Vadlimir Putin creó un laberinto del cual no encuentra cómo salir. Con suficiente poder de fuego para ganarlo, como estimaron los expertos y la prensa, ciertamente subestimó dos aspectos: la eficiencia militar y determinación de los ucranianos; así como la decidida asistencia militar, financiera y política de Occidente, sobre todo de los Estados Unidos.
Gonzalo Morales Divo / El Político
A pesar de la devastadora estela que ha dejado el ahora cuestionable ejército ruso, la ofensiva ordenada por el dictador ha revelado las increíbles deficiencias de las fuerzas armadas a su mando. Aviones que no pueden volar, falta de municiones e increíbles Y no solo eso, sino la respuesta ucraniana le ha quitado la iniciativa más de una vez y ha probado que la voluntad defensiva de un rival, con menos recursos, aún puede lograr la victoria con un mando decidido y la ayuda externa adecuada.
Desde hace menos de una semana, Putin ha bombardeado indiscriminadamente 10 ciudades ucranianas, entre ellas Kiev, de forma indiscriminada y acercándose mucho a crímenes de guerra. Como respuesta a la voladura del puente en Crimea, que enfureció al zar ruso, ha decidido "double down" sus ataques e incluso reanudar el sabotaje de hackers a aeropuertos y otras empresas estadounidenses.
A Putin le va mejor en el Tercer Mundo
Y eso es obvio, dado que Rusia es -técnicamente- un país del Tercer Mundo con armas nucleares. Su empatía con dictaduras y tiranías es obvia: Irán, Cuba, Venezuela, Belorusia y decenas más. Dado que no puede competir con países avanzados como Japón, Alemania o su némesis norteamericano, ejerce un liderazgo tercermundista que implica armas, financiamiento blando para subversión, y todo el apoyo que implica su lucha contra el mundo democrático y desarrollado.
Tomemos el chavismo como ejemplo de un régimen neoputinesco: La dictadura chavista es producto de una nueva versión de la dictadura. Putin tiene más de 20 como dictador de Rusia, incluso con los cuatro años del títere Dimitry Medvedev. Putin le enseñó a los chavistas que la gestión pública es irrelevante frente al quehacer político, al que deberían dedicar todo el tiempo. Eso implica copar y controlar las instituciones y los Poderes Ejecutivo, Judicial y Electoral. Todo.
Para la escuela de Putin (y de Castro) la corrupción no es una anomalía, sino un recurso esencial para mantener fidelidades en funcionarios y "oligarcas", un grupo de agentes económicos que funcionan como vasos comunicantes de dinero robado al erario púbico.
Putin entendió que, así como los países desarrollados se agrupan en organizaciones y acuerdos, había que construir un "Eje del mal", una confederación de enemigos de occidente y de la democracia. Y así se adhirieron Nicaragua, Irán, Siria, Turquía, Bielorrusia y otros de la misma calaña.
China está en categoría aparte: apoya al "eje del mal" pero de manera más tenue y persigue una agenda distinta porque tiene intereses económicos muy importantes
Futuro
El destino del Eje Antioccidental depende mucho del desenlace del conflicto ucraniano y todas las guerras de Putin. Si Putin logra al menos la mitad de sus objetivos en Ucrania, saldrá fortalecido militar y políticamente, aunque económica y diplomáticamente devastado, pero como la política es el pilar de la "doctrina Putin", sus aliados -como el régimen chavista- seguirán como va.
Pero si el neo zar ruso logra solamente, por ejemplo, conservar territorios ya usurpados (Crimea, Dombás) ciertamente no será un resonante triunfo. Y la crisis que le espera será mayor. Si Putin se debilita, el chavismo también.
Los venezolanos, los países democrátios y quienes quieren que el Tercer Mundo salgan del hoyo donde se encuentra, siempre hemos mirado han mirado hacia Estados Unidos y el mundo libre para buscar el puente hacia la prosperidad, pero hay la presunción de que hay que apuntar la mirada hacia el zar, hacia el líder del Eje del Mal que mueve las cuerdas de la msieria y el subdesarrollo. Y el conflito con ucrania será un indicador clave.
Mientras tanto, Putin seguirá luchando por recuperar las victorias que tuvo alguna vez, con la tenue convicción de que se alejan cada vez más.