Son tres jóvenes, que no superan los 25 años de edad y tienen pistolas, los que tienen el control de 20 establecimientos, entre restaurantes y mueblerías, ubicados en la carretera Panamericana entre los kilómetros 26 y 42. A sus propietarios los visitan mensualmente para cobrarles la vacuna. A los que se niegan a pagar los matan o les saquean la mercancía.
Uno de los negocios atacados por este grupo es un local de comida criolla en el kilómetro 35. Su propietario, Alexis González (nombre ficticio para proteger su integridad), les paga desde noviembre. Cuenta que la primera vez que entraron al local se hicieron pasar por clientes. Se sentaron a la mesa, pidieron la carta y se acercaron a la caja. Solicitaron hablar con el dueño. “Cuando me acerqué uno de ellos se subió la franela y mostró su pistola, se acercó y me dijo al oído: ‘Tranquilo, si colaboras con nosotros no te va a pasar nada’.
Desde ese encuentro debe González debe pagarles una cuota mensual. Ellos religiosamente vienen los días 15 de cada mes. Si me atraso me reclaman y amenazan con secuestrar a mi hija y picarla. No me atrevo a informarle la situación a la policía porque estos tipos son capaces de todo”, relata González.
El delito de extorsión es poco denunciado ante el Cicpc. El miedo a represalias reprime a los comerciantes. Solo se eleva a un promedio de cinco casos por mes.
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Este tipo de acción delictiva es apenas un eslabón de la larga cadena de crímenes que se cometen desde el kilómetro 0 hasta el 42 de la Panamericana, donde diariamente circula cerca de 60.000 vehículos, según Tránsito Terrestre.
Prolifera el secuestro exprés. Por esta vía también es común esta modalidad, que deriva en el robo de vehículos."Se reporta un promedio de cuatro automóviles diarios y cinco motocicletas, de acuerdo con cifras aportadas por cuerpos de seguridad. La mayoría de los delincuentes marca a sus eventuales víctimas en las bombas de gasolina de los primeros kilómetros. Actúan dos que viajan en dos motocicletas.
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Una vez que el conductor carga de combustible y arranca para incorporarse a la arteria vial, uno de ellos lo sigue y el otro va adelante. Acelera la marcha y cuando está al nivel del piloto intercepta el automóvil. “Lo obliga a orillarse y a entrar a una de las comunidades.
Una vez allí toman el control del carro, ruletean a los ocupantes y los abandonan. Por lo general, los dejan a la altura del barrio Guaremal, en el kilómetro 28, y se llevan el carro”, explica un funcionario.
Con información de El Nacional