Brasil vive la recta final de la campaña para la segunda vuelta de las elecciones municipales que se celebrarán el próximo domingo en medio de la nueva tormenta política provocada por la detención del poderoso expresidente de la Cámara baja Eduardo Cunha por corrupción.
En esta segunda vuelta, 110 candidatos aspiran a las alcaldías de 55 ciudades con más de 200.000 electores, entre ellas Río de Janeiro, donde la campaña se ha crispado por los ataques entre los dos aspirantes al Gobierno local, el pastor evangélico Marcelo Crivella (conservador) y el profesor Marcelo Freixo (izquierda).
Crivella, del Partido Republicano Brasileño (PRB), favorito en las encuestas, y Freixo, de Socialismo y Libertad (PSOL) defienden dos modelos políticos y sociales completamente antagónicos, dos caras de Río de Janeiro.
Según la encuesta más reciente, Crivella ganará con un amplio margen, con una intención de voto del 46 % frente al 29 % de su adversario.
Ingeniero, escritor, obispo evangélico, creacionista y cantante de gospel -con 14 discos en el mercado que han vendido más de cinco millones de copias-, Crivella es sobrino del obispo Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios y propietario del canal de televisión Récord, uno de los más importantes del país.
Durante la campaña, se ha desmarcado en público de la Iglesia Universal pero sus detractores han rescatado capítulos de su actividad religiosa que le han puesto en apuros, como un libro publicado en 1999 en el que afirma que la homosexualidad es una "conducta maligna" y condena a otras religiones por "diabólicas".
Su adversario, Marcelo Freixo, de 49 años, fue uno de los diputados más votado de Brasil en 2014 y ganó reconocimiento tras presidir la comisión parlamentaria que investigó la actividad de las milicias en Río de Janeiro, lo que le valió incluso un homenaje en la película "Tropa de Elite".
El enfrentamiento entre ambos se ha acentuado en la recta final de la campaña, salpicada por el enésimo escándalo político que ha vivido Brasil en los últimos meses: La detención de Cunha.
El arresto del expresidente del Parlamento, el pasado miércoles, ha sacudido a la clase política brasileña porque un posible acuerdo de delación con la Justicia a cambio de una rebaja de condena podría poner en serios aprietos a más de un centenar de empresarios y dirigentes de distintos partidos.
Además, apenas un par de días después la Justicia ordenaba también detener al jefe de la policía del Senado y varios de sus colaboradores por obstruir la investigación del ‘Lava Jato’, el proceso sobre los desvíos en la petrolera estatal Petrobras, el mayor caso de corrupción de la historia del país.
Los detenidos limpiaban de micrófonos despachos y viviendas de investigados por la Justicia para evitar las escuchas y, según medios locales, beneficiaron entre otros a los expresidentes José Sarney y Fernando Collor, y a varios miembros del partido de los Trabajadores (PT) y del gobernante Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Aunque, según algunos analistas locales, estos escándalos no tienen un impacto directo en los resultados cuando se trata de elecciones municipales, la crisis política influyó de forma decisiva en la primera vuelta electoral, el pasado 1 de octubre.
La primera ronda dio una significativa ventaja al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), consolidó al PMDB de Temer y confirmó la anunciada derrota del PT, que se cosechó sus peores resultados, con una caída de más de 60 % en el número de alcaldías que gobierna.
El PT es arrastrado también por la destitución de Dilma Rousseff, separada definitivamente por el Senado debido a irregularidades fiscales en su prestación de cuentas de 2014 y 2015, y los escándalos de corrupción que salpican incluso al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
La formación, además, perdió uno sus bastiones históricos, como lo es Sao Bernardo do Campo, en las afueras de Sao Paulo, cuna del partido y ciudad de residencia del expresidente, donde ni siquiera el hijo de Lula logró ganar una concejalía.
Con información de EFE