Rusia sigue avanzando en sus planes de dominación y, además de invadir Ucrania, tiene en mente otro ambicioso objetivo: controlar el mercado mundial de las materias primas.
El Político
Sin embargo, al mandatario ruso Vladimir Putin pareciese no importarle los efectos de la guerra en la economía de su país: su moneda se devalúa, la mitad de los activos en moneda extranjera están congelados, los inversores huyen del país y las exportaciones se paralizan o se prohíben, informó AS.
En el caso de Francia ya se han empezado a notas los efectos del accionar ruso.
Francia se embarca en su mayor esfuerzo de ahorro energético
Un trabajo de NYT revela que a medida que Rusia refuerza su control sobre los suministros de energía de Europa, Francia se embarca en su mayor esfuerzo de ahorro energético desde la crisis del petróleo de la década de 1970.
Las ciudades francesas están apagando las farolas y otras luces exteriores para reducir el consumo de electricidad, reportó NYTimes.
Otr ejemplo es el caso de una emblemática fábrica de vasos para bistrós franceses, que está parando sus hornos para compensar el aumento vertiginoso de los costos energéticos.
En Normandía, algunas escuelas empezarán a calentar las aulas quemando madera para conservar el gas natural.
Nueva era de austeridad energética
El presidente Emmanuel Macron pidió a los franceses que se preparen para una nueva era de “austeridad” energética con el fin de enfrentar la amenaza de un duro invierno, mientras tranquiliza a los hogares y a las empresas sobre la capacidad del gobierno para protegerlos.
“Nos hemos enfrentado a una serie de crisis, una más grave que la otra”, comentó Macron en un discurso televisado a la nación el mes pasado. “Lo que describo es el fin de la abundancia”, añadió. “Hemos llegado a un punto de inflexión”.
La iniciativa nacional pide a las empresas y a los particulares que ahorren energía aumentando el uso compartido de autos, bajando los termostatos y apagando los carteles publicitarios por la noche, de lo contario, se enfrentarán al riesgo de apagones o racionamiento de la energía.
El viernes, Agnès Pannier-Runacher, ministra de Transición Energética, trató de tranquilizar a los ciudadanos, diciendo que el gobierno intentará “evitar medidas restrictivas” sobre el uso de la energía en la temporada alta de frío invernal.
El gobierno ha gastado de manera abundante —más de 26.000 millones de euros (unos 26.000 millones de dólares) desde la invasión rusa de Ucrania— para que los recibos de gas y electricidad sigan siendo asequibles, y la semana pasada anunció que el límite que impuso a las facturas energéticas de los hogares se ampliaría hasta finales de año.
Los esfuerzos por controlar los costos energéticos, incluyendo la renacionalización del proveedor de energía EDF, han ayudado a que Francia mantenga una de las tasas de inflación más bajas de Europa, del 6,5 por ciento. (La tasa general de la eurozona para el mes pasado fue del 9,1 por ciento).
Sin embargo, ahora que los costos de los alimentos y el combustible presionan a las familias francesas, la primera ministra Élisabeth Borne ha pedido a las empresas que realicen la mayor parte del ahorro energético del país, y que lo hagan rápidamente.
Las compañías deberán reducir su consumo de energía un 10 por ciento o enfrentarse a un racionamiento forzoso de electricidad y gas.
Este mes, las empresas tendrán que nombrar a sus “embajadores de la austeridad energética” y presentar al gobierno los proyectos para la reducción de su consumo de electricidad.
Francia no es el único país que se esfuerza para hacer frente a la grave crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania.
La voluntad del presidente ruso, Vladimir Putin, de utilizar la energía como arma —la semana pasada, la empresa de gas del Estado ruso, Gazprom, interrumpió el suministro de gas a Francia— ha hecho que los precios del petróleo y el gas se disparen hasta alcanzar máximos históricos.
Países como Francia han aumentado sus reservas mientras Gazprom interrumpe el suministro: el pasado fin de semana, las instalaciones de almacenamiento de gas de Francia estaban al 92 por ciento de su capacidad.
Sin embargo, las facturas de energía de los hogares y las empresas se han disparado, lo que ha provocado que los gobiernos europeos tomen medidas que pocos habrían creído posibles antes de la guerra.
El lunes, Alemania, el mayor consumidor europeo de gas ruso, dio marcha atrás a sus planes de cerrar dos de las tres centrales nucleares que le quedan para finales de año.
El fin de semana, anunció un paquete de ayuda de 65.000 millones de dólares para aliviar la carga de los altos costos energéticos para los ciudadanos.
Italia está recurriendo a Argelia como un posible nuevo proveedor de gas natural para sustituir el combustible ruso.
En España, el gobierno busca mejorar la eficiencia energética en los edificios y en la industria.
Francia parece menos vulnerable que sus vecinos: tiene el arsenal de energía nuclear más grande de todos los países de la Unión Europea y es uno de los que menos depende del gas natural ruso.
No obstante, se enfrenta a su propia crisis energética, pues su industria nuclear lidia con grietas, corrosión y otros problemas que han hecho que EDF tenga que cerrar de manera temporal 32 de los 56 reactores nucleares de Francia.
Las interrupciones de EDF, que también es el mayor exportador de electricidad de Europa, han reducido la producción de energía nuclear de Francia a su nivel más bajo en casi tres décadas.
Además, este verano, la peor sequía del país en 30 años ha reducido el caudal de los ríos, socavando el suministro de energía hidroeléctrica.