Un día antes de una crucial y emblemática votación en el Congreso para derogar la ley sobre cobertura médica de su predecesor, Donald Trump sigue sin estar seguro de ganarla por la rebelión de una parte de la mayoritaria bancada republicana.
La Cámara de Representantes votará el jueves un texto que, de ser aprobado, derogaría y reemplazaría la reforma sanitaria aprobada durante el mandato de Barack Obama, conocida como "Obamacare", una promesa de campaña del presidente estadounidense.
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Pero la derecha del Partido Republicano estima que el proyecto de ley sigue siendo demasiado dispendioso para el Estado federal, mientras que los más moderados están preocupados por el aumento previsto del costo de los seguros de enfermedad para ciertos sectores de la población y por la pérdida de cobertura que sufrirán 14 millones de estadounidenses a partir de 2018, año de elecciones legislativas.
"Gran jornada para la salud. ¡Trabajo duro!", escribió este miércoles Donald Trump en Twitter.
Big day for healthcare. Working hard!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 22 de marzo de 2017
La votación se anuncia muy reñida. La minoría demócrata se opone totalmente, lo que obliga a los dirigentes republicanos a tratar de limitar las defecciones en el seno de su grupo a una veintena de un total de 237 representantes.
Los rebeldes más ruidosos son los del "Freedom Caucus", el "grupo de la libertad", herederos ultraconservadores del Tea Party de 2010. Calificaron el plan republicano de "Obamacare Light", ya que mantendría descuentos de los impuestos para ayudar a los estadounidenses a pagar su seguro de enfermedad, y ellos quieren que el Estado federal se retire totalmente del mercado de la salud.
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Para traerlos de nuevo al redil, los líderes republicanos reformaron en parte el texto la semana pasada. Agregaron, por ejemplo, una cláusula que pone como condición que los beneficiarios del programa público de cobertura de salud Medicaid, destinado a los más pobres, trabajen.
Credibilidad en juego
Pero la pulseada continúa, y el resultado final dependerá de unos pocos votos. Paul Ryan, presidente de la cámara baja, quien se juega su credibilidad, podría decidir aplazar la votación si prevé un fracaso.
"Estamos en etapa de prenegociación", aseguró Rand Paul, senador republicano que apoya la rebelión de sus colegas en la Cámara de Representantes. "Cuando hoy o mañana cuenten los votos y retiren el proyecto porque se den cuenta de que no podrá ser aprobado, entonces comenzará la auténtica negociación", dijo el miércoles de mañana a la cadena MSNBC.
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A pocos metros del hemiciclo, el republicano Chris Collins explicaba el martes a un grupo de periodistas que entre los veinte o treinta legisladores que hoy declaran que votarán "no", algunos podrían sacrificarse y votar "sí" a último momento para ahorrarle al partido una gran humillación.
La prueba del jueves es tanto más importante cuanto que Donald Trump ha puesto toda su influencia en juego. Él también se juega su credibilidad de negociador. Estas últimas semanas ha recibido en la Casa Blanca a decenas de parlamentarios y él mismo concurrió el martes al Capitolio para enviar un mensaje de advertencia: en caso de fracaso, los electores sancionarán a los republicanos, que podrían perder la mayoría en el Congreso en las legislativas parciales de noviembre de 2018.
El presidente también dio a entender que será implacable con los legisladores que lo desafíen, y a uno de ellos, Mark Meadows, le advirtió: "Oh Mark, no te dejaré tranquilo…".
Después de que la justicia suspendiera las dos versiones de su decreto migratorio, el presidente estadounidense necesita, tras dos meses en el cargo, mostrar resultados concretos.
Hasta el momento solo ha promulgado derogaciones de reglamentos de la era Obama y una ley consensuada sobre la NASA.
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Si finalmente triunfa el jueves, la semana próxima comenzará una etapa aun más delicada en el Senado, donde el proyecto tiene garantizada, al menos en su versión actual, una derrota. También allí deberá demostrar Donald Trump su capacidad de llegar a acuerdos.
AFP