En poco más de un mes, el llamado “gobierno interino” de Venezuela, o “interinato”, que encabeza Juan Guaidó cumple tres años. Pero su continuidad está en entredicho, debido al retiro de apoyos dentro de la coalición de partidos opuestos al régimen chavista.
El más reciente de estos repliegues fue el de Julio Borges, líder del partido Primero Justicia, que se desempeñaba como “canciller” del interinato. En un mensaje difundido ayer, domingo, Borges no solamente anunció su renuncia. Instó además a que el gobierno interino desaparezca. Justificó su postura alegando que la estructura encabezada por Guaidó no tiene estrategia para lograr el cambio y que su desempeño manejando activos públicos en el extranjero es deficiente.
No es seguro que gobierno interino tenga los días contados. Pero si llegara a desaparecer, ello podría tener serias repercusiones en la presión sobre el régimen para que acepte una transición democrática.
Deslinde de un aliado
El impacto de la decisión de Borges aun no es claro, pero se verá más temprano que tarde. Dependerá de cuántos lo sigan. Una separación total entre el interinato y Primero Justicia sería un golpe devastador. El gobierno interino no recae exclusivamente en Guaidó. Es un equipo de colaboradores, de varias organizaciones políticas, que se coordinaron para llevar a cabo distintas tareas. Todo es con el propósito, nominal al menos, de lograr un cambio político en Venezuela.
El principal sustento del equipo ha sido el Grupo de los Cuatro (G4), que reúne a los mayores partidos opositores: Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular. Sobre todo, la cordialidad entre PJ y VP (partido del propio Guaidó hasta su renuncia como gesto de independencia del interinato) ha sido crucial.
PJ no ha emitido un comunicado manifestando su postura institucional sobre el futuro del gobierno interino. Pero sus redes sociales han hecho eco a las declaraciones de Borges. Varios de sus dirigentes de mayor jerarquía, como Tomás Guanipa y Rafael Guzmán, salieron en defensa de Borges, ante las críticas de quienes consideran que el interinato debe seguir.
El distanciamiento entre el gobierno interino y al menos una facción de PJ no es cosa nueva. Henrique Capriles, excandidato presidencial y también dirigente de PJ, lleva más de un año criticando duramente a Guaidó y su entorno. Sobre todo por el auspicio de este al boicot de las elecciones venezolanas, debido a la falta de condiciones justas. Pero antes, este asunto dividió a PJ. Los cercanos a Capriles se inclinaban por participar en comicios, mientras que los más próximos a Borges se pusieron del lado de Guaidó.
Ahora las cosas son distintas. Aunque los líderes de PJ han evitado discutir en público de sus diferencias, o la resolución de las mismas, hay indicios de que Borges y sus aliados se están acercando a las posturas de Capriles. En sus declaraciones del domingo, Borges cuestionó que el interinato “ponga el foco de la lucha política fuera de las fronteras de Venezuela”. Instó a redoblar esfuerzos en las actividades que se realizan dentro del país. De momento, esas actividades han estado concentradas en la vía electoral.
Lo que profundizó la disputa entre Guaidó y PJ fue la retahíla de denuncias de corrupción en el manejo de Monómeros, una empresa del Estado venezolano en Colombia. Sus riendas fueron entregadas al entorno de Guaidó luego de que Bogotá lo reconociera como líder legítimo de Venezuela. PJ acusa a Guaidó y a VP, partido que tuvo la mayor influencia en la administración de Monómeros, de no hacer lo necesario para esclarecer las denuncias.
Más turbulencia
Una disolución hipotética del gobierno interino francamente tendría efectos pocos o nulos en la situación interna de Venezuela. Fuera del país, otro gallo canta. Independientemente del trato formal que se le dé, el interinato se erigió como un interlocutor de los gobiernos del mundo interesados en la restauración de la democracia venezolana. Lo reconocieron como representante legítimo de la nación y como un colaborador en la aplicación de presiones sobre Miraflores.
Dado que el interinato no ha cumplido con sus objetivos, el interés internacional en la situación venezolana mermó. Con el tiempo, los aliados extranjeros de Guaidó empezaron a aprobar por default cuanta decisión tomara el G4, el pilar que sostiene el interinato. Para muestra, su apoyo a la participación de los partidos que integran el G4 en las elecciones regionales y locales de noviembre. Muy a pesar de que el interinato rechazó ir a elecciones desde sus inicios.
Pero, de nuevo, el gobierno interino ha funcionado como un equipo de distintas organizaciones. Su fin, en el marco de una gran fisura en el seno del G4, pudiera traducirse en grandes complicaciones para la aplicación coordinada de presión internacional. Cada gobierno o ente multilateral pudiera preguntarse cuál es el interlocutor adecuado en esa maraña de facciones enfrentadas.
La presión extranjera ya ha tenido un desempeño desigual. Mientras que Estados Unidos prefiere una ejecución rigurosa, la Unión Europea se ha inclinado por una mayor laxitud. Cualquier fractura del G4 solo dificultaría aun más las cosas. Y, claro, es el chavismo el que sale ganando.