La apariencia de unidad que el Partido Republicano intentó dar en su convención de Cleveland hace dos semanas, cuando coronó a Donald Trump como candidato, se ha ido resquebrajando conforme han pasado los días. Notables republicanos (como la presidenta de la multinacional Hewlett Packard o un congresista de Nueva York) han anunciado que votarán a la demócrata Hillary Clinton y Trump ha agravado su desencuentro con referentes conservadores, Paul Ryan y John McCain, al negarles el apoyo en las elecciones de sus respectivos estados. Incluso el número dos de Trump, el candidato a vicepresidente, Mike Pence, se desmarcó del empresario y apoyó a Ryan. A tres meses de las elecciones presidenciales, el candidato más inesperado e indomable está poniendo a prueba las costuras del partido.
Un síntoma de la ansiedad que cunde entre los conservadores de Estados Unidos —estupor para muchos de ellos— es que estos días ha vuelto a algunas tertulias televisivas una teoría conspirativa según la cual Trump sería un aliado secreto de los Clinton para reventar la campaña republicana y asegurar la llegada de la exsecretaria de Estado a la Casa Blanca. El bulo se movió el verano pasado, cuando el constructor y showman anunció que pugnaría por la candidatura y trascendió que poco tiempo antes había charlado por teléfono con el expresidente Bill Clinton.
Trump cumple con los requisitos para alimentar la tesis: ha hecho una campaña estridente, polémica dentro y fuera del partido, en la que no ha tenido problemas en combinar los insultos a mujeres o mexicanos con los elogios a Sadam Hussein. Parecía munición suficiente para desacreditar a un aspirante a la presidencia de Estados Unidos. El pero de la conspiración era que, para ser cierta, requería algo difícil; que, con esos mimbres, Trump se erigirse vencedor en la candidatura y derrotase a más de una docena de contrincantes conservadores. Lo ha logrado. Pero la teoría tiene un nuevo problema: las encuestas no permiten que los demócratas se echen a dormir dando por hecha una victoria en noviembre.
"Todo esto es parte del proceso de unificar al partido", intenta tranquilizar el número dos de Trump, que sí apoya a Paul Ryan
Lo que sí ha logrado el huracán Trump es abrir el partido en canal. El magnate se revolvió contra el establishment de su partido este martes. En una entrevista en el diario The Washington Post, el empresario neoyorquino rehusó respaldar a Paul Ryan y John McCain en las primarias de Wisnconsin y Arizona, sus respectivos estados. A Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, le devolvió la venganza en frío: “Aún no estoy listo para apoyarle”, dijo, usando palabras parecidas a las de Ryan sobre el candidato, al que bendijo tarde y como mal menor a “los Clinton”. Y McCain, prisionero de guerra en Vietnam, fue el más duro con el candidato por su ofensa a la familia de un capitán estadounidense musulmán muerto combate.
El presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, estaba furioso contra Trump por su desplante, según fuentes cercanas citadas por Reuters. "Se siente como un idiota", señalaron en referencia a Priebus, apoyo de Trump en la convención de Cleveland.
Mike Pence trató de tranquilizar las cosas. Al contrario que su compañero de carrera electoral, resaltó esta misma tarde su apoyo a Ryan. "He hablado con Donald Trump esta mañana sobre mi apoyo a Ryan y nuestra amistad de tiempo. Y me ha animado a hacerlo ", dijo en la cadena Fox. Pence, aspirante a la vicepresidencia, ya trató de cerrar heridas en la polémica con los padres del soldado muerto en Irak, matizando las palabras de Trump, y hoy actuó igual: "Todo esto es parte del proceso de unificar al partido".
Mientras, la presidenta de Hewlett Packard (HP), Meg Whitman, una de las mujeres ejecutivas más importantes del mundo, republicana muy influyente, dijo anoche que votaría a Hillary Clinton. El candidato republicano “pondría en peligro la estabilidad y la seguridad del país”, dijo. “Su carácter autoritario supondrá una amenaza”, remachó en su cuenta de la red social Facebook. Se sumaba así a la deserción pública de Richard Hanna, congresista conservador por Nueva York, el estado del candidato.
El temor es si, más allá de los pronunciamientos públicos, también hay muchos republicanos que, o bien votan a Hillary Clinton, o bien se quedan en casa. Trump no recibe alabanzas de los referentes del partido en público, pero arrasó en las primarias. Eso indica la distancia que hay entre la élite del partido y sus bases.
Con información de El País