después de su elaboración, varios voceros del chavismo desestimaron a los autores y al bloque europeo en general.
Vicios conocidos y reconocidos
Cuando Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, anunció que evaluaba el envío de una misión de observación a Venezuela, hubo resquemores dentro y fuera del país evaluado. Algunos acusaron a Borrell de pretender “legitimar el régimen de Nicolás Maduro”.
Estos temores se redoblaron luego de que el diario Financial Times revelara que Borrell decidió enviar la misión a pesar de las conclusiones de una pesquisa preliminar. El equipo técnico que estuvo en Venezuela para este examen concluyó que no estaban dadas las condiciones y sugirió no remitir la misión.
Sin embargo, cuando Isabel Santos, jefe de la misión, hizo público su informe preliminar, no resultó ser nada halagüeño con el chavismo. Para empezar, el docuemento constató "la falta de independencia judicial y la no adherencia al Estado de Derecho”. Los vicios específicos detectados fueron: uso extendido de recursos públicos para campañas electorales, inhabilitaciones arbitrarias de candidatos, despojo a partidos de sus símbolos y proselitismo proscrito durante la jornada electoral, entre otros.
El informe solo admitió como mejora el hecho de que el administrador y árbitro de los comicios, el Consejo Nacional Electoral, sea más equilibrado que en ocasiones anteriores. Esto porque, por primera vez, dos de sus cinco rectores no son afines al chavismo. Pero en poco o nada queda la supuesta mejora, pues la propia misión admite que estos dos rectores, aunque denuncian, no son capaces de sancionar por su cuenta las faltas. En efecto, el régimen omitió y desestimó sus señalamientos contra actores chavistas durante la campaña.
Ahora bien, todas estas manchas en las elecciones de Venezuela ya habían sido denunciadas en procesos anteriores. Por la oposición y por la sociedad civil venezolana. Y la comunidad internacional democrática, incluyendo a la UE, actuó en consecuencia. El bloque multilateral repudió los comicios de 2017, 2018 y 2020 por considerar que carecían de condiciones limpias y justas.
A partir de entonces, la UE afincó su políticas de presión internacional, vía sanciones, contra líderes del chavismo, con miras a lograr elecciones genuinas. Sin embargo, su paso por este camino ha sido notablemente más laxo y lento que el de Estados Unidos.
Aunque la observación de la UE no haya “legitimado al régimen”, es poco probable que lleve a una presión mucho mayor sobre el mismo desde Europa. Un informe que confirma los problemas conocidos de antaño, señalando una supuesta ligera mejora, difícilmente va por esa dirección.
Nada de correcciones
Nicolás Maduro no esperó mucho para reaccionar ante el informe de la misión. Llamó a sus autores “espías” y “enemigos” que “trataron de manchar el proceso electoral impecable”.
No fue el primer desplante. Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, desde antes de las elecciones manifestó “sospechas de que el informe ya estaba hecho”. Luego del voto, elevó esas sospechas a certezas y llamó “estúpidos” a los observadores.
Incluso antes de que la misión fuera a Venezuela hubo un impasse. En octubre, Borrell defendió el envío de la misión argumentando que podría mejorar un contexto de “elecciones fraudulentas”. En Caracas no recibieron esto bien. Jorge Rodríguez, presidente de la cuestionada Asamblea Nacional electa en 2020 y afín al régimen, lo calificó como “irrespeto” a la soberanía de Venezuela. “Si es así, mejor que no venga”, sentenció.
Ni siquiera ha sido emitido el informe definitivo, con recomendaciones, y el chavismo ya está rechazando cualquier crítica. Es una reafirmación de que, tras adaptarse a las sanciones que sin embargo le molestan, al régimen no le importa que su imagen internacional se mantenga dañada.