El régimen chino no se detiene en un intento desesperado por minimizar los contagios de coronavirus detectados en la ciudad de Shanghái. Matanza de mascotas y separación de los hijos de sus padres contaminados o viceversa son las últimas acciones ejecutadas.
Mario A. Beroes Ríos/El Político
Para muchos Xi Jinping perdió la cordura. El decreto de “tolerancia cero”, que confina al puerto de Shanghái, incluyó medidas despiadadas e inhumanas que van desde la matanza de mascotas, la segregación de los niños de padres infectados y el racionamiento de la comida.
La ciudad es un caos, o como lo describió un periodista que logró burlas la férrea censura del PCCh, "Shanghái es un colapso total".
Las imágenes de la capital financiera de China son perturbadoras y desmienten el supuesto éxito del gobierno chino de haber controlado el virus y lograr el reinicio de actividades.
Lo real es que la receta de Pekín de cuarentena, exámenes masivos y rastreos, ya no es efectiva y no la acata la población.
Protestas, saqueos y caos
A pesar de la censura, los filtros oficiales y la imposibilidad de acceder a algunas redes sociales o páginas en internet, se sabe que la práctica del régimen de ubicar y aislar a todos los infectados ha generado protestas.
Escenas nunca vistas en los centros de suministro de alimentos de emergencia, después de 22 días de encierro, que se acrecientan el temor a quedarse sin comida o productos básicos de higiene.
La tensión social es inocultable. En redes sociales abundan videos y fotografías de las manifestaciones y de las prácticas atroces de las autoridades sanitarias.
Desde los rascacielos de Shanghái resuena el eco de la desesperación que se combina con los registros del personal sanitario sacrificando en las calles a las mascotas de quienes resultan positivo en las pruebas de COVID-19, principalmente perros y gatos.
El autoritarismo ha escalado a otro nivel.
Caos generalizado
Algunas zonas de la ciudad siguen sin recibir alimentos y las aplicaciones de reparto a domicilio están suspendidas ante el número de solicitudes.
Incluso los conductores de estas plataformas están bloqueados.
El corresponsal del Australian Financial Review, en el norte de Asia, Michael Smith, califica la situación en Shanghái como aterradora.
“Millones de personas luchan por alimentarse, los ancianos no pueden acceder a los medicamentos, hay videos de disturbios que circulan por las redes sociales. Muchos hogares dependen de las inadecuadas entregas de alimentos”.
China fracasa. La mayoría de sus habitantes nunca han estado expuestos al virus, no han desarrollado inmunidad y el debate sobre la efectividad de su vacuna recobra vigencia cuando han tenido que habilitar cuatro hospitales temporales de orden municipal, tres ubicados en Pudong y uno en el distrito de Chongming, según informó la agencia china Xinhua.
La metrópolis más cosmopolita de China, de 26 millones de habitantes, dejó a un lado su imagen de “ciudad fantasma”, como la describió Bettina Schön-Behanzin, directora en Shanghái de la Cámara de Comercio Europea, y sus calles después de estar desiertas y con los comercios cerrados ahora son el epicentro del caos.