Leopoldo Frégoli (1867-1936), fue un actor, transformista y cantante italiano. Se considera que con él alcanzó su madurez el género para-teatral del transformismo.
María del Carmen Taborcía/ El Político
Sus espectáculos consistían en una trama dramática de género diverso, dentro de la cual él iba cambiando de voz, de vestuario y de registro. Todo ello de una forma tan frenética que conseguía dar vida, dentro de una misma función, a docenas de personajes distintos.
Llegó a alcanzar fama mundial, tanto que la psiquiatría bautizó como Síndrome de Frégoli el trastorno mental en el que se cree que impostores toman el aspecto de familiares y conocidos. Fue descripto por dos psiquiatras franceses, Courbon y Fail en un artículo del año 1927 como “Síndrome de ilusión de Frégoli y esquizofrenia”.
Los delirios de falsa identificación resultan llamativos ya que implican el reconocimiento erróneo de otras personas. El síndrome de Frégoli consiste en la creencia de que una o varias personas conocidas están siendo suplantadas por alguien que utiliza un disfraz o cambia de apariencia de otro modo.
Está asociado con un déficit en el reconocimiento de caras: la percepción de rostros desconocidos dispararía la identificación equivocada de estos con otros más familiares.
Las personas que tienen este síndrome suelen tener dificultades para recordar información visual, para controlar y supervisar su propia conducta, para diferenciarse a ellas mismas de las demás, o para pensar en varios conceptos a la vez. Los síntomas fundamentales a menudo coexisten con alucinaciones y con otros delirios.
Los delirios son creencias que se sostienen de forma inamovible a pesar de que existen pruebas que las desmienten de forma concluyente, mientras que las alucinaciones se basan en la percepción de estímulos externos que no existen.
En este desorden neuropsiquiátrico el paciente insiste que conoce a una persona que realmente no conoce, o cree que todas las personas son en realidad una misma persona. Incluso ven afectadas su flexibilidad mental y razonamiento social.
¿Padecemos de este síndrome los argentinos? ¿Vemos a nuestros políticos como corderos, cuando en realidad son lobos? ¿Deliramos al considerar todavía que estos piensan en el bienestar de la población? Tenemos la percepción de que conocemos a nuestros gobernantes, pero solo se trata de una errónea identificación basada en una ilusión.
Abogada y Escritora
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