Cuando aviones se estrellaron contra las torres gemelas de Nueva York y murieron cerca de tres mil personas debido a atentados terroristas, la humanidad comprendió su fragilidad frente al odio y la destrucción. Afganistan y sus amenazas son parte de ese terror.
El Político
Casi 20 años después de los devastadores ataques perpetrados en Nueva York, Washington y Pensilvania, cinco acusados se enfrentarán a la pena de muerte si son declarados culpables.
Khalid Sheikh Mohammad fue capturado en Pakistán en 2003 y transferido a la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba, antes de que se le imputaran cargos. Los otros cuatro hombres, Walid bin Attash, Ramzi bin al-Shibh, Ammar al-Baluchi y Mustafa al-Hawsawi
Podría salir de guantánamo
Más de diecisiete años después de elegir la base militar estadounidense en Cuba como “el lugar menos malo” para encarcelar a los prisioneros de los campos de batalla en Afganistán, después de años de debates vehementes por los derechos de los detenidos y la opción de cerrar la prisión, ahora el Pentágono planea que los sospechosos de terrorismo que siguen detenidos en las instalaciones envejezcan y mueran en la bahía de Guantánamo.
El congreso de Estados Unidos bloqueó la iniciativa del gobierno de Barack Obama de cerrar la prisión y la gestión de Donald Trump se comprometió a dejarla abierta, además los juicios militares avanzan a paso de tortuga, por lo que en 2018 los comandantes recibieron la orden de diseñar planes para habilitar el centro de detención durante veinticinco años más, hasta 2043.
El 11 de septiembre de 2001, los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York mataron a casi 3.000 personas. Osama Bin Laden, jefe del grupo islamista al Qaeda, fue rápidamente identificado como el responsable.
Los talibanes, islamistas radicales que dirigían Afganistán y protegían a Bin Laden, se negaron a entregarlo. Entonces, un mes después del 11 de septiembre, Estados Unidos lanzó Al darles refugio a los militares de al Qaeda, se convirtieron en un objetivo inmediato en el ataque de las fuerzas estadounidenses, afganas e internacionales tras el 11 de septiembre.
una ofensiva que comenzó con ataques aéreos sobre Afganistán.
Cuando otros países se unieron a la guerra, los talibanes fueron rápidamente desplazados del poder. Pero no desaparecieron: se atrincheraron y su influencia volvió a crecer.
Desde entonces, Estados Unidos y sus aliados han luchado para detener el colapso del gobierno de Afganistán y, así, poner fin a los mortales ataques de los insurgentes.
Estados Unidos sigue realizando ataques aéreos contra los talibanes, incitado por el tercer presidente de ese país en monitorear la guerra, Donald Trump.
Sin embargo, Trump está dispuesto a reducir el número de tropas estadounidenses en esta región antes de enfrentar las elecciones de noviembre de 2020.
Los talibanes, por su parte, ahora controlan mucho más territorio que cuando las tropas internacionales salieron de Afganistán en 2014.
Muchos en Washington y en otros lugares del mundo temen que un retiro total de las tropas estadounidenses deje un vacío que pueda generar la proliferación de grupos militantes que busquen ataques en Occidente.
La economía estadounidense entró en una fase de recesión desde 2001 como resultado de la inseguridad y la desconfianza creciente en la seguridad del mundo occidental después de una década de crecimiento prácticamente ininterrumpido, a pesar de que la actividad económica ya había mostrado señales de agotamiento desde 1998, efecto de la crisis asiática, con la pérdida de más de un millón de empleos en el sector industrial entre los años 1999 y 2000.
Los ataques terroristas agravaron la situación al reducirse fuertemente el consumo como consecuencia del estado de psicosis de la población, que evitaba visitar sitios concurridos o viajar.
El sector aéreo fue uno de los más afectados, pues la demanda de vuelos comerciales se redujo drásticamente, debido sobre todo al temor de que se repitieran las acciones terroristas, y también a la resistencia del público a someterse a las medidas rigurosas de seguridad en los aeropuertos.
En un intento por aliviar esta situación, el Congreso aprobó un paquete financiero de 15 000 millones de dólares para el sector aéreo, en tanto que el gobierno de Bush adelantó un recorte adicional de los impuestos para revitalizar el consumo; esta medida tuvo efectos negativos en el presupuesto, ya de por si mermado por los gastos de la guerra.
Y el miedo sigue siendo el arma letal
"Hemos preparado las condiciones para la paz, pero los talibán se han equivocado. Este país no se rendirá ante la extorsión", ha dicho Ghani durante un acto oficial.
Una de las principales críticas que hacen los afganos a las conversaciones de Doha es que los talibanes no han renunciado a la violencia mientras negocian. Saben que juegan con cartas ganadoras. Controlan gran parte de Afganistán y han demostrado que no pueden ser derrotados debido al enorme coste humano de la guerra entre la población. Además, tras 18 años de conflicto, el más largo que EE. UU. ha librado nunca, Trump tiene prisa por salir de Afganistán.
No está claro qué ha hecho cambiar de opinión a Trump. En sus tuits mencionó el atentado del pasado martes en Kabul, en el que murieron 12 personas, entre ellas un soldado estadounidense. Pero algunos observadores estiman que ha sido un mero “pretexto” para abandonar un acuerdo sobre cuyo funcionamiento hay grandes dudas, tal como sugiere en Twitter Michael Kugelman, del centro de estudios Wilson.
De momento, en lo único que todos los observadores coinciden es que la violencia va a aumentar de aquí hasta las elecciones presidenciales del próximo día 28.