No es muy apetecible estar en los vistosos zapatos de Theresa May, porque la nueva primera ministra afronta tres enormes retos: la zozobra económica del Brexit, la amenaza independentista escocesa y la falla que ha dejado el referéndum de la UE en la sociedad británica y en su partido. En su primer discurso tras ser confirmada por la Reina, May ya recalcó que la unidad del país está entre sus mayores desvelos. Este viernes volvió a ratificarlo, eligiendo Edimburgo para su primera visita fuera de Londres. Su objetivo era persuadir a Nicola Sturgeon, la líder independentista escocesa, de que Escocia no tiene nada que temer de la salida del Reino Unido de la UE. Pero el encuentro no fue un pleno éxito. Los separatistas nunca cejan en su objetivo máximo y, aunque con buenos modos, Sturgeon amenazó a May con un segundo referéndum de independencia.
El Brexit fue el inesperado triunfo de la Inglaterra más atrasada, la gente mayor y las clases populares y aristocráticas sobre las urbes y las clases medias profesionales y universitarias. El «Remain» ganó en Londres y Manchester, también en Irlanda del Norte y, sobre todo, arrasó en Escocia: 62-38 (mientras que en el conjunto del Reino Unido la salida de la UE se imponía por 3,8 puntos).
Los nacionalistas escoceses, que jamás han acabado de aceptar su clara derrota en la consulta separatista de septiembre de 2014, han aprovechado el voto diferente sobre la UE de Escocia y el Reino Unido para desempolvar la idea de un segundo referéndum independentista. Sturgeon volvió a defenderlo este viernes, tras un encuentro de 45 minutos con May en su residencia oficial de Bute House, en Edimburgo: «Tratar de bloquear un referéndum si es lo que quiere la gente de Escocia sería algo totalmente equivocado», advirtió.
May descartó esa segunda consulta, argumentando que «los escoceses mandaron un mensaje muy claro con su voto de 2014». Como siempre que andan de por media las pasiones nacionalistas, la situación se torna un poco kafkiana. Sturgeon se indigna porque no quiere romper sus lazos con la UE, pero su desvelo absoluto es soltar los que los unen a los ingleses, con los que llevan 300 años en común. Por su parte May defiende la unidad del Reino Unido como «una gran alianza de ciudadanos», pero ha constituido un Gobierno de eurófobos para aplicar el Brexit y cortar así una relación solidaria de 43 años con Europa.
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