La Vicepresidenta Ejecutiva de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, en una inspección al Mercado mayor de Coche, ubicado al sur de Caracas, afirmó que por acciones de fiscalización llevadas a cabo por parte del gobierno se había logrado reducir en 130% (sí, leyó bien, 130%) los precios al consumidor de una serie de productos básicos.
Pedro Benítez/ Al Navío
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— El Político (@elpoliticonews) July 11, 2018
Después, el vicepresidente para el Área Económica, Tareck El Aissami (quien había acompañado a Rodríguez en la citada declaración) repitió la misma “información” en la cuenta de Twitter del despacho a su cargo.
¿Qué quisieron decir exactamente estos dos altos funcionarios? Por más vueltas que se le quiera dar al asunto, la respuesta a la pregunta de matemática simple que implica la afirmación realizada no da margen a dudas: no saben lo que dijeron. Bien sea por un breve error involuntario, bien sea porque no saben de matemáticas.
Que hayan insistido sin rectificar públicamente el ‘desliz’ indica ignorancia y soberbia. Dos males que en gobiernos autoritarios, es decir, que no responden a la lógica de aquellos obligados a atender a la presión pública, suelen ser devastadores.
Este es el caso de la Venezuela de Maduro, con las consecuencias a ojos vista.
Sus cinco años de dominio sobre Venezuela se han caracterizado por un monumental desprecio a todo conocimiento que contradiga su convicción política.
El gobierno no hace nada para detener la hiperinflación
No obstante, la declaración citada nos da una pista del funcionamiento interno del régimen de Maduro: Venezuela está en medio de una descontrolada hiperinflación (que amenaza con ser la mayor registrada nunca en el hemisferio occidental) sin que su gobierno haga absolutamente nada para detenerla porque sencillamente no sabe cómo hacerlo. Y, muy probablemente, porque tampoco tiene conciencia de lo que está ocurriendo.
La declaración de Delcy Rodríguez y Tareck El Aissami es una muestra evidente de esto, así como una dramática revelación de la pobreza profesional e intelectual del círculo de mayor confianza del presidente, que entre otras cosas explica la incapacidad oficial para rectificar.
Otro ejemplo es la eucaristía efectuada el pasado domingo en la sede de la petrolera estatal PDVSA a solicitud del ministro de Petróleo y presidente de la estatal, el mayor general Manuel Quevedo, para pedir a Dios aumentar la producción petrolera. El general Quevedo, sin experiencia profesional en la actividad, no ha podido detener la continua caída de la producción de la industria pese a todas las promesas hechas a inicios del año. Por el contrario, todas sus acciones parecen haber acelerado el deslave.
Quevedo seguramente es un oficial militar muy leal a Maduro, pero sencillamente no sabe qué hacer para recuperar la industria petrolera. Desde que ejerce los cargos de mayor responsabilidad del negocio petrolero venezolano no se le han escuchado planes o políticas concretas. Con el debido respeto a las creencias religiosas, celebrar una misa parece más bien una señal de desesperación.
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