China, conocida por su mano de obra muy barata y por ser el eje de la industria electrónica está perdiendo competitividad.
El Político
Los problemas surgidos hace ya tres años por la pandemia, unidos a la preocupante situación política impuesta por su presidente Xi Jiping, y los reveses económicos han hecho que las empresas comiencen a buscar otras regiones o países, dejando al "gigante asiático" con un mermado parque industrial, algo por supuesto, muy peligroso según la óptica de sus gobernantes.
Justo es esa pesada combinación de presión comercial y política, lo que ha hecho que las empresas extranjeras estén abandonando el territorio chino, y comiencen a buscar naciones cercanas que ofrezcan crecimiento.
¿Por qué es importante?
Ya la mano de obra china no es tan barata. Un reportaje publicado en el diario británico The Economist informa que entre 2013 y 2022 los salarios manufactureros se duplicaron, hasta una media de 8,27 dólares por hora.
A esto se une el creciente desacoplamiento tecnológico entre Beijing y Washington, que está obligando a los fabricantes de productos de alta tecnología, especialmente los relacionados con semiconductores avanzados, a reconsiderar su estadía en China.
Entre 2020 y 2022, el número de empresas japonesas que operan en China se redujo de unas 13.600 a 12.700, según la firma de investigación Teikoku Databank.
El 29 de enero se informó que Sony planea trasladar de China a Tailandia la producción de las cámaras que vende en Japón y Occidente.
Samsung, empresa surcoreana, ha reducido su plantilla china en más de dos tercios desde el máximo alcanzado en 2013 y Dell, fabricante estadounidense de ordenadores, pretende dejar de utilizar chips fabricados en China para 2024, si las presiones desde Washington no la obligan a adelantar la fecha.
Sin embargo, a estas empresas se les presenta una serie de opciones en la misma región asiática: Desde Hokkaido, en el norte de Japón, pasando por Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia, Vietnam, Camboya y Bangladesh, hasta Gujarat, en el noroeste de la India.
Todoas estas naciones tienen puntos fuertes distintos, desde la alta cualificación de Japón y sus grandes bolsillos hasta los bajos salarios de la India; una oportunidad para una útil división del trabajo.
Algunos países fabrican componentes sofisticados y otros los ensamblan en aparatos acabados. Que funcione en la práctica es una gran prueba para el naciente orden geopolítico.
¡Hola Altasia, adios China!
Esta "nueva región geográfica", se ha bautizado Altasia. Su población en edad de trabajar de 1.400 millones de personas. lo que empequeñece incluso a los 980 millones de China.
En Altasia viven 154 millones de personas de entre 25 y 54 años con estudios superiores, frente a los 145 millones de China. En muchas partes de Altasia los salarios son considerablemente más bajos que en China: los salarios manufactureros por hora en India, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam son inferiores a 3 dólares, alrededor de un tercio de lo que piden ahora los trabajadores chinos.
Y la región ya es una potencia exportadora: sus miembros vendieron a Estados Unidos mercancías por valor de 634.000 millones de dólares en los 12 meses anteriores a septiembre de 2022, superando los 614.000 millones de China, según los datos del diario británico.
Altasia también se ha integrado más económicamente. Toda ella, salvo India, Bangladesh y Taiwán, ha firmado la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, que también incluye a China).
Al armonizar las normas de origen entre los diversos acuerdos comerciales existentes en la región, el pacto ha creado un mercado único de productos intermedios.
Esto, a su vez, ha aliviado las barreras normativas de las complejas cadenas de suministro que atraviesan varios países.
La mayoría de los países de Altasia son miembros del Marco Económico Indo-Pacífico, una nueva iniciativa estadounidense. Brunei, Japón, Malasia, Singapur y Vietnam pertenecen al Acuerdo General y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), que también incluye a Canadá, México y varios países sudamericanos.
Ya existe un modelo de economía altasiana, cortesía de las empresas japonesas, que llevan décadas construyendo cadenas de suministro en el Sudeste Asiático. Más recientemente, el rico vecino altasiático de Japón, Corea del Sur, ha seguido su ejemplo.
Conclusión
Las perspectivas de una mayor integración son confusas, tanto dentro de Altasia como con los grandes mercados de consumo del mundo rico.
India, de cuyos 1.400 millones de habitantes puede depender el futuro de Altasia, no parece tener prisa por integrarse en la RCEP.
Aunque el país ha firmado, junto con otros vecinos de Altasia, el marco Indo-Pacífico de Estados Unidos, ha optado por no participar en las disposiciones comerciales de la iniciativa, debido a la actitud proteccionista de los EEUU y no ha ofrecido recortes arancelarios ni un mejor acceso a su vasto mercado.
Desde luego, Altasia no sustituirá a China pronto, y mucho menos de la noche a la mañana. En enero, por ejemplo, Panasonic anunció una gran expansión de sus operaciones en China. Pero con el tiempo es probable que China resulte menos atractiva para los fabricantes extranjeros.
La mano de obra china no es más barata y sus licenciados no son mucho más numerosos. Estados Unidos aún puede darse cuenta de que reducir su dependencia de China en la práctica requiere estrechar lazos con países amigos, incluida la pertenencia al CPTPP, cuyo precursor se derrumbó tras la retirada de Estados Unidos en 2017.
Y como alternativa en ciernes a China, Altasia no tiene igual.