“Somos nosotros los que vamos a velar por que haya la máxima transparencia”, dijo Efraín Acevedo, de 61 años de edad, sobre la importancia de su rol como testigo de mesa en las elecciones presidenciales del 28 de julio. Comentó que no es la primera vez que cumplirá esta función, ya lo hizo en un par de ocasiones anteriormente, aunque ahora las reglas cambiaron: hay una nueva normativa impuesta por el Consejo Nacional Electoral (CNE) que exige que los testigos de mesa de los partidos políticos deben ejercer su función en el mismo centro donde votarán.
Para Adriana Mejías (50 años de edad), en cambio, será su primera vez como testigo de mesa. Ella se postuló y el partido Encuentro Ciudadano (EC) la llamó para defender los votos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). “Yo no soy militante de ningún partido político”, aclaró. Su motivación es lo que ella llama “la crisis moral” que ha dejado el modelo político de los últimos 25 años. “Esta crisis moral ha alimentado mi deseo de contribuir para que todo esto cambie”.
Carlos Peláez, biólogo de profesión, también será testigo de mesa. Menciona que ya ha recibido capacitaciones específicas en las que se abordan las leyes electorales y las funciones de su rol. “Incluso nos enseñan de qué forma comportarnos para que todo sea lo mejor posible, tanto en términos de seguridad personal como del cumplimiento de nuestra función”.
Los testigos de mesa tienen el derecho a presenciar los comicios en todas sus fases y participar en las auditorías. El artículo 158 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales expresa que pueden exigir que se incluyan, en el acta correspondiente a la auditoría, las observaciones de hechos e irregularidades que se presenten.
De acuerdo con Luis Lander, director del Observatorio Electoral Venezolano (OEV), en Venezuela está plenamente garantizado que el sufragio es secreto. “Si el elector logra emitir el voto de manera resguardada y privada, nadie nunca sabrá por quién votó. Pero eso ha sido de alguna manera vulnerado porque con frecuencia hay personas que acompañan al elector sin que este lo solicite y puede presionarlo para que vote de una manera distinta a su voluntad”.