¿Qué le estamos haciendo a nuestros niños?, aunque parecería que estoy formulando la pregunta en un tiempo incorrecto, no es así.
El Político
Hoy, conservadores y sensatos pertenecientes a otras aristas del abanico político luchamos como buenamente podemos por proteger a los niños de la aberrante Agenda 2030. Sin embargo, como toda historia, la génesis no se encuentra en el presente. Este drama en tiempo real tiene décadas gestándose con el beneplácito de padres, alcahuetes e indolentes.
Por años, unos y otros han sido gestores de este monstruo progresista que como ciempiés tiene sus garras en cada rincón donde volteamos.
Tan solo hace falta echar un vistazo a cómo eran las celebraciones de cumpleaños en la infancia de aquellos que nacimos en los 70´s versus las de ahora, que poco falta que parezcan fiestas al mejor estilo de los mafiosos.
Antes éramos vestidos como niños, con las mejores galas, apropiadamente peinados y arreglados. Hoy, los niños disfrazados de adultos, son una versión en mini de eso que las telenovelas, documentales y series basadas en historias reales de narcotraficantes han mostrado como “éxito”.
Pero vayamos más allá sobre estos niños…
Desde que puse un pie en mis años adolescentes, se han estado haciendo certámenes de “belleza” para bebés e infantes de todas las edades.
Comenzando por el mensaje tan nefasto que mandan estos certámenes, pero aún peor, si conocemos todo lo que está detrás: comercio con la inocencia de la infancia.
Tuve la oportunidad hace algunos años, cuando comencé a estudiar y documentar este fenómeno cultural, de ver en primera persona, el mundo sórdido tras estos certámenes para niñas.
Estuve como especialista en el programa que entonces tenía la reconocida periodista Cristina Saralegui en Telemundo. Una experiencia que me dejó muchas dolorosas lecciones.
El 98% de las niñas vienen de familias quebradas o disfuncionales, con madres solteras con vidas afectivas inestables. Madres que, en lugar de estar con sus hijas, deben estar hasta en tres trabajos (o más) para poder no solo ser sustento de hogar sino para poder costear la gran inversión que representa tener a una niña en un certamen de “belleza”.
Deben pagar uñas postizas, pestañas, pelucas, extensiones, bronceados, dientes, fotografías profesionales y pare usted de contar. Gastos que muchos adultos no podemos darnos el lujo de costear.
Con la misma irresponsabilidad, con la que vierten en sus hijas sus sueños no cumplidos, las dejan con adultos (fotógrafos, profesores de pasarela etc.) sin cuestionar jamás nada.
Haciendo mi trabajo periodístico, pregunté y cuestioné todo y a todos. Me llevé de esa experiencia días de muchas lágrimas, preguntas a Dios. Demasiados cuestionamientos sin responder y cosas sin comprender.
En la actualidad vemos en las fiestas infantiles reggaetón, y dinámicas infantiles bastante inapropiadas. De la misma forma, en la cotidianidad, normalizamos inicio en la actividad sexual en etapas casi infantiles, madres solteras adolescentes, niños con “novias”, y toda una serie de cosas que por desgracia se hicieron parte de la cotidianidad de las masas, que, ya integrado en el diario vivir, es complejo desarraigar.
Normalizamos que los niños ya no tengan cortes de pelo varoniles, que vayan a la escuela como quieran, normalizamos la prostitución y que sean jovencitas quienes sean el sustento de hogar gracias a la venta de material fotográfico y audiovisual en plataformas de prostitución digital o jovencitos en relaciones que ante la sociedad se condenan, pero en privado como mantienen el hogar, se toleran entre dientes, porque es quien mantiene a la familia.
Desde hace muchos, muchos años, de distintas y muy variopintas formas, padres, alcahuetes e indolentes, todos, han llevado de forma incesante y paulatina a nuestros niños, a lo que son y en donde están hoy.
Entonces ahora, empiezan a darse los que suelo llamar lamentos tardíos. Ahora sí se preocupan, cuando tienen años comportándose de forma inadecuada como adultos ante sus hijos, cuando han sido permisivos con conductas y situaciones, cuando no han aplicado disciplina, o cuando han sido como en otros casos, manos ejecutoras de lo que fue los inicios de este horror, donde nuestros niños son las presas de tantos monstruos de rostro amable.
Que no se lean mis letras como reproche, porque no lo es. Sin embargo, si quisiera que fueran un llamado de atención a esos padres que aún están lejos de comprender lo que están haciendo mal o dejando de hacer. Si el presente produce terror al observarlo, el futuro dará escalofríos vivirlo.
Me produce absoluto espanto aquellos que siguen viendo este freak show que tenemos por sociedad como algo normal, algo en lo que no hay que meterse ni opinar, porque “no hacen daño” siendo o viviendo así.
El circo progresista que tenemos ante nuestros ojos en la actualidad, no es todo responsabilidad y culpa de la maligna Agenda 2030, esta fue un solo detonante de lo que por décadas estuvo cosechándose paso a paso, poco a poco. Una agenda que cual lobo hambriento, solo capitaliza lo que las masas han gestado y nada más.
Tenemos mucho por hacer, entre los pendientes, dejar un mundo mejor, y una infancia protegida y más sana.
¡Hasta la próxima!