Gonzalo Morales Divo
No obstante, fuera de las redes y de los grupos a los que la gente se afilia, la realidad funciona de otra forma. La mayoría está ajena al gobierno, a Biden, a Trump. Notamos, sobre todo, que nada es blanco y negro. Ni Biden es de extrema izquierda, pero tampoco es Franklyn Roosevelt. El gobierno de Trump tuvo aciertos, pero se autolesionó con su abismal tratamiento del COVID-19. Cuando alguien no le acepta ni un acierto a su "enemigo" político, está polarizado y la opinión de grupos lo maneja. Hemos visto casos de cruenta agresividad y polarización, descarada, an ambos lados del espectro político.
Hay tantos prejuicios… De Ronald Reagan decían que estaba viejo, además de radical de derecha, y sin embargo se le considera uno de los mejores presidentes del siglo XX. Reagan fue sorprendentemente equilibrado y tuvo iniciativas sociales que no se espeaban propios y extraños. Lo criticaban por viejo y por, supuestamente, radical.
De Obama decían que iba a instaurar un gobierno de izquierda extrema, y fue sorprendemente centrista. Hasta el Obamacare es una muestra de algo que está tan en el centro que Trump no pudo demolerlo. Allí sigue, por algo será.
¿No será mejor juzgar por resultados, por qué oportunidades se abren en la economía, cómo se recuperan los sectores económicos en baja, qué incentivos otorga, cómo maneja los impuestos, etc? Pero la política, sobre todo, la que es confrontacional y radical hace esto imposible, sobre todo porque las audiencias parecen preferir lo más radical y extremo.
El asalto al Congreso, la falta de consenso en Washington, los radicales de derecha y de izquierda. Son malas señales de extremismo y potencial violencia. Ése es peligro de construirse realidades con grupos polarizados y empoderados: la violencia es una opción, el consenso está fuera de orden, se magnifican cosas que dentro de un semana no tendrán trascendencia política real alguna, etc.
Pero los daños quedan y se acumulan. Vivimos momentos en los que la política, que se supone organiza el poder en la sociedad, está también ayudando a su propia disrupción.
Para resumir: polarización, extremismo, posverdad, "ghettos ideológicos", y toda una suma de conflictos, hacen que la democracia se lesione y dependad de actitudes no democráticas. En manos de nuestra generación y de la que viene está el futuro de la libertad y la prosperidad del mundo libre. Así de grande es el reto.