La anhedonia (del griego an “falta de” y hedoné “placer”), es la incapacidad para experimentar placer, o la pérdida de interés en casi todas las actividades. Se considera una falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros.
María del Carmen Taborcía / El Político
Según algunos investigadores, existe una anhedonia física: sentir satisfacción por la comida, el tacto, el sexo, las actividades de ocio, etc. Y otra social: que responde al trato con los demás, charlando, intercambiando impresiones, sentimientos y demás.
La ausencia de sentimientos placenteros es una situación anormal que lleva a pensar que la persona que la padece, sufre de un trastorno que, de acuerdo a los estudiosos, es uno de los indicadores más evidentes de la depresión. Pero también esta carencia existe en otras situaciones como el síndrome de abstinencia en adictos a sustancias como el alcohol, la cocaína y otras.
En muchos momentos de la vida cualquier individuo puede sufrir cierta incapacidad para disfrutar de las cosas, porque se encuentra triste debido a una mala noticia, está estresado o irritado, y entonces deviene esa incapacidad de gozar. Pero para ser considerado un trastorno es el médico psiquiatra el que debe considerar si esa apatía es normal o es el síntoma de una patología.
Causa de la anhedonia
La causa de la aparición de la anhedonia desde un punto de vista fisiológico se debe a una alteración en nuestro cerebro que impide que se genere la dopamina. Que es una sustancia química causante de las sensaciones placenteras. En situaciones depresivas, de un gran estrés o ansiedad, el cerebro se bloquea y es incapaz de generar la dopamina.
En la anhedonia social, la persona deja de disfrutar de las relaciones sociales. Huye de fiestas, se vuelve esquiva y se aísla. Moverse en universos socioemocionales les resulta agotador.
El rechazo que se viene experimentando hacia el opaco mundo de los políticos; la indiferencia, el desánimo, el desgano que se va acrecentando proporcionalmente con el daño que los pueblos padecen por parte de estos ¿nos está generando un displacer?
¿Hemos dejado de sentir agrado, euforia o entusiasmo por los procesos políticos y sus protagonistas? ¿Ya no nos motivan sus discursos, sus campañas, sus promesas, sus palabras ni sus ademanes? La merma en la consideración que otrora se brindaba a la tarea de un político, es real. El eclipse por el interés en participar en un acto electoral, también.
Queda poca ilusión y mucho desencanto. Queda escasa pasión y demasiado repudio.
¿Estaremos padeciendo de anhedonia política?
Abogada y Escritora