China es una de las economías más grandes del mundo, ocupando el segundo lugar, (después de EEUU) en términos de producto interno bruto (PIB) nominal y el primer lugar en paridad de poder adquisitivo, según el Fondo Monetario Internacional. Tal PIB se estima en 18,4 billones de dólares en 2021, lo que representa aproximadamente el 18% del PIB mundial.
Gonzalo Morales Divo/El Político
China ha experimentado un rápido forrtalecimiento económico desde la década de 1980, con una tasa de crecimiento anual promedio cercana al 10% en los últimos 38 años.
Así que no hay duda: China es un gigante industrial, un "juggernaut". Fue su premier Deng Xioping, hacia 1978, quien vislumbró un futuro distinto para una China que estaba rezagada en el mundo industrial de entonces, pero Xioping vislumbró un modelo diferente, liberal y conservador a la vez, que se ha llamado "un país, dos sistemas".
Los "dos sistemas" eran, pues, un modo de producción capitalista junto a un gobierno no democrático sino autoritario, como lo había sido siempre. El objetivo de la reforma económica china fue transformar la producción planificada para generar un sólido crecimiento económico y mejorar el bienestar de los ciudadanos chinos.
La primera fase, que tuvo lugar a finales de los años 70 y principios de los 80, incluyó la descolectivización de la agricultura, la apertura del país a la inversión extranjera y la autorización a los emprendedores para establecer empresas.
Esto convirtió a China en un país rico y, por supuesto, de peso geopolítico ya no solo en la zona Asia-Pacífico sino en el mundo, mandando a Rusia a un lejano tercer puesto en el ranking de pesos pesados del poder en el mundo.
China comenzó a distribuir su influencia primero en Asia, luego en África y después en el resto del mundo, con préstamos, inversiones, compra de materia prima y financiamiento de movimientos políticos que le eran afines.
Pero llegó al punto de la "taiwanización"
Lo que ocurrió es que occidente empoderó a China, por su mano de obra barata, lo que ha llevado a beneficios en términos de productos más económicos, pero también a problemas como la pérdida de empleos, el robo de patentes, el cierre de empresas, el debilitamiento de mercados, etc.
Sería ingenuo pensar que todo volverá a la normalidad con China, después de que la pandemia esté controlada, cosa que no se ha logrado del todo.
Ahora China comienza a mostrar las garras, con su intención cada vez más ostensible de anexarse la isla de Formosa, actualmente Taiwán, que para Occidente es un país soberano e independiente de su vecino gigante y, de paso, de gran capacidad industrial.
La semana pasada China rodeó la isla con 11 buques de guerra y 70 aviones, una muestra "simbólica" por la visita de la presidenta Tsai Ing-wen a EEUU. Fuentes de expertos y observadores ven cada vez más plausible los intentos de anexión forzada de esta isla-país.
En otras palabras, China muestra que su éxito económico se traduce también en poder político y bélico. Algo que ha probado con múltiples demostraciones los EEUU, pero que el país asiático usará para imponer y aumentar su propio poder..
Latinoamérica como opción
Buscar opciones de producción accesible en otros países será un desafío costoso, pero necesario. Latinoamérica representa una gran oportunidad, ya que se pueden crear miles de empleos mejor remunerados y mejorar las condiciones de vida de millones de personas.
Además, para los países desarrollados, esto significa tener centros de producción más cercanos a Norteamérica y Europa, así como una mayor afinidad cultural y la ausencia de "potencias" que puedan amenazar la seguridad de Occidente. Sin embargo, este proceso no será fácil ni rápido, y requerirá un sacrificio significativo.
También para los países desarrollados, esta transición a otros centros de producción podría significar tener proveedores más cercanos a sus mercados, reduciendo los costos de transporte y mejorando los tiempos de entrega.
Además, podría aumentar la cercanía cultural con los países productores. No obstante, este proceso será difícil, lento y costoso, lo que requerirá un gran sacrificio.
A pesar de ello, ante la alternativa de seguir dependiendo de China, una dictadura comunista dispuesta a lo que sea por lograr la hegemonía, es importante jugar las cartas de manera inteligente, aunque esto implique un aumento en el costo de los productos por un tiempo.
En última instancia, el libre mercado debería recobrar su equilibrio.
Es importante tomar en cuenta la alternativa de seguir dependiendo de China, una dictadura comunista dispuesta a hacer lo que sea para lograr la hegemonía. Incluso si esto significa que los productos sean más costosos y que el libre mercado tarde un tiempo en recuperar su equilibrio.
Latinoamérica debe aprovechar esta oportunidad.