El proceso de la salida del Reino Unido de la Unión Europea se ha cobrado un sinfín de víctimas, que incluye dos primeros ministros, también algunos vencedores, como sin duda es el primer ministro Boris Johnson, y algunos fantasmas, como la familia Real, garante de la supervivencia del Reino Unido
El Político
El camino para que el Brexit se convirtiera en ley fue arduo. Le costó el puesto a dos primeros ministros: James Cameron y Theresa May; a un líder de la oposición: el laborista Jeremy Corbyn, quien anunció el retiro del cargo tras su fracaso electoral del 12 de diciembre de 2019; motivó la celebración de dos elecciones y ha hecho que Reino Unido viva su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial.
El Brexit (palabra combinada de las palabras inglesas Britain y exit, ‘Gran Bretaña’ y ‘salida’) es la salida del Reino Unido de la Unión Europea, también conocida popularmente como Brexit, es un proceso político en curso que persigue el abandono por parte del Reino Unido de su condición de estado miembro de la Unión Europea.
Tras un referéndum celebrado el 23 de junio de 2016 en el que el 51,9 por ciento de los votantes apoyó abandonar la Unión Europea, el gobierno británico invocó el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea (UE), iniciando un proceso de dos años que debía concluir con la salida del Reino Unido el 29 de marzo de 2019. Ese plazo fue prorrogado en primer término hasta el 12 de abril de 2019; luego hasta el 31 de octubre de 2019.
Por tercera vez, el plazo volvió a ser prorrogado hasta este viernes 31 de enero de 2020. Pasada esa fecha, y salvo acuerdo en contrario, Reino Unido abandonará automáticamente la Unión Europea sin acuerdo. Hay un periodo transitorio hasta el 31 de diciembre de 2020 por el cual Reino Unido se mantendrá en el mercado europeo y los ciudadanos y las empresas no notarán diferencias. Reino Unido y la UE deberán negociar una nueva relación comercial los siguientes meses.
De Cameron a May
David Cameron, quien era primer ministro del Reino Unido, tenía preparado un discurso el 24 de junio de 2016 para anunciar "un nuevo lugar en el Reino Unido dentro de la Unión Europea" y para entrar en los libros de historia como el "gran modernizador" del partido Conservador, capaz de liquidar con golpes maestros las dos grandes amenazas de su mandato: la independencia de Escocia y la ruptura con la Unión Europea, cuya sede está en Bruselas.
Pero el destino se torció antes de tiempo. "Estamos perdiendo, papá", le dijo su hija Nancy a eso de las dos de la madrugada del día B del Brexit. Otro, en su lugar, se habría tirado de los pelos o habría abierto la ventana para dar el grito de Munch. Pero Cameron mantuvo a raya las emociones, se armó de "dignidad" y anunció a sangre fría su dimisión, rubricada por un alegre canturreo que fue captado por los micrófonos y que dio mucho que sospechar.
Cameron fue la primera víctima ilustre del Brexit (y el segundo primer ministro más joven en la historia del Reino Unido en dejar su puesto, a los 49 años). Su caída arrastró de paso a su delfín y secretario del Tesoro, George Osborne, quien, al igual que Cameron, acabaría renunciando al escaño de diputado y pasándose al otro lado de la trinchera como director del periódico vespertino ‘The Evening Standard’.
El Brexit fue como un tsunami que partió en dos a la sociedad británica y removió los cimientos del partido Conservador, tan proclive a absorber a sus propios líderes.
Al fin y al cabo, Cameron caminó sobre la tortuosa estela de sus antecesores Margaret Thatcher y John Major, que también cayeron a su manera en la llamada "trampa europea".
Ante su propia sorpresa, y mientras ultimaba la mudanza de la residencia oficial de Downing Street, Cameron fue testigo de la tragedia shakesperiana a sus espaldas cuando el político Michael Gove (en el papel de Bruto) asestó una puñalada a Boris Johnson, el César de Vote Leave, y frustró su primer y calculado intento de asalto al poder.
Cadáveres políticos y resurrecciones
Y es que el proceso británico no sólo está lleno de cadáveres, también de resurrecciones improbables, como la del eurófobo Nigel Farage, al frente del Partido del Brexit después de entonar el R.I.P. por el Ukip.
El caso es que la muerte política prematura de Johnson allanó el camino a Theresa May, curtida como secretaria de Interior, famosa por su mano dura contra la inmigración y por su silencio cauto durante el referéndum. Apoyó la permanencia, pero con la boca chica, pensando que tarde o temprano llegaría su oportunidad.
Y así fue, sin apenas oposición, como entró erguida sobre sus tacones de leopardo en Downing Street, con la vitola de la nueva Dama de Hierro. "Brexit significa Brexit", dijo torciendo el gesto en su debut como primera ministra. "Mejor un no acuerdo que un mal acuerdo", llegó a decir después, antes de echar la firma de rigor y activar el Artículo 50 en marzo del año 2017, con el viento aún a favor.
