Venezuela inicia su octavo año de crisis económica y, mientras tanto, un drama profundamente personal sucede en los hogares: a millones de mujeres ya no les alcanza para los anticonceptivos, lo que las obliga a tener embarazos insostenibles en un momento en el que a duras penas logran alimentar a los hijos que ya tienen.
El Político
En Caracas, la capital, un paquete de tres preservativos cuesta 4,40 dólares: el triple del salario mínimo de Venezuela, que es de 1,50 aproximadamente.
La píldora anticonceptiva cuesta el doble de eso, alrededor de 11 dólares al mes, mientras que un dispositivo intrauterino (DIU) puede llegar a costar 40 dólares, más de 25 veces el salario mínimo. Y eso no incluye los honorarios del médico que tiene que implantarlo, reportó Infobae.
Escasez de anticonceptivos en Venezuela
Con el costo de la contracepción tan fuera de su alcance, las mujeres cada vez más recurren al aborto, que es ilegal y, en los peores casos, les puede costar la vida.
Esta situación contradice la promesa que el gobierno de Venezuela alguna vez le hizo a sus mujeres y niñas. Hugo Chávez, el fundador de la revolución de inspiración socialista del país, declaró que su gobierno les daría a las mujeres lo que otros no les brindaron: participación completa y equitativa en la sociedad.
Chávez incluyó a las mujeres en las instancias de poder y consagró en la constitución el derecho a “decidir libremente” cuántos hijos deseaba tener una pareja. En una región en la que los abortos están por lo general prohibidos, solo le faltó legalizar el procedimiento. Pero los anticonceptivos estaban subsidiados y ampliamente disponibles.
Chávez y su sucesor, el presidente Nicolás Maduro, declararon públicamente ser feministas.
Pero a medida que el control de Maduro se convirtió en un régimen autoritario, la economía de Venezuela ha colapsado bajo el peso de la corrupción, la mala gestión y las sanciones de Estados Unidos.
Venezuela sin planificación familiar
El país que alguna vez fue el más próspero de América Latina está sumido en una crisis que los economistas califican como la peor en décadas fuera de un contexto de guerra y su gente sufre de una inflación galopante y hambre generalizados.
Además, los venezolanos lidian con un sistema de salud tan maltrecho que ya no puede proveer la contracepción básica. Hoy, los anticonceptivos están casi ausentes en las clínicas estatales y solo disponibles en las farmacias privadas a precios prohibitivos.
Esta situación ha transformado la vida de las mujeres, que cargan con casi todo el peso de las responsabilidades de crianza justo cuando la crisis agudiza el desafío de cuidar a una familia.
Muchas mujeres que crecieron con la idea de que el chavismo las sacaría de la pobreza, al ofrecerles educación y oportunidades laborales, ahora enfrentan el riesgo de criar cuatro, seis, o diez chicos en un momento en que los productos básicos del cuidado familiar —alimento, jabón, pañales— llegan de forma intermitente, o no llegan.
Salas de maternidad de Venezuela colapsaban
A medida que las salas de maternidad de Venezuela colapsaban, la mortalidad materna aumentó un 65 por ciento entre 2015 y 2016, según el Ministerio de Salud del país.
Y luego el gobierno dejó de publicar datos.
Fexsibel Bracho tenía 24 años y tres hijos cuando buscó un servicio clandestino para interrumpir su embarazo en enero. El procedimiento, realizado con un gancho, le perforó el útero. Murió el 2 de febrero a causa de una hemorragia.
“Ella no tenía los dólares” para pagar métodos anticonceptivos, dijo su madre, Lucibel Marcano, de 51 años, quien cuidó de Fexsibel en sus momentos finales y vio cómo a su hija se le escapaba el color del rostro.
Desaparecieron los contraceptivos
En 2015, los contraceptivos que alguna vez fueron gratuitos en los hospitales públicos y muy accesibles en las farmacias privadas, comenzaron a desaparecer. Y las mujeres que antes podían planificar su futuro —gracias a la anticoncepción— empezaron a perder el control.
Para 2018, los anticonceptivos orales, los implantes y los parches ya eran casi imposibles de encontrar en varias de las principales ciudades; según un estudio realizado por la coalición de derechos Equivalencias en Acción.
Algunas parejas empezaron a abstenerse o a racionar los encuentros sexuales. Otras utilizaron el método del ritmo. Pero no siempre funcionaba. Y no todos tenían alternativa.
Al agudizarse la crisis, muchas mujeres dicen que también el abuso ha empeorado; lo que dificulta que puedan rehusarse ante su pareja o finalizar una relación.