El Rey ha defendido esta noche «una España de brazos abiertos, en la que nadie pueda sentirse solo en el dolor o la adversidad; una España alejada del pesimismo, del desencanto o del desaliento». Don Felipe recurrió a Unamuno para describir esa España a la que aspira: una nación «fiel a su irrenunciable afán de vivir y orgullosa de lo que somos, de lo que juntos hemos conseguido, que ha sido mucho y admirable»
Estas han sido algunas de las reflexiones que el Rey ha transmitido en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias, que se ha celebrado en el Teatro Campoamor de Oviedo.
En un momento político especialmente delicado -faltan nueve días para que venza el plazo constitucional para formar gobierno o convocar unas terceras elecciones-, Don Felipe aprovechó el que suele ser uno de los discursos más importantes del año para transmitir un mensaje de optimismo y esperanza, y muy especialmente, para reivindicar el valor de la cultura como fuente de inspiración. Sus palabras fueron cuidadosamente escogidas para evitar cualquier interpretación relacionada con la complicada coyuntura política.
Minutos antes de las seis y media de la tarde, los Reyes llegaron a la plaza del Teatro acompañados por la Reina Doña Sofía, tras atravesar en coche, a velocidad lenta, las calles abarrotadas de público y de gaiteros que separan el Hotel La Reconquista del Teatro Campoamor. Como viene siendo habitual en los últimos años, junto a los miles de ciudadanos que se congregan para aplaudir y vitorear a los Reyes, otros colectivos aprovechan la plataforma mediática de los premios para hacer oír sus protestas e, incluso, para protestar contra los galardones.
Aunque el día ha lucido espléndido y parecía primaveral, la temperatura máxima ha sido de 17 grados en Oviedo. Aún así, igual que la noche anterior, Doña Letizia ha vuelto a elegir un vestido sin mangas, también diseñado por Felipe Varela, en esta ocasión menos escotado que el de la víspera, de color nude bordado a mano sobre tul invisible con hilo de metal negro y lágrimas de cristal Swarovsky. Don Felipe optó por un traje gris que combinó con corbata rosa, y Doña Sofía escogió un elegante traje de chaqueta de seda shantung brocado en color gris, diseño de Margarita Nuez.
De nuevo con Fernández
A su llegada al Campoamor, los Reyes fueron recibidos por la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor; el presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández, que ahora también es presidente de la gestora del PSOE tras la salida de Pedro Sánchez; por el ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, y por la directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo. Mientras tanto, Doña Sofía se dirigió al palco de honor y, en cuanto el público la vio aparecer, la recibió con un sonoro aplauso.
Don Felipe y Doña Letizia accedieron al escenario por el pasillo central y cuando llegaron a la presidencia, un grupo de gaiteros de la Banda Ciudad de Oviedo interpretó el Himno Nacional que abrió el acto. A continuación, se anunció la entrada de los premiados, que accedieron al son de la pieza musical «Ayres for cornetts & sagbuts», de John Adson. Entre ellos, el ingeniero Hugh Herr (Investigación Científica y Técnica), que acudió con pantalones cortos para mostrar las sofisticadas prótesis que él mismo se diseñó tras sufrir la amputación de ambas piernas cuando tenía 17 años.
El primero en tomar la palabra fue el presidente de la Fundación Princesa de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte, a quien siguieron las intervenciones de dos de los premiados, Richard Ford (Letras), que empezó en español y siguió en inglés, y Nùria Espert (Artes), que recitó de forma muy emotiva un acto de «Rosita la soltera» de Lorca.
Tras la entrega los premios a los galardonados, intervino Mary Beard (Ciencias Sociales) y, aunque su discurso lo pronunció en inglés, sus primeras palabras de agradecimiento las transmitió en español. La última galardonada en intervenir fue Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París (Cooperación Internacional), quien quiso compartir el galardón con la Princesa Leonor y los demás niños del mundo, como «un regalo de esperanza».
Amor profundo a España
Ante un teatro lleno de invitados -el Campoamor tiene 1.313 butacas y para asistir a esa ceremonia hay lista de espera-, Don Felipe tomó la palabra y explicó que los premios Princesa de Asturias -antes Príncipe de Asturias- nacieron por un sentimiento de «amor profundo a Asturias y a toda España» y también «como un sentido acto de afirmación cívica de la cultura frente a la ignorancia» porque «la cultura enriquece siempre la convivencia». Y porque «un pueblo que quiera, respete y ampare la cultura nunca le temerá a su futuro». Un año más, el Rey glosó a cada uno de los premiados y les puso como ejemplo porque representan el afán «por hacernos mejores personas» y por hacer «un mundo mejor donde prevalezcan la concordia, el respeto y la solidaridad»
«Nos habéis enseñado -les dijo- que los grandes progresos se alcanzan cuando se unen los saberes y conocimientos; cuando las ciencias dialogan con las humanidades; cuando las artes y las letras se funden con la concordia; cuando la cooperación se entrelaza con la ejemplaridad o el deporte se da la mano con la solidaridad».
Después de 35 ediciones -esta es la 36-, el Rey reconoció «con humildad pero con satisfacción» que a lo largo de los años los premios «nunca nos han defraudado». Una afirmación que muy pocas organizaciones, ni siquiera la que entrega el premio Nobel, pueden sostener después de décadas concediendo reconocimientos. «Nuestros premiados habéis sido la representación más alta y brillante de ese afán por hacernos mejores personas», les dijo el Rey. Y, sobre todo, les puso como ejemplo de lo que se puede conseguir cuando se unen los esfuerzos y se aparcan las diferencias: «Gracias a todos y a cada uno de vosotros somos más conscientes de que el progreso es siempre fruto de muchos esfuerzos compartidos entre personas de orígenes diversos, entre culturas y creencias distintas, entre naciones diferentes».
De todos los premiados, el Rey destacó sus aportaciones extraordinarias, pero cuando se refirió a la historiadora Mary Beard, Don Felipe resaltó una enseñanza muy valiosa en la España actual: «Ella -dijo de Beard- reconstruye el pasado para entregárnoslo explicado y comprensible, y para, de ese modo, enseñarnos a derribar para siempre prejuicios, tabúes y errores que han influido negativamente en la construcción de nuestras sociedades».
Recuerdo a las Infantas
Al principio de su intervención, Don Felipe hizo una referencia a sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, todavía demasiado jóvenes para asistir a esta ceremonia, ya que Leonor tiene diez años (cumple once el 31 de octubre) y Sofía, nueve. De hecho, su padre acudió por primera vez a entregar los premios cuando tenía trece años y medio. Pero el Rey quiso hacer presentes a sus hijas ausentes y subrayó que esta cita «viene acompañada por el recuerdo de nuestras hijas y por la esperanza en el futuro que representan».
Tras la ceremonia, los Reyes han regresado al Hotel La Reconquista, donde presiden la recepción que la Fundación Princesa de Asturias ofrece en honor de los galardonados. Este sábado tienen previsto desplazarse a la comarca de Los Oscos para entregar el premio al Pueblo Ejemplar.
Con información de ABC