En anticipación a la investidura de Donald Trump el 20 de enero de 2025, Estados Unidos ha intensificado las medidas de seguridad en su frontera con México. Esta decisión responde a la creciente preocupación por las políticas migratorias que el nuevo presidente ha prometido implementar, que incluyen deportaciones masivas y un cierre más estricto de la frontera.
Entre las medidas adoptadas, se destaca la colocación de alambres de púas en varios puntos críticos a lo largo de la frontera, con el objetivo de disuadir el cruce ilegal. Además, el Pentágono ha anunciado el despliegue de 1,500 militares adicionales, aunque su papel no será participar directamente en las operaciones de mantenimiento. También se están construyendo refugios a lo largo de la frontera por parte del gobierno mexicano, bajo la administración de Claudia Sheinbaum, para gestionar el flujo de deportados.
Trump ha manifestado su intención de firmar una serie de órdenes ejecutivas relacionadas con la seguridad fronteriza y la inmigración desde su primer día en el cargo. Esto incluye una ofensiva contra la inmigración ilegal y medidas para reforzar el control fronterizo. La retórica hacia los migrantes ha llevado a muchos a apresurarse hacia la frontera antes de su asunción, temiendo que sus posibilidades de obtener asilo se vean reducidas.
En respuesta a esta situación, el gobierno mexicano está reforzando sus consulados en EE.UU. y trabajando para proporcionar asistencia legal a los migrantes que podrían enfrentar deportaciones bajo las nuevas políticas. También se están implementando estrategias para combatir el tráfico humano y el narcotráfico, áreas que Trump ha prometido atacar con mayor rigor.
La combinación de estas medidas preventivas y las promesas políticas del nuevo presidente está generando un clima tenso tanto en EE.UU. como en México, donde los migrantes se encuentran en una situación precaria ante la incertidumbre sobre sus futuros.