La revista Semana de Colombia realizó un reportaje sobre cómo se desarrolla la pandemia del COVID-19 en Venezuela y descubrió un viaje al "infierno" del Coronavirus…
El Político/ Semana
A través del viacrucis que sufrió un venezolano, la revista colombiana comenzó la historia:
"Héctor Cárdenas pasó más tiempo buscando hospitalización que agonizando. Tras un fin de semana con síntomas y comprar por 20 dólares un oxímetro, se dirigió hacia un centro médico cuando la saturación de oxígeno le bajó a 90 por ciento. A sus 67 años, jubilado de toda una vida como educador universitario, Héctor solo podía apelar al precario sistema público", detalló Semana.
"Subió al vehículo de un vecino y pasó por uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco hospitales. No era atendido. “No hay capacidad”, “No hay camas”, “Estamos abarrotados”, escuchó una y otra vez. De dar tantas vueltas, sus hijas –ambas migrantes en Chile– comenzaron a temer un desenlace fatal, a la distancia", describe el medio colombiano.
El régimen de Nicolás Maduro manipula las cifras de los contagiado y los fallecidos por COVID. Al igual que no especifica la cantidad de personas hospitalizadas.
Sin embargo, la Ong, Médicos Unidos de Venezuela informó el 11 de abril que habían muerto 468 personal de salud por COVID-19.
160 camas de unidades de cuidados intensivos para más de 30 millones de personas
Las cifras oficiales aseguran que hay más de 15.000 casos. En todo el país hay unas 12.000 camas –no todas se usan para pacientes de COVID-19–; solo hay 160 camas de unidades de cuidados intensivos (uci) y 141 ventiladores mecánicos, señalan los informes de Monitor Salud siguiendo los reportes de 80 hospitales en Venezuela, aseguró Semana.
El estándar de la Organización Mundial de la Salud indica que Venezuela debe tener al menos 1.200 camas de uci, pero no llegan ni al 2 %.
Adicionalmente, tampoco la dictadura de Maduro invierte para mejorar la capacidad en los centros de salud, denunció Mauro Zambrano, dirigente sindical de los hospitales de Caracas.
Hace poco Maduro anunció que todos los contagiados que el Estado detecte deberán ser internados. Sobre esta declaración se pronunció el médico, ex asambleista y dirigente de la oposición en el exilio, José Manuel Olivares.
“No hay capacidad para eso y esa orden no tiene sentido, porque no todos lo requieren. La lógica epidemiológica llama a que aísles a la persona y cortes la cadena de contagio, pero no a que colapses los hospitales”, refutó Olivares.
En los hospitales públicos los gastos los cubre el paciente
Dentro de los centros médicos lo que hay es miedo y abandono. “La falta de Estado se suplanta con la calidez humana”, cuenta Carolina Álvarez a Semana.
Ella fue paciente por coronavirus. Después acompañó a su madre en el hospital El Algodonal, que estaba en cierre técnico en 2020 cuando fue declarado “centinela” para el coronavirus.
El Ministerio de Salud reactivó algunas de sus áreas y atiende ahora un máximo de 60 pacientes. Eso sí, todos los gastos corren por cuenta del paciente. Pruebas de laboratorio, implementos sanitarios y comidas los pagan los enfermos.
Además, la infraestructura del hospital está en pésimas condiciones.
Pocas enfermeras, pocos médicos y bajo salario
En las salas de hospitalización de todos los centros de salud en Venezuela las personas se ayudan. Las enfermeras están saturadas de trabajo y, en promedio, deben atender a 60 pacientes cada una.
Los médicos tratantes también son pocos. “A veces hay un solo médico residente. Los doctores atienden como mejor pueden”, describe para Semana, Abelardo Rincón, un camillero de unos de los hospitales más grandes de Caracas.
“Incluso, diariamente se le da una colaboración a las enfermeras por su trabajo”, destacó Carolina Álvarez. Así, 10 dólares se intercambian de manos en medio de la tragedia. Fuera de Caracas los costos son más altos.
Gustavo Gómez ha pagado 20 dólares a la enfermera que atiende a su hermano en el hospital Alfredo Van Grieken, de Coro, al occidente de Venezuela.
“Lo hemos visto limpio, en buen estado. Pero todo debe ponerlo uno, casi que hasta el sueldo del personal”, comentó Gomez a Semana.
El salario formal de una enfermera en Venezuela es de unos 5 dólares mensuales, los médicos, residentes y especialistas ganan una cantidad parecida al mes.
La dictadura de Maduro persigue a los médicos
Desde hace varios años, la deserción es acelerada. Se calcula que en una década el país ha perdido a la mitad de su personal de salud.
Los que quedan sobreviven, reutilizando mascarillas y guantes, pues la dotación de bioseguridad es irregular.
“Hemos tenido que compartir los face shields”, lamenta una enfermera del hospital Magallanes de Catia, en Caracas.
Otros han optado por comprar mascarillas por su cuenta. “Yo tengo que evitar como sea morirme aquí”, expresó a Semana una doctora del Hospital Universitario de Caracas. Como muchos de sus colegas, evita identificarse “porque dentro de los hospitales hay colectivos, comisarios políticos y mucha persecución”, aseveró Semana.
Hasta el 12 de abril se registraron 468 muertes por covid-19 en el personal de salud, que el régimen no reconoce, aunque las evidencias de una mortandad están a la vista.
Las cremaciones por coronavirus en un cementerio privado de Caracas triplican la cifra de muertes diarias de todo el país que informa la dictadura de Maduro.
Mientras tanto, el régimen venezolano insiste en que es ejemplo mundial. Enarbola números reducidos para decir que lo han hecho mejor que otros países. Pero la opacidad es la que ha triunfado.
OPS envió 300.000 kits de prueba y se usaron menos del 5%
En Venezuela se instalaron el año pasado 28 equipos para procesar unas 8.800 pruebas diarias de COVID-19, según acuerdo entre Gobierno y oposición. Pero solo se están haciendo menos de 500. Hasta hay equipos sin estrenar y nadie sabe dónde están.
La Organización Panamericana de la Salud reveló que de los más de 300.000 kits de pruebas que llegaron al país se había usado menos del 5%. ¿Dónde está el resto?
Mientras en las redes sociales existen cientos de campañas solicitando para Venezuela medicamentos, equipos de oxígeno, fondos para tratamientos, cuidados, e incluso gastos funerarios.