De repente el mundo despertó ante el perturbador sonido de tambores de guerra. El 27 de febrero del año pasado los tanques y ejércitos rusos cruzaron la frontera con Ucrania y se posesionaron de zonas estratégicas en Crimea, al noreste del país, invadiendo específicamente las áreas de Lugansk y Donetsk.
No es secreto que esas áreas, así como Ucrania completa, "pertenecen" a Rusia en el imaginario de la derrumbada URSS, que logró apresar a sus vecinos del sureste y suroeste para armar su infame "cortina dde hierro" al final de la II Guerra mundial.
Gonzalo Morales Divo
Bajo el yugo de Joseph Stalin, el territorio ucraniano se hizo parte integral de la "madre Rusia". Y, por supuesto, quedó en el imaginario soviético que ese país era parte integral de Unión Soviética. La caída de la URSS en tiempos de Gorbachov, liberó a Ucrania de la "corrina de hierro", pero no en la mente y el corazón de los nostálgicos de la "gran Rusia", como Vladimir Putin, que veían ese desmembramiento como una humillación insoportable.
Rusia tiene un peculiar problema geográfico
A pesar de lo inmenso de su territorio, que cubre 17 millones de kilómetros cuadrados y 11 de los 24 husos horarios del mundo, Rusia tiene serios problemas para ejecutar su comercio marítimo. La costa norte es inútil porque está casi todo el año congelada y constituyé una costa demasiado larga (unos 5.600 km) y, de paso, congelada o semi congelada prácticamente todo el año.
Su salida por el noroeste al Mar Báltico es muy larga (costosa) para llegar al Atlántico Norte, siéndol útil para llegar a las costas del este en Canadá o EE. UU., pero allí Rusia no tiene un comercio intenso. Por otro lado, África y los países del Mediterráneo le quedaría ridículamente alejados por agua, mientras por tierra estarían tremendamene cercanos.
Su costa oriental está demasiado lejos de los países europeos, africanos y americanos. La salida que les conviene es, precisamente, por la que luchan: la de la costa sureste de Ucrania, desde Lugansk hasta Mariopól, a orillas del Mar de Azov, primera ruta hacia el Mar Negro y, por éste, al Mediterráneo. De allí al resto del mundo, sea por el Atlántico o el Canal de Suez.
Y, entre otras cosas, es por esto que Putin necesita tomar posesión de estas regiones (que fueron de la URSS pero que la Perestroika devolvió a sus dueños tradicionales), para revertir lo que él considera un retroceso de la "madre Rusia" impulsado por un Occidente que quiere ver a Rusia débil. En realidad no es así, es un territorio ucraniano y Putin pudo haber negociado para lograr una salida al mar más conveniente.
Pero Putin es un dictador, acostumbrado a ejercer su voluntad o forzarla. y en el caso de la guerra que ha forjado no le ha ido, ni de lejos, como hubiera querido.
En la segunda parte de este artículo hablaremos de las intenciones, desarrollos y posibles desenlaces de esta batalla entre la tiranía y la democracia; entre el orden europeo o el "sinoruso".
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Gonzalo Morales Divo es el Editor de El Político.
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