La mentira es una práctica que la opinión pública relaciona con la profesión política. La mentira, la ocultación de información, la tergiversación y el secretismo han estado presentes en la vida pública de todas las sociedades humanas organizadas en cualquier época.
María del Carmen Taborcía / El Político
La ausencia de veracidad ha acompañado a las élites políticas más allá de sus ideas, propósitos o intereses.
A lo largo del tiempo la mentira tuvo una consideración positiva.
Mentira…¿justificada?
Platón sostenía que sólo los versados e intelectuales debían gobernar y que la mentira es un instrumento que los políticos pueden emplear hacia los súbditos pero si esa manipulación procede desde los gobernados hacia sus superiores era un crimen.
Maquiavelo, autor de El Príncipe, recomienda la mentira, el fingimiento y las falsas promesas como un instrumento político.
Francesco Guicciardini, filósofo, historiador y político italiano, coetáneo de Maquiavelo, establece que cualquier acción política que vaya dirigida al mantenimiento del gobierno de un país debe quedar libre de una valoración moral, dando lugar a la llamada “razón de Estado”.
Es decir: “Los seres humanos de un orden superior están autorizados moralmente a guiar a los inferiores mediante el empleo de la mentira”.
Los pensadores renacentistas, en general, defendieron que “la verdad en política sólo puede ser albergada en los estrechos pasillos de las cortes". Y que la mentira oficial era un instrumento al servicio de la comunicación entre los políticos y la ciudadanía.
La mentira democratizada
Desde mitad del siglo XX se viven democracias en donde los partidos políticos son industrias o marcas que confeccionan un producto, que son los candidatos políticos, y estos son consumidos por los votantes. La vida pública nos muestra a los políticos como actores en los diversos escenarios –instituciones, programas de televisión, actos políticos-.
Las neurociencias están contribuyendo al conocimiento de las respuestas humanas a determinados estímulos. Aportando al candidato los datos que requiere para hacer llegar su discurso de manera que llegue mejor a la población. Aunque este sea falaz.
Es cierto que si un ciudadano no se siente satisfecho en sus demandas, o considera haber sido engañado por el político al que ha votado, puede optar en las próximas elecciones por otro.
Un instrumento
Pero como casi todo se trata en donde se encuentra uno parado ideológicamente, las mentiras de uno suelen disimularse, atacando siempre al opositor. Mientras que los seguidores de uno y de otro miran para otro lado o se autoengañan.
Como señala la escritora Hanna Arendt en su libro Crisis de la República:
“La sinceridad nunca ha figurado entre las virtudes políticas y las mentiras han sido siempre consideradas en los tratos políticos como medios justificables. La política es el lugar privilegiado de la mentira en la medida en que se considera un instrumento necesario y legítimo para el político”.
Abogada y Escritora