Con apenas 15 bancas propias, el oficialismo tendrá que aguzar su ingenio y recurrir al poder de negociación de la Casa Rosada con las provincias para poder afrontar en el Senado el segundo año de la administración de Mauricio Macri . Para lograrlo, uno de los desafíos de Cambiemos será mejorar en muchos aspectos el desempeño de sus referentes legislativos que, más allá de los escasos recursos con los que cuenta, exhibió limitaciones durante el año pasado.
Los principales déficits fueron la falta de una conducción consolidada, el desconocimiento de los resortes reglamentarios de la Cámara y una falta de compromiso con el rol que exige ser oficialista demostrada por muchos senadores oficialistas, más preocupados por la política en sus distritos o por los escenarios legislativos internacionales que por llevar adelante las misiones reclamadas por el Poder Ejecutivo.
El interbloque oficialista del Senado inició el primer año de gestión macrista bajo la conducción de Ángel Rozas (UCR-Chaco). Pero el chaqueño nunca llegó a convertirse en un líder legislativo de peso y tampoco tuvo la confianza de la Casa Rosada para negociar en su nombre. Tanto que, a lo largo del año, Cambiemos recurrió a otros interlocutores, como la vicepresidenta Gabriela Michetti y el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo.
Esa variedad tampoco alcanzó, por lo que en muchas ocasiones el jefe de bloque del FPV, Miguel Pichetto , debió trasladarse hasta el primer piso de la Cámara baja para negociar con el presidente de ese cuerpo, Emilio Monzó.
Esto tampoco fue suficiente, como quedó demostrado en el debate por los cambios en el impuesto a las Ganancias, donde la crisis comenzó a resolverse a partir de una conversación entre Pichetto y Macri, con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, como espectadores de lujo del diálogo telefónico.
En el radicalismo reconocen que la actuación de Rozas no cumplió con las expectativas. Golpeado por una afección cardíaca, el chaqueño debió abandonar la poltrona de conducción en los últimos tres meses del año. Sin embargo, su performance ya había generado comentarios en el Senado y en la Casa Rosada mucho antes de que su salud le jugara una mala pasada.
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Para reemplazarlo suena el nombre de Luis Naidenoff (Formosa). "Un jefe de bloque tiene que estar en la trinchera todo el tiempo y hoy Ángel no está en condiciones de hacerlo", explicó un dirigente radical, quien aseguró que el cambio de conducción cuenta con el aval de Gerardo Morales, responsable de postular a Rozas como su sucesor en la jefatura del bloque. La pregunta es si el chaqueño aceptará dar un paso al costado. "Emocionalmente no quiere, pero sabe que físicamente no puede", responden en la UCR.
Desde el macrismo, en tanto, miran con expectativas los movimientos del radicalismo porque saben que la relación de fuerzas (9 son de la UCR y sólo 6 de Pro) no los favorece para aspirar a conducir el interbloque. La alianza terminó el año con Pedro Braillard Poccard, aliado de Pro, ocupando el rol de Rozas.
Pero el correntino, miembro del frente que gobierna su provincia, proviene de un aliado menor del macrismo y no cuenta con la confianza presidencial que el cargo requiere. El problema es que tampoco la tiene Pinedo, quien fue entronizado como presidente provisional del Senado -y por lo tanto segundo en la línea sucesoria presidencial, detrás de Michetti-, pero tampoco integra el círculo político íntimo de Macri. La misma situación se da con la vicepresidenta, a pesar de la amplia disposición que mostró a participar de las negociaciones políticas.
Todo indica que el rol de polea de transmisión entre el Senado y el Gobierno lo ejercerán este año (de hecho ya lo están haciendo) Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, hombres de la jefatura de Gabinete que el mismo Macri se encargó de señalar como hombres de su confianza. Una decisión que, por el momento, nadie cuestionará en público pero que, por lo bajo, critican tanto la UCR como el Pro.