El periodista vivo con más premios Pulitzer, Thomas Friedman, explica las diferencias entre los dos grandes escándalos de la Presidencia de Donald Trump, reseñó El Mundo.
El Político
¿En qué se parecen y en qué se diferencian el ‘Rusiagate’ y el ‘Ucraniagate’?, los dos grandes escándalos de la Presidencia de Donald Trump remiten a países que fueron parte de la Unión Soviética. Pero ahí se acaban las similitudes, reseña el reportero Pablo Pardo.
El ‘Rusiagate’ es el supuesto intento de coordinación de la campaña de Trump – especialmente, su hijo mayor, Don ‘junior’, su yerno, Jared Kushner, y su jefe de estrategia electoral, Paul Manafort- con personas bien relacionadas con el Kremlin para influir en las elecciones de 2016, y, también, los esfuerzos del presidente para obstruir la investigación. Empezó a acaparar titulares antes de que Trump jurara el cargo, cuando se filtró la existencia del llamado ‘informe Steele’ en el que se describían las supuestas prácticas sexuales del presidente de EEUU con prostitutas en Moscú y terminó de manera más sobria con la comparecencia del severo fiscal especial del caso, Robert Mueller, en el Congreso el 24 de julio.
Un día después, el 25 de julio, es el día clave del ‘Ucraniagate’, cuando, según un denunciante anónimo, Trump trató de obligar al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky de que investigara las actividades que había llevado a cabo Hunter Biden en ese país. El padre de Hunter Biden es Joe Biden, que a día de hoy lidera las encuestas del Partido Demócrata en la carrera por la Presidencia del año que viene (Biden también va en promedio 7,7 puntos por delante de Trump, según la web RealClearPolitics, pero a estas alturas de precampaña los sondeos tienen un valor predictivo similar al del Tarot).
Eso es lo que pasó -o lo que dicen que pasó-. Pero ¿qué puede pasar a partir de ahora? ¿Está en juego la Presidencia de Trump? ¿Por qué la ‘trama rusa’ tuvo mucho menos impacto en 30 meses que la ‘trama ucraniana’ ha tenido a una semana?
Para responder a tan ardua pregunta, EL MUNDO ha ido al sitio en el que se concentran los periodistas mejor informados: el bar. No es broma. Fue el sábado, cuando el autor de estas líneas se encontró con el periodista de prensa escrita vivo con más Pulitzer, Thomas Friedman, del ‘New York Times’, haciendo cola para tomar un trago en la gala de apertura de la temporada del Centro Kennedy de las Artes de Washington que, encima, está al lado del Hotel Watergate, o sea, la cuna del mayor escándalo político de la Historia de EEUU. La charla continuó un rato, y el lunes, Friedman -que en 2018 ganó el premio Columnistas de EL MUNDO- envió un email desarrollando sus puntos de vista para que reflejaran, según sus propias palabras, "¡lo que yo pienso por ahora!".
Y lo que piensa es que el ‘Ucraniagate’ es diferente por tres cosas:
Primero. "El hecho de que el denunciante anónimo (‘whistleblower’) pertenece al aparato de Inteligencia y su nombre y su testimonio (en el Congreso) serán hechos públicos en algún momento". Para Friedman eso es importante porque es un "testigo independiente, que probablemente forme parte de un pequeño grupo de funcionarios que la opinión pública considerará que están movidos a actuar por su respeto a la Constitución".
Para el periodista, eso hará difícil que el equipo de Trump presente al denunciante (o denunciantes) como actores con motivación política, y posiblemente hará que su testimonio tenga un impacto importante en la opinión pública. La posible solidez de los acusadores explica "por qué algunos senadores republicanos todavía no han dicho nada del escándalo: les preocupa la presencia de testigos independientes".
El segundo factor es algo que los medios de comunicación están dejando de lado: "El hecho de que la embajadora de Estados Unidos en Ucrania, Marie Yovatovich, fue cesada aparentemente por tratar de impedir que Rudy Giuliani llevara a cabo sus acciones". Giuliani, ex alcalde de Nueva York y ex candidato a la Presidencia, es el abogado personal del Donald Trump y fue el hombre que el presidente envió a Ucrania para tratar de convencer a ese país de que investigaran a Hunter Biden.
Yovatovich trató de impedir esas actividades y, según la anónima denuncia contra Trump, fue cesada por ello en mayo. En su conversación del 25 de julio con Zelensky, Trump se refiere a ella como "la ex embajadora de Estados Unidos en Ucrania, la mujer, no era buena, y andaba con gente que no era buena, así que quiero que sepas que… bueno, le van a pasar algunas cosas".
Friedman cree que "sin duda, Yovatovich declarará (en el Congreso) en algún momento, y a la opinión pública no le va a gustar que un diplomático responsable haya sido cesado por razones tan descaradamente políticas".
El tercer y último elemento tiene que ver con el efecto que los dos puntos anteriores pueden tener entre los votantes. Friedman no niega que "ninguna de estas cosas va a tener un impacto en el núcleo duro de la base de Trump, pero ésa no es la cuestión. La cuestión es cuál va a ser el impacto en las mujeres que viven en la periferia de las ciudades (lo que en EEUU se llama "suburbios", que son zonas de clase media y media-alta), en los votantes independientes y en los republicanos moderados. Todos ellos le dieron la victoria a Trump en 2016. Pero en 2018 le abandonaron y entregaron a la Cámara de Representantes a los demócratas". Los indecisos son, como casi siempre, los que van a decidir de qué lado se incline la balanza.
Fuente: El Mundo