Las encuestas le daban hasta 20 puntos por delante del laborista Jeremy Corbyn, desaparecido en combate durante el referéndum y superviviente a duras penas de la guerra civil que desangraba su propio partido. May convocó elecciones anticipadas, con la vana ilusión de machacar a su rival y lograr un "mandato para el Brexit". El tiro le salió por la culata y perdió la mayoría absoluta. Corbyn fue algo así como el Lázaro laborista y las cosas empezaron a complicarse tremendamente.
Theresa May fue perdiendo la compostura, hasta que se descolgaron las letras y se quedó sin voz en la conferencia de los tories en 2017. Su destino estuvo sellado desde aquel día. Todo lo que vino después fue un sufrido ejercicio de persistencia y supervivencia, con su gobierno acechado por las dimisiones y por los tiburones.
Comienzo del descontento
May llegó a firmar un acuerdo con Bruselas, en el invierno de 2018, pero no pudo superar el vía crucis del parlamento, pese a las llamadas reiteradas al orden de John Bercow, otra víctima colateral que se marchó el 31 de octubre.
Lo intentó tres veces, pero la traicionaron los partidarios del Brexit duro en las filas de su propio partido. Fue víctima de su propia y fallida estrategia, pero dejó un mensaje sumamente claro a su temido sucesor: "La vida depende del consenso".
Y en esto resucitó Boris Johnson, imponiéndose sobre una decena de aspirantes y cobrándose de paso nuevos cadáveres, como la líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson. "Nos vamos de la Unión Europea el día 31 de octubre, con acuerdo o sin acuerdo", fue la promesa y la premisa del líder populista, con el maquiavélico Dominic Cummings moviendo los hilos y propiciando nuevas muertes políticas, como las de su hermano Jo Johnson o la ex secretaria de Trabajo Amber Rudd, la última en saltar del barco.
El Brexit ha sido como una tempestad que amenazaba con arrasar todo, desde el legendario pragmatismo al sacrosanto humor británico, con Boris Johnson en la proa advirtiendo de que "antes muerto en una zanja" que prolongar otros tres meses la agonía y la deriva.
Ley del Brexit
La firma de Isabel II era la última formalidad real necesaria después de que, este 22 de enero, la Cámara de los Comunes aprobara la ley por primera vez. La mayoría obtenida por el partido Conservador del actual primer ministro Boris Johnson en los comicios de diciembre fue fundamental para aprobar todos los trámites y rechazar, en bloque, las enmiendas propuestas por la oposición.
Las negociaciones para ver los términos en los que el Reino Unido se divorcia de la Unión Europea están aún por verse. Boris Johnson quiere que se cierren lo antes posible, pero aún hay muchos aspectos que cerrar como las políticas migratorias, las multas de salida, la sanidad y la seguridad.
La prioridad de la Unión Europea es intentar que los derechos comunitarios de los ciudadanos que viven en Reino Unido continúen existiendo después de la salida.
Hay que recordar que la Unión Europea funciona como una suerte de macro-Estado con fronteras invisibles entre sus miembros y políticas económicas comunes, que hacen que una persona pueda trabajar libremente y con las mismas condiciones migratorias en países como España, Alemania, Polonia y, hasta su salida, en Reino Unido.
Refugio bajo el amparo de Estados Unidos
Es indudable que, tras su retiro, Reino Unido seguirá manteniendo fuertes lazos económicos y comerciales con la Unión Europea por cercanía cultural, económica y física, pero esta salida trae consigo un inevitable acercamiento a Estados Unidos. Algo que, desde Washington, y más con la administración Trump, ven muy bien para sus intereses.
Durante el Foro Económico Mundial en Davos, el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Mnuchin, dijo que un acuerdo con Gran Bretaña era "una prioridad absoluta del presidente Trump y que esperan completarlo dentro de este año".
El secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, dijo que un acuerdo comercial entre los dos países no debería ser demasiado difícil porque sus economías son similares. "Ambos estamos muy orientados a los servicios y, en el tema financiero, ya hay un grado bastante alto de integración y coordinación, por lo que debería ser mucho más fácil mecánicamente", aseguró en Davos.
Pero, desde la oposición, se teme una invasión del mercado estadounidense en la economía británica. Estados Unidos tiene normas higiénicas y sanitarias menos estrictas y diferentes a las de la Unión Europea y adaptarse a estos nuevos estándares genera temor desde algunos sectores.
En el mercado de las farmacéuticas, la situación es parecida. La Unión Europea se nutre, básicamente, de medicamentos creados dentro de sus fronteras y mucho más económicos que los de fabricación estadounidense, una apertura a estos medicamentos y compañías haría que los precios se pudiesen elevar.
(Con información de El Mundo y El País